Gorka era un gordo feliz. Alguien que, como Tony Soprano, presumía de panza. Las lorzas no le hacían amilanarse ante las mujeres guapas. Su sentido del humor y sus ojos azules conquistaban. Gorka era un obeso orgulloso, hasta que decidió hacerse una liposucción por motivos de salud. Nunca se sintió acomplejado por su peso, pero era muy joven para hacer sufrir tanto a la báscula y a su sistema cardiovascular. La operación fue un éxito y Gorka salió del quirófano irreconocible.
Había entrado un gordo, y había salido un chico guapo de ojos brillantes. Un Paul Newman vasco que nadie hubiera imaginado que se escondiera tras esas capas de grasa y flacidez. No pude evitar mirarle con cierta envidia y admiración cuando le vi ligar en una discoteca. La chica babeaba por él, y Gorka se desenvolvía con soltura. Pero detrás de esa mirada añil, ese andar desacomplejado y ese porte sexy, se hallaba un ser humano profundamente dolido.
Gorka me contó que sí, que ahora ligaba más, pero no conseguía enamorarse. “Siento que antes la gente me quería por lo que era. Ahora me quieren por mi aspecto físico, o por mi pasta”. Gorka es empresario y, como él mismo asegura, no se agacharía para recoger un billete de cien si se le cae al suelo.
“Follo más, pero no vivo nada auténtico. También levanto suspicacias y envidias en los demás. Encima le va bien a mi empresa, estoy forrado y voy a comer a buenos restaurantes. Soy un afortunado, pero me siento más vacío que nunca”, me dijo. Gorka ha empezado a ir al psicólogo desde que es guapo, delgado y rico.
Lucha a diario contra el vacío y por buscar el amor verdadero, no el superficial de Tinder. Su nuevo y bonito escaparate se ha convertido en un disfraz que impide que los demás se fijen en que tras él hay una bella persona. Muchos famosos hablan de esto mismo.
La historia de Gorka me hizo reflexionar. Su caso es poco común. Un gordo que se vuelve flaco y empiezan los problemas. Un guapo que prefería ser feo porque ya nadie le quiere conocer en profundidad. Un hombre que tiene todo con lo que los demás soñamos, y que se siente vacío, fracasado.
Una persona que cuando peor estaba físicamente no tenía complejos en un mundo repleto de ellos. Mientras que nuestros abuelos solo podían compararse físicamente con los otros habitantes del pueblo y la media era bastante similar, ahora las redes sociales permiten que te compares con infinitud de caras guapas y esbeltas figuras que te dejan a la altura del betún.
Paul Newman triste
Si encima has padecido bullying en tu niñez por ser un poco gordo, o tener un lunar grande en la cara, o cualquier otra memez en la que se fijan los niños, es muy probable que el resto de tu vida cargues con la cruz de la falta de autoestima. Una vocecilla interna que de vez en cuando habla para, básicamente, tocar los cojones.
Conocer a Gorka es una razón más para pensar que este mundo occidental se ha convertido en un peregrinaje infinito de almas en pena que luchan contra el absurdo, contra el vacío, contra sus complejos, contra la ansiedad social, su falta de autoestima, el desamor, el temor a la muerte... Nadie elige su guerra, a cada uno nos toca una que nos ha sido asignada y que nos lleva toda una vida combatir.
Cuando te mires al espejo y te veas feo recuerda que ser guapo puede joderte la vida.
Quizá lo que nos hace humanos no sea que no llegamos a rascarnos la oreja con la pata, como dice Emilio, el portero de Aquí no hay quién viva. Quizá lo que nos hace humanos es vernos reconocidos en la desgracia. En mirar a Fulano y saber que la muerte de su madre le marcó para siempre; a Mengano y reconocer que está jodido porque su mujer le puso los cuernos y le dejó después de toda la vida juntos; a María, que ve cómo su padre tiene cáncer y se va poco a poco; a Luis, al que traicionó su mejor amigo; a Juan, que tiene ataques de pánico; a Laura, que odia su trabajo y no encuentra sentido a su vida... La humanidad es un compendio de seres que lucha día a día contra el fantasma que le ha tocado.
Es una lucha infinita y que da sentido a nuestra existencia. La vida es una travesía en la que caminamos con el sueño de conquistar aquello que Maslow llamó autorrealización, el quinto piso de la pirámide, y los antiguos llamaron ataraxia, una quimera como cualquier otra.
Y mientras tanto, mientras seguimos andando este camino sin tener pajolera idea de lo que estamos haciendo, podemos gozar de los bienes terrenales y, sobre todo, de mirar a los ojos del otro y ver a un igual. A otro alma en pena, a otro ser hambriento de gozo, que tampoco sabe muy bien qué pintamos aquí pero que sí sabe que, pese a todo, merece la pena divertirse, pedir otro cubata, bailar otra canción, ligar -o intentarlo-, ver otra película que nos emocione, ojear ese libro que tanto significa para nosotros, visitar a los abuelos, hacer un chiste malo... Y en definitiva, como decía Manuel Vilas, reconocer que la vida es un gran misterio y que, por ello, es maravillosa. Y cuando te mires al espejo y te veas feo recuerda que ser guapo puede joderte la vida.
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