Cultura

Pagar la hipoteca leyendo el Quijote

Las cosas hay que monetizarlas. No pasa nada, que usted y yo también somos liberales, ansiamos un plan de pensiones privado y poder vivir holgadamente de nuestro trabajo. Hombre, que

Las cosas hay que monetizarlas. No pasa nada, que usted y yo también somos liberales, ansiamos un plan de pensiones privado y poder vivir holgadamente de nuestro trabajo. Hombre, que los Reyes son los padres. Bienvenida sea la frustración, el Lexatín  y si queréis ser felices, por favor, no os psicoanalicéis con un jungiano. Dicho esto, al lío. Mañana lunes, los reyes y el premio Nobel Don Mario Vargas Llosa presentan El valor económico del español, un estudio de 14 tomos financiado por la Fundación Telefónica. Una enjundiosa investigación que viene a decir, con serias y muy sólidas cifras, que nuestra lengua –la de 500 millones de personas- aumenta el PIB en 16%, cuadruplica los intercambios comerciales y promete un mundo voraz en el que el poder adquisitivo de los hispanos representará el 9% más contundente del planeta. En 140 caracteres: hablar en endecasílabos es casi tan bueno como pagar a crédito.

Hablar español cuadruplica el comercio, aumenta el PIB. Estamos salvados: hablar en endecasílanos es casi tan bueno como pagar a crédito.

Pobres de los Médicis, que en su época no podían explicarle al resto del ducado –ni falta que les hacía-  que financiar a Sandro Botticelli, Andrea Verrocchio, Domenico Ghirlandaio y a Leonardo Da Vinci hacía enriquecía las arcas y que, además, le aseguraría una plaza sempiterna en el mausoleo de la Wikipedia. Estamos salvados, de momento. Si hace falta pesar el Quijote para redimirlo de la pira del olvido, tragaremos harina, saldremos a bolsa, seremos razonables y adultos. ¿A cuánto está el gramo de Quijote hoy? A tanto, toma el dinero ¡Madre del amor hermoso! Aceptemos, oh por Dios, que merece la pena lavarse el cerebro con la lejía del mercadeo antes que beber de la fuente, la primerísima fuente, del idioma que nos da sentido y pertenencia. Lope, dame la pasta. Cervantes, dame la pasta. Sor Juana, tú también.

Si hace falta pesar el Quijote para redimirlo de la pira del olvido, tragaremos harina, saldremos a bolsa, seremos razonables y adultos. ¿A cuánto está el gramo de Cervantes hoy?

Hace no mucho, en ocasión de su versión traducida del Quijote, Andrés Trapiello arrojó –como siempre- luces sobre un tópico. Aquello de la lengua de Cervantes como sinónimo del español, terrible chascarrillo de informativo, proviene del hecho concreto de que el español que hablamos hoy cuajó en el Siglo de Oro. Hoy, la Real Academia acepta por igual Septiembre o Setiembre. Piense, buen y culto lector, que muchas ediciones del Quijote circularon indistintamente con cerimonia/ceremonia, escrebir/escribir, invidia/envidia, monesterio/monasterio, lición/leción. En aquel entonces no existían las academias y los buenos y menesterosos impresores se encomendaban al uso por encima de la forma. Pero nadie, claro, se había tomado la molestia de calcular cuántos requesones o platos de duelos y quebrantos eran necesarios para que Juan de la Cuesta amortizara la primera tirada del Quijote, una edición nada despreciable de 1500 ejemplares. En aquellos años de la Guerra de la Restauración y la expulsión de los moriscos, de las las pestes y la hambruna, 1.500 lectores eran muchos lectores. Que lo digan Murcia y Aragón.

Pero nadie, claro, se había tomado la molestia de calcular cuántos requesones o platos de duelos y quebrantos eran necesarios para que Juan de la Cuesta amortizara la primea tirada del Quijote

Que leer no aumenta el turismo es un hecho más que constatado, a juzgar por las pírricas dotaciones que ha dado el gobierno de los populares a la Biblioteca Nacional. Pero… ¿es realmente necesario tasar cosas que no caben en paquetes y que en un curso básico de inglés definiríamos como uncountable nouns? Ya, claro, alguien ha de ocuparse del complejo asunto de los dineros, y que lo diga Cervantes, que fue una especie de cobrador del frac que acabó en la cárcel por pedir de menos a los acreedores, pero… ¿es necesario? ¿No hay mayores y más suficientes motivos? Bueno, pues eso señores míos: que leer al Quijote ayuda a pagar la hipoteca, que el gramo de Galatea va al alza y que salir a bolsa con el Siglo de Oro es un negocio seguro. Eso, lector, eso. Y que la pastora Marcela nos redima, que los Galeotes nos apaleen, que el Cid –o Cide- nos reinvente, la verdad es una: hablar español aumenta el PIB. Quédese con eso, y con los huesos de Cervantes que consiguió la señora Botella. Piénselo: hablar en endecasílabos es como pagar a crédito.

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