Cerdà (Genovés, 1985) es un lírico: solo desde esa perspectiva se puede otear esta cornucopia de memorias que componen un texto en hélice, ganador del premio no ficción de Libros del Asteroide, sobre el 14 de abril. Más literario que historiográfico, a pesar del buen trabajo de investigación, busca evocar un país que se despertó monárquico y acostó republicano. Entre medias, en las horas, sus mejores páginas retienen como fotografías avejentadas las muertes oscuras en el parto casi indoloro del régimen de las luces. Los ateneístas puros, nervio del régimen según Josep Pla, tardarían pocos años en ver esas sombras anegar todo.
Pregunta. ¿Es el 14 de abril, proclamación de la II República, la fecha más importante del siglo XX en España?
Respuesta. Creo que es la fecha que marca el tajo diferencial entre lo que hubo antes y lo que sucedió después.
P. El semanario humorístico Gutiérrez, el único de centro político en el periodo, celebró el advenimiento de la República con su mascota en portada portando el gorro frigio ¿Tal fue el consenso de las autoridades y pueblo ante la República?
R. Aquel día, día convulso y que desató las pasiones de todo el país, fue capaz de establecer la expectativa, la ilusión y la esperanza colectiva. Concitó un gran consenso del cual se aprovecharon los partidos republicanos para lanzar a las masas y tomar el poder…sin respetar la legalidad. Lo que reconstruye el libro, fuera de las biografías anónimas de las cuales hablaré, es las distintas sensibilidades políticas: republicanos audaces, monárquicos abandonistas, anarquistas recelosos, comunistas desconfiados de una República burguesa, etc. No eran unánimes al 100%, pero sí tenían una gran esperanza…
P. ¿De dónde surge la idea de construir “no ficción” a través de los personajes del tiempo? ¿De nuevo Carrère y la no ficción francesa?
R. Para mí hay tres grandes escuelas, las cuales admiro: la norteamericana (New Yorker, Joseph Mitchell, Gay Talese, etc.), luego la francesa con Carrère como referencia ineludible -engrandece con literatura el periodismo y todos somos deudores- y luego la crónica latinoamericana (Martín Caparros, Leila Guerriero y toda la pléyade de las revistas como Etiqueta Negra, el periódico El Faro). El formato libro ha dado fuerza a la no ficción, que ya estaba en Chaves Nogales, Ramón J. Sender o Josep Pla. El 14 de abril, unas personas y acontecimientos tan desconocidos, me permitía hacer no ficción y que todo fuera real.
P. Reivindicas bien a Lerroux y Alcalá-Zamora como arietes de centroderecha en el cambio político en la II República ¿No es curioso que ahora estén olvidados? ¿Para cuándo tendrán estatuas en Madrid tipos que nunca fueron fratricidas?
R. Creo que el tiempo ha desleído la memoria de muchos personajes políticos y hemos perdido los matices. La propia paleta política del periodo era plural y esa imagen se ha perdido: los anarquistas, ese incipiente partido comunista además de un republicanismo tan diverso como amalgamado. Se retrata como un bloque hormigonado la República y no es así.
P. ¿No existe un tajo de la tradición liberal con la Guerra Civil y la dictadura?
R. Exactamente: ellos mismos no reivindicaron su tradición.
P. La propia biógrafa Carmen Llorca cita a Emilio Castelar como demócrata cristiano, cuando es un ferviente liberal antisocialista
R. Esa tradición quedó huérfana, se interrumpió de padres a hijos. Es un eslabón perdido.
P. Leyendo tus pequeñas biografías de muertos obreros, de alcaldes socialistas, uno tiene la impresión de advenimiento improvisado, una bola de nieve que se va haciendo más y más grande ¿estoy en lo cierto?
R. El 14 de abril tuvo mucho de epopeya sin guion. Amaneció con una bandera izada en Eibar, fruto del equívoco, y acabó una madrugada en la cual el rey había sido depuesto con toda España en la calle. Fueron unos hechos que se fueron precipitando, primero, por la audacia de los republicanos, segundo, por el abandonismo de los monárquicos -se resignaron-, tercero, el entusiasmo en las calles y, por último, el tren de la historia imposible de frenar. Estaba el precedente del 12 de abril, pero no era suficiente, y el aroma social era irrefrenable.
P. ¿Por qué el rey no tuvo el valor político de hacer un referendo sobre la forma de estado luego de las municipales? Podía haber ganado por la mínima (recordemos la victoria en las provincias de los monárquicos en las municipales)
R. Es una buena pregunta. Es difícil ponerse en la mente de Alfonso XII. No soy historiador, no podría emitir un juicio riguroso a esa pregunta. Ahora, luego de haber leído tanto sobre el jefe de Estado y de aquel día creo que no supo el alcance de la decisión que tomaba. Estaba seguro de que sería algo temporal.
P. Es de una gran frivolidad. Victoria Eugenia, la viuda de Alfonso XIII, contó a Jaime Peñafiel que fue dejada sola en palacio mientras él se exiliaba en Marsella. Lo primero que hizo el rey depuesto al llegar a esa ciudad fue preguntar “dónde comer una bullabesa”.
R. (risas) Tiene el gesto este rey de “no querer derramar sangre”, pero también era consciente de “no tener el amor de su pueblo” según su manifiesto.
P. Los biógrafos afirman que estaba muy tocado por el destino de su primo Nicolás II en Rusia…
R. Eran familia a través de Victoria Eugenia y, sin duda, estaba muy reciente lo que había pasado en Rusia. El mediodía del 14 de abril le dijo un dirigente republicano “no podemos responder del pueblo si no se marcha del país”
P. ¿Es el conde de Romanones una de las peores influencias de Alfonso XIII? Josep Pla lo admira intelectualmente en sus crónicas de la II República, pero todo él era corrupto…
R. Condensa gran parte de los motivos por lo que triunfó en la calle la República. Tiene todos aquellos vicios que arrastraron a la España de finales del siglo XIX e inicios del XX a una deriva de caciquismo, corrupción, inestabilidad y con elites muy desconectadas de la sociedad.
P. Quiero decir, el plan que dejas caer - ideado por Romanones- de “déjales proclamar la República que ya caerá y volveremos” es más propio del siglo XIX que de un siglo XX con los totalitarismos en pugna…
R. Claro, en Italia está lo que conocemos y él tenía en su familia muchos finales abruptos. Estaba no diría acostumbrado, pero es una posibilidad que él contemplaba. No fue solo Romanones el que le convenció, pero la situación era tan volátil y el precedente de la Primera República -tan efímera- no podía augurar nada muy distinto. Pensaría “esto es un paréntesis, vuelvo al poco y salvo el tipo”.
P. Háblame, aunque sea un poco, de los procesos contra la prensa monárquica que llevaron a muchos, los Luca de Tena, a ser enemigos declarados de la República
R. Sí, pero me permitirás que no te hable mucho después, ya que no soy experto de que lo que viene luego. Solo me he centrado en el 14 de abril…
P. Pero me sorprende el contraste entre la aceptación pasiva de estos de la República y su violencia y criptofascismo posterior
R. Además, cambian muy rápido. Lo que sí creo que es interesante es que hay un germen de lo que va a suceder después y esa República sin casi derramamiento de sangre tuvo muertos. Muy poca gente lo sabe valorar en su justa medida: esa tensión que hubo en prisiones, centros de poder o calles. Había un malestar latente, incluso alguna prensa muy beligerante. Creo que esos matices han pasado desapercibidos y es el preludio de lo que va a suceder después.
P. José Sanjurjo, quizá en demérito de tus lectores de izquierdas, se reivindica como hombre valiente y un tanto trastornado ¿Se podía haber proclamado la II República sin la colaboración de él como jefe de la Guardia Civil?
R. Sin duda habría sido mucho más difícil, sería un obstáculo que habría hecho pensar a los dirigentes republicanos qué hacían con las posibles represalias.
P. ¿Conoces que Franco afirmaba que Sanjurjo apoyó la República porque le habían escamoteado un ascenso? ¿Cuánto hay de mezquino en las motivaciones políticas de todos?
R. Sí. Ese es el terreno en el que más cómodo me encuentro, además. Sin las historias personales no se puede entender. Las elecciones marcaron mucho, pero fueron las actuaciones personales de ese 14 de abril las que llevaron a la República: la audacia de los políticos, la guardia civil entregándose a ellos, etc.
Ese Lerroux escondido del peligro, Sanjurjo cuadrándose ante los políticos de la República, pero también las pequeñas biografías que lo pagaron con su vida (la pescadera, el encuadernador que abre y cierra el libro, etc.) Hay víctimas de la represión alfonsina hasta la última madrugada, además de los conflictos sociales en Huelva, Río Tinto, que se llevarán la vida de un pobre chaval. No se puede entender una revolución con una bandera y un himno, eso no explica casi nada. Las motivaciones personales son la letra minúscula de una historia que se explica con mayúscula.
P. ¿Por qué omites a Pío Baroja en tus personajes republicanos? ¿Lo juzgas demasiado pesimista? Fue con diferencia el más clarividente sobre el destino de la II República…
R. Es muy sencillo, insisto, y de algún modo esto puede impregnar la entrevista: es un libro solo del 14 de abril, no de la monarquía o la república. En esa fecha gente como Baroja o el propio Machado no tuvieron un papel significativo. Ni siquiera el 16 de abril. Quería la anatomía de un instante, no lo que pasó una semana después. En cambio, Unamuno sí tuvo un papel decisivo. Créeme: ojalá Baroja hubiera aparecido. La carta de Margarita Xirgu, “si toda esa masa pasaría de estar en modo alegre a modo bélico, ¿qué pasaría en este país?”, en cambio sí es importante…Aquel 14 de abril todos los futuros eran posibles y es interesante no saber qué pasaría después. Solo los muertos que cuento no supieron que sucedería.
P. El célebre libro de Miguel Maura Así cayó Alfonso XIII hace un buen repaso sobre las industrias y andanzas de los republicanos, además de presentar a Manuel Azaña como un cobarde ¿Cuánto hay de verdad en ese libro?
R. Yo creo que ese libro, que he manejado mucho, es una visión de parte. Explica bien a Maura, sus intereses, además de su voluntad de mitología propia. Se cinceló una magnífica posteridad con ese libro.
P. Háblame de Agustín de Foxá y Madrid de Corte a Checa ¿Es el gran libro maldito de la II República?
R. Yo diría que es un libro imprescindible para conocer la temperatura de extremismos en Madrid por aquellos años. Además, muestra su riqueza del lenguaje y el grado de sarcasmo de un periodista con mala leche. También sirve para conocer los límites de la responsabilidad cuando se escribe en la prensa y los libros…porque hay palabras que pueden provocar tormentas. Más que un libro maldito, Foxá firmó una obra maledicente.
'Madrid de Corte a Checa' es un libro imprescindible para conocer la temperatura de extremismos en Madrid por aquellos años
P. Fuera de los vallinclanismos, la descripción del Madrid republicano en la primera parte es prodigiosa. Quizá el problema sean las partes siguientes, que parecen una hagiografía de Falange con sus fundadores como superhéroes de la Marvel…
R. (risas) Sí, sí.
P. ¿No te sientes culpable al usar recursos muy literarios, que rozan a veces la ficción, con hechos históricos?
R. No me siento culpable, porque he trabajado mucho con elementos de no – ficción. Me siento más cansado que culpable (risas).
P. A propósito de esto, en el libro indicas que “Nunca nadie ha visto flamear esa bandera en lo alto de una institución (…) manzana prohibida durante medio siglo” pero la tricolor de la II República no se usó en la Primera República: fue inventada por Lerroux y su facción a posteriori ¿Puede una metáfora arruinar la verosimilitud de un párrafo?
R. Es discutible, fíjate en el origen de la bandera republicana…
P. Se supone que Lerroux toma el morado de las logias liberales que lo igualaban al color del pendón de Castilla y los comuneros…
R. Está sin resolver ese dilema. Ese morado, si no me equivoco, estaba siendo usado por algunas sensibilidades republicanas. Pero, por supuesto, habrá errores e imprecisiones en más de cincuenta páginas. Yo no quería recrear, ni ponerme en la piel de nadie, pero en la “no ficción” siempre hay errores…
P. ¿Cuándo se agrió el clima de consenso de la República? Salvador Madariaga y casi todos los autores coinciden en dar la fecha de 1934...
R. Te insisto, no quiero hablar de la República: no soy historiador. Mi papel es el 14 de abril, diseccionando las horas. Soy periodista, soy escritor de “no ficción”, y no juego a ser historiador. Intento documentarme mucho y prefiero quedarme con las pequeñas biografías de Emilia, Cándida, etc. Los casos más concretos olvidados.
P. ¿Es la II República un mito demasiado luminoso? Tu libro es más gris, pero muchos autores la ven como una edad de oro, cosa discutible viendo las libertades de la Restauración o las reformas e infraestructuras de la dictadura de Primo de Rivera…
R. La República tuvo muchas etapas, pero el 14 de abril fue un día luminoso con unas manchas negras borradas por la historia. También es cierto que desde el inicio el régimen explotó las víctimas de la represión alfonsina.
P. Los partícipes del golpe de Jaca. Los bustos se muestran en las fotos de las masas en Sol.
R. Había memoria histórica, pero también la dictadura tuvo una memoria de este tipo muy precisa y definida. Las cruces de los caídos, por ejemplo. La II República también instrumentalizó los entierros creando su propia mitología desde el primer día. Querían recalcar el régimen salvífico. No estoy de acuerdo en que sea una imagen gris, pero sí recalco las convulsiones que existieron.
P. Pero por eso digo que es gris…
R. No es una visión naif, eso sí: no me quedo solo con la imagen de todo el mundo abrazándose en la calle cantando La Marsellesa; no haríamos honor al 14 de abril como fue de verdad. Al final la brocha gorda se impone cuanto más tiempo pasa. No se debe desdibujar el hecho ya que, como tú has mismo has dicho, fue bastante improvisado…aunque los republicanos más audaces tenían un plan previo.
P. ¿Habrá III República? ¿Depende del rey o de la nación?
Ah bueno, no me incumbe y me interesa lo justo. Ahora mismo tenemos muchos más frentes como sociedad. Lo que debería haber es más interés en recuperar la memoria de aquellos que pretendieron escenarios de esperanza y también que pagaron las consecuencias por ello. El 14 de abril fue un día irrepetible, ya que había inocencia: luego del 36 no hubo poesía, como citaba Adorno respecto a Auschwitz.
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