Cultura

Origen de los Reyes Magos: ni eran tres, ni eran reyes

Ni eran tres, ni eran reyes, no se mencionan sus nombres, ni sus razas, ni sus edades. La Biblia es bastante escueta en uno de los pasajes más conocidos del

Ni eran tres, ni eran reyes, no se mencionan sus nombres, ni sus razas, ni sus edades. La Biblia es bastante escueta en uno de los pasajes más conocidos del cristianismo. El evangelio de Mateo nos ofrece la única descripción de los que ahora conocemos como Reyes Magos:

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,  diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. (...) “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.  Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.

El pasaje, que también muestra la preocupación y rabia de Herodes por el nacimiento del niño, no cita ni el número de magos, ni sus nombres, y no menciona nada respecto a su edad o apariencia física. Tan solo que vienen de Oriente guiados por una estrella y que entregan tres presentes: oro, incienso y mirra.

Sabios astrólogos

El texto de Mateo, escrito en griego, utiliza la palabra “mago” (mágoi) palabra de origen persa que designaba a los miembros de la casta sacerdotal y que acabó siendo adoptado en el mundo griego para designar sabios, teólogos y astrólogos de diversa procedencia oriental, según explica Antonio Piñero en su última obra ‘Los libros del Nuevo Testameno: traducción y comentario’ (Trotta).

Por tanto, la representación actual de los Reyes Magos como tres personajes de diferentes edades: joven, maduro y anciano; dos de ellos con piel blanca y uno negra; y llamados Melchor, Gaspar y Baltasar no aparece en la Biblia. Como otros muchos elementos del cristianismo, la imagen de los magos se ha ido conformando a lo largo de los siglos. En las primeras pinturas paleocristianas encontramos escenas en las que aparecen dos, como la de la cripta de la Madona, en el cementerio de los santos Pedro y Marcelino; o cuatro como en la Catacumba Domitila.

Fresco de los magos con la virgen y el niño. Cementerio santos Pedro y Marcelino (Roma), s. III.

Modelo imperial de inspiración oriental

Las primeras representaciones siguen el mismo patrón, una virgen sedente con el niño en sus brazos y varios hombres con trajes persas que se acercan flexionando las rodillas comenzando la reverencia (proskynesis). Los magos van ataviados con el característico gorro frigio, y los pantalones anaxyrides.

Cuatro magos adoran a la Virgen y al niño. Catacumbas de Domitila (Roma), s. IV.

Esta escena en la que los magos acuden a adorar al niño fue uno de temas iconográficos, que encontramos desde el primer arte cristiano, y tiene su origen en la iconografía imperial donde los vencidos rendían obediencia al emperador en forma de procesión tributaria, representaciones tomadas a su vez del ritual oriental, según explica la doctora en historia del Arte Laura Rodríguez Peinado.

También es común encontrar en todas estas representaciones la no caracterización de los magos. Todos son iguales, sin distinción de edad o rasgos étnicos, y los regalos son presentados en copas, cofres, bandejas o cuernos de la abundancia. En las catacumbas de Santa Priscilla en Roma, lugar en el que se encuentra el primer fresco de la virgen María, los encontramos representados como magos persas, con el característico gorro frigio.

Epifanía, catacumbas de Priscila, s.II (Roma).

En el siglo III, Orígenes, uno de los pensadores del primer cristianismo, establece que los magos son tres, posiblemente por el número de regalos, y en la misma centuria, Tertuliano comienza la identificación de los magos con reyes. Ya  en el siglo V, el papa León I el Magno fijó oficialmente en tres el número de magos. 

Melchor, Gaspar y Baltasar

Algo más tardía fue la aparición de los nombres, revelados en el Evangelio Armenio de la Infancia, un apócrifo del siglo VI que nos dice: “Y los reyes de los magos eran tres hermanos: Melkon (Melchor), el primero, que reinaba sobre los persas; después Baltasar, que reinaba sobre los indios, y el tercero Gaspar, que tenía en posesión el país de los árabes”.

Mosaico de San Apolinar el Nuevo de Rávena con los nombres sobre sus cabezas.

En la Basílica de San Apolinar el Nuevo de Rávena encontramos la primera representación de los magos en la que vemos sus nombres. La escena mantiene el modelo iconográfico de los siglos anteriores, con el atuendo persa, marca claramente las diferentes edades, y los tres magos tienen la piel clara.

En otra obra (Excerptiones patrum, collectanea et flores), atribuida erróneamente a Beda el Venerable de datación incierta (Siglo VIII- XII) se describen físicamente y se especifica los regalos que entregan cada uno de ellos. Dice el texto:  “El primero de los magos fue Melchor, un anciano de largos cabellos y cumplidas barbas quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven imberbe de piel encendida, honró a Jesús presentándole el incienso, ofrenda que manifestaba su divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de piel oscura (fuscus) y con toda su barba, testimonió con la ofrenda de la mirra, que el hijo del hombre tenía que morir”.

A pesar de estas referencias a un Baltasar con la piel oscura, no será hasta el siglo XVI cuando se fije la imagen del rey como un hombre negro. En las representaciones medievales abundan los rostros claros, y a partir del siglo XIV, comienza a cambiar la tendencia, coincidiendo con un contacto más estrecho entre los europeos y el continente africano.

Como última curiosidad, tras la conquista de América, el descubrimiento de nuevas "razas" propició curiosas representaciones en el que uno de los magos adquiría el aspecto de un indígena americano como en una de las de Vasco Fernandes, donde el rey negro es sustituido por un indígena brasileño tupinamba. O la representación como un inca como en la 'Epifanía' de Diego de la Puente del siglo XVII.

'Epifanía', Vasco Fernandes. 1501-1506

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