El traslado de las 44 obras del Monasterio de Sijena que hasta ahora permanecían en el Museo de Lleida ha generado tensión. Las circunstancias estaban dadas para que así fuese. En medio de una campaña electoral en clave independentista y con la aplicación del artículo 155 de fondo, lo que originalmente se trataba de una restitución a Aragón ha sido utilizado por los portavoces independentistas como un expolio del Estado español contra Cataluña. Una sentencia judicial y un litigio de más de 20 años indican que tal cosa no es así. Sin embargo, en tiempos electorales, lo extraño habría sido que esto no ocurriera.
Junto al de Sijena, otros conflictos similares permanecen sin resolver. Uno de los más cercanos, y que podría activarse también a la luz del 155, es el pulso legal por los llamados Papeles de Salamanca . El alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, y el presidente de la Asociación Salvar el Archivo de Salamanca, Policarpo Sánchez, han advertido en varias ocasiones que los documentos en poder la Generalitat de Cataluña deben volver al Archivo, con sede en la ciudad de Salamanca, y acatar así la sentencia dictada por el Tribunal Supremo. Sánchez, investigador y uno de los más activos en esta causa, ha solicitado a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que ostenta la presidencia de Cataluña desde la aplicación del artículo 155, que agilice y atienda una medida a la que Generalitat de Cataluña ha hecho caso omiso.
Este asunto viene de lejos, casi tanto como las obras de Sijena. El 19 de enero de 2006 comenzó un proceso de crispación entre las instituciones. En aquella fecha una serie de documentos salieron del Archivo Salamanca rumbo a Cataluña, en total 507 cajas. La norma aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tenía como objeto "la restitución de los documentos y efectos incautados en Cataluña" durante la Guerra Civil. Se calcula que hay 400.000 documentos pertenecientes a otras ciudades no catalanas, entre ellas Madrid, Málaga, Valencia, Murcia y que deberían regresar por ley a la institución de origen. La dirección general de Cultura de la Generalitat Valenciana ha declarado públicamente estar abierta a recibir peticiones para la recuperación de los documentos de la Guerra Civil y el franquismo que permanecen en Cataluña.
¿Cuántos casos de este tipo hay en España? ¿Cuántos otros permanecen ignorados? Desde lienzos que nunca regresaron a su lugar de origen tras ser recuperados hasta documentos o piezas que fueron a dar manos de particulares. La crispación política catalana ha iluminado de pronto un terreno al que se prestaba poca atención. Así que aquello de que el arte no es politizable es una afirmación relativa, incluso falaz. No hay nada más susceptible de ser utilizado políticamente que las obras de arte y todavía más cuando éstas aglutinan un sentimiento o representan una carga simbólica, histórica e identitaria. Además de los anteriores hay muchos más ejemplos.
Una de las obras que mejor encarna esa dinámica es el Guernica, de Picasso. Fue creado con un propósito político –lo pintó Picasso para el pabellón Español en la Exposición Mundial de París-, y su propia temática se reivindica como tal: es una denuncia manifiesta contra el bombardeo, autorizado por el Bando Nacional, con el que la Legión Cóndor de la aviación nazi asoló el pueblo bilbaíno. En 1939, Picasso cedió la pintura al MoMa de Nueva York en calidad de préstamo y aseguró que ese cuadro jamás pisaría España mientras Franco viviera y que si debía ser exhibido en algún sitio, pues debía de ser en el museo del Prado.
Muerto Franco, España reinició gestiones para recuperar el Guernica. A pesar de las negativas de Richard Oldeburd, director del MoMa, el 25 de octubre de 1981 y protegido por un vidrio antibalas, el Guernica fue expuesto en Casón del Buen Retiro. En 1992 se encendió nuevamente la polémica cuando se solicitó el traslado de la obra al Museo Reina Sofía de Madrid, donde permanece hasta la fecha. En todo ese tiempo, el Parlamento Vasco ha insistido en que el cuadro de Picasso sea trasladado a Euskadi ha dado. Sin embargo, los desacuerdos entre los propios políticos (PNV, Bildu, PP y PSE) al momento de la reivindicación ha entorpecido y enfriado una negociación concreta con el gobierno central, que ha permanecido plantado en su negativa al traslado.
También La dama de Elche ha dado para no pocas polémicas. La emblemática pieza íbera de piedra caliza, de los siglos V-IV a.C, ha sido objeto de innumerables disputas entre la Comunidad Valenciana y el gobierno central, que recientemente volvió a dar carpetazo a la petición de devolver la escultura a la ciudad donde fue hallada. El debate sobre dónde debe estar La dama de Elche es cíclico. Mientras los ilicitanos piden su devolución, el Gobierno se resiste y se reafirma: permanecerá en el Arqueológico Nacional, institución a la que llegó tras permanecer un periodo en el museo del Prado tras su recuperación en 1940. "
¿Más piezas no devueltas? Una de ellas está especialmente en boga por el 400 aniversario del nacimiento de su autor. Se trata de La inmaculada de los Venerables, el lienzo de Murillo pintado en 1678 y que permanecía en manos del museo del Louvre tras el expolio de las tropas napoleónicas en el siglo XIX. La inmaculada fue la primera obra que Franco recuperó en un intercambio artístico con el régimen de Vichy. La posible participación de España para apoyar a la Alemania Nazi en la II Guerra Mundial, le dio a Franco margen de maniobra para presionar y lo usó a su favor, básicamente como un mecanismo de propaganda.
La retórica falangista atribuyó al regreso de la Inmaculada el carácter de una especie de compensación por lo que ellos mismos llamaron “el robo” del general Scoult, resarcido por aquella “nueva España” comandada por Franco, quien daba a respetar la nación con el rescate de sus bienes. La llegada del lienzo a Madrid, el 10 de diciembre de 1940, sirvió al régimen para sacar pecho, aunque también es cierto que para obtenerla el Prado cedió al Louvre un retrato de Mariana de Austria, de Velázquez. Ya de vuelta en España, esta Inmaculada nunca volvió a su primitivo emplazamiento en el altar de la iglesia de los Venerables de Sevilla, donde todavía se le reclama.
Hay más casos sobre quién debe resguardar y poseer determinadas obras. Durante el año 2015, el Museo del Prado y Patrimonio Nacional sostuvieron un pulso institucional, ya que Patrimonio solicitaba a la pinacoteca la devolución de cuatro obras fundamentales de su colección: El jardín de las delicias y La mesa de los siete pecados capitales, del Bosco, así como El descendimiento de la cruz, de Van der Weyden, y El lavatorio, de Tintoretto. A aquel intercambio de cartas entre las instituciones siguió la negativa de Patrimonio de prestar al Prado dos obras de Bernini para la muestra Las ánimas de Bernini, dedicada al escultor. El asunto se solucionó con un acuerdo firmado por el presidente del Patronato del Prado, José Pedro Pérez-Llorca, y el presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñán, por el cual se regula de manera estable el régimen de depósito de las obras, que permanecieron en la pinacoteca madrileña.
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