Antonio Galvañ, alquimista tecno-pop de Yecla, tiene muy clara su última apuesta, titulada La deriva sentimental (Jabalina, 2019). “Es muy variado estilísticamente, y además no hay una voz única que le dé sentido a todo el disco, por lo tanto es como un viaje a la deriva por muchos sitios distintos. La música sentimental siempre ha sido denostada por un sector del público más auténtico, rockero o purista, como música cursi. Ha pasado desde hace mucho tiempo con los Carpenters o ABBA. Pero resulta que ese tipo de música ultramelódica es la que me llamaba la atención, así que la lección está aprendida, que les den. No pretendo gustar a todo el mundo”, explica.
Su nuevo trabajo recurre a diversas voces, masculinas y femeninas, como Teresa Iturrioz, Kikí D’Aki, Lidia Damunt, Charlie Mysterio y Paco Tamarit, entre otros. "Lo hice como un juego, por probar algo diferente en cada disco. Por un lado, soy de esos vocalistas que se aburren de su propia voz; por otro me gustaba la idea de Stephin Merrit con The 6ths de hacer un disco de canciones nuevas usando como voz principal la de otros cantantes. Y tenía suficientes amigos músicos y cantantes para poder hacerlo", señala.
"Me gustan las canciones con paradojas, que oscilan entre lo que amo y lo que odio. Me gusta ponerme en el papel de personas que no piensan como yo", responde
De hecho, la cursilería no es solo una querencia, sino casi una seña de identidad. Lo demuestra, por ejemplo, la canción "Esa música", donde recuperar el sonido más pulcro, blandito y meloso de las radiofórmulas ochenteras. "Quería cabalgar entre los Fleetwood Mac de Rumours y los Prefab Sprout de Steve McQueen, un sonido brillante que mezclara con elegancia guitarras y sintetizadores. La motivación es demostrar amor por esas canciones que te gustaban en la adolescencia pero que te provocaba cierta vergüenza declararlo, y que con el tiempo, perdido ya ese sofoco tan propio de la juventud, te das cuenta de que eran auténticos temazos. Te hacen sentirte orgulloso de que te gusten canciones cursis", proclama.
Amor y vampiros
Las canciones de Parade contagian un romanticismo militante, aunque alguna de las antiguas cuestione incluso este concepto. "En 'Amor romántico' asumo la voz de un viejo vampiro al que las jovencitas aman como al vampiro de la película Crepúsculo, con la tontuna de amar a un ser que les parece peligroso pero que en el filme es totalmente inocuo. Ese vampiro viejo les dice que él sí que es peligroso de verdad, que bebe la sangre de las personas, que le gusta matar y que el amor romántico en esa situación es una idiotez. Que no saben con quién se meten", recuerda.
Luego resume el corazón de su discurso: "Me gustan las canciones con paradojas, que oscilan entre lo que amo y lo que odio. También me gusta ponerme en el papel de personas que no piensan como yo. Tengo una canción en la que el protagonista es totalmente determinista, cree que el destino está marcado desde que nacemos. Algo totalmente alejado de lo que yo pienso. Me gustaría que el amor fuera lo que mueve el mundo, aunque sé que no es así", confiesa
Experiencia y distopía
Galvañ es músico desde mediados de los ochenta, mucho antes de debutar con Parade. Sus canciones se alimentan de esa intensa experiencia. "Cuando uno empieza tiene algo más de frescura, pero ten en cuenta que mi primer disco lo saqué en 1998, con treinta años, y ya llevaba otros quince componiendo. Igual me vino bien que no me conociera nadie hasta entonces porque las canciones de ese disco, aunque parcas en medios, no eran las de una persona que está empezando. Ahora sé más, tanto de la parte tecnológica (lo grabo todo en mi casa) como de composición. Pero es más por oficio y perseverancia que por otra cosa. Y el saber más muchas veces te limita, porque si eres un poco exigente te dices a ti mismo: 'esto ya lo he hecho'", señala.
"Nos dirigimos a un mundo en el que muy pocos van a disfrutar de unas comodidades básicas, y la gran mayoría de la sociedad va a vivir, comer y respirar precariamente", lamenta
Para terminar, una pregunta política. Siempre fue devoto de la ciencia-ficción, un género literario onde abundan las distopías sociales. ¿Ha sentido alguna vez, al encender el telediario, que podemos vivir dentro de una de ellas? "Nos dirigimos a un mundo en el que muy pocos van a disfrutar de unas comodidades básicas, y la gran mayoría de la sociedad va a vivir, comer y respirar precariamente. No podemos permitirlo. Y tuitear ofendidos no es la solución", destaca.
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