Cultura

'Paris, Texas': 40 años del poema del hombre errante de Wim Wenders

Harry Dean Stanton y Nastassja Kinski protagonizan este drama, galardonado con la Palma de Oro de Cannes en 1984 y convertido en película de culto

Para algunos, la mejor película sobre Estados Unidos está escrita por un alemán. Ese alemán es Wim Wenders y esa película es Paris, Texas, que se estrenó en el Festival de Cannes en mayo de 1984, donde ganó el máximo galardón del certamen, la Palma de Oro, y se estrenó en los cines en agosto de ese mismo año. Hoy, 40 años después, la película protagonizada por Harry Dean Stalton y Nastassja Kinski se mantiene viva, sigue conmoviendo y no ha perdido la capacidad de plantear las mismas cuestiones íntimas, filosóficas y morales que entonces. 

La película arranca con un recorrido aéreo por el majestuoso paisaje de un desierto rocoso, tan cinematográfico y evocador, que lleva a pensar inevitablemente en los grandes westerns que han dado forma a los acontecimientos de América a finales del siglo XIX y principios del XX. En contraste, pronto aparece en escena Los Ángeles, con sus vallas comerciales, su comida rápida y un estilo de vida aparejado a una sociedad de consumo en la que Estados Unidos ha marcado siempre el rumbo.

En el primer enclave desértico aparece Travis, un hombre perdido, ataviado con un traje sucio y una gorra roja, con una garrafa de agua en las manos y un rostro quemado por el sol. Han pasado cuatro años desde que desapareció sin dejar huella, cuando abandonó a su hijo, Hunter, y a su mujer, Jane.

El pequeño, de siete años, vive al cuidado de su cuñada y su hermano, y es él quien viaja para recogerle cuando le avisan de su aparición. Sin embargo, Travis no pronuncia ni una palabra y, en cuanto tiene ocasión, trata de desaparecer de nuevo. El espectador se encuentra tan perdido como el protagonista de esta historia, que gana lucidez y conexión con su entorno a medida que recupera sus recuerdos, y es entonces cuando trata de enmendar lo que un día cambió.

El protagonista de Paris, Texas no busca la redención, pero tiene una misión y un pasado lleno de turbulencias que le impiden quedarse, y uno no sabe si realmente ha olvidado su pasado, o el dolor que le provoca recordarlo le obliga a vaciar de recuerdos su memoria. Este antihéroe amnésico que renace y encuentra motivos para llevar a cabo su misión recuerda irremediablemente al personaje de John Wayne en Centauros del desierto (The Searchers, 1956), de John Ford, uno de los cineastas que fascinaron a Win Wenders. Ambos, Ethan y Travis, regresan tras un tiempo alejados, ambos misteriosos, con un pasado desconocido y en busca de una mujer, pero les mueven motivos diferentes.

Uno no sabe si realmente ha olvidado su pasado, o el dolor que le provoca recordarlo le obliga a vaciar de recuerdos su memoria

Uno de los momentos más inolvidables de Paris, Texas es, sin duda, ese en el que Travis se reencuentra con Jane en el "peep-show" en el que ella trabaja, donde él la reconoce pero ella no se da cuenta. En otro momento, acude de nuevo y en una conversación en la que solo él puede mirarla -para algunos un monólogo, para otros una conversación en la que ella responde con lenguaje gestual- la palabra de Travis provoca una catarsis en Jane, que ya no volverá a ser la misma.

El motor de cambio de Travis es, precisamente, Hunter, el hijo en esta familia desestructurada, que decide acompañar a su progenitor en esta aventura. Si bien la historia de amor y la escena de la cabina es lo más memorable del filme, para esta redactora de Vozpópuli no lo es menos la relación entre el hijo y su padre biológico, y esa secuencia en la que, después de que Travis ha tratado de lograr el aspecto de un padre auténtico, acude a la salida del colegio y el pequeño decide volver con él a casa. En un primer momento, avanzando en diferentes aceras de forma paralela, en un juego que termina cuando, finalmente, Hunter perdona y acepta que su padre lo acompañe en el resto del camino.  

Paris, Texas y todos los astros

Esta película, a medio camino entre el "road movie" y el western, está escrita por Sam Shepard, cuenta con Claire Denis como ayudante de dirección y con Robby Müller en un trabajo de fotografía exquisito. La banda sonora está compuesta por Ry Cooder, quien firmó otras veinte más en su trayectoria, aunque ninguna tan célebre como la escrita para el filme de Wim Wenders, en el que el sonido de slide de la guitarra, esa técnica por la que se deja deslizar una suerte de cuello de botella por el mástil del instrumento, la convirtió en un acompañamiento musical inconfundible.

Wim Wenders reconoció mucho tiempo después en una entrevista concedida a The Guardian que ganar la Palma de Oro, el galardón más importante para el cine de autor, fue algo "terrible". "Creó un enorme vacío en mi vida durante los siguientes tres años porque todos esperaban que volviera a hacerlo y eso era lo único que no quería hacer", señaló el realizador alemán.

A continuación, y tras varios documentales, estrenó El cielo sobre Berlín (1987), un retrato de una ciudad aún dividida realizado a partir de ensoñaciones, seres celestiales y una historia de amor imposible con la que logró alejarse de su anterior película sin perder la complicidad del espectador ni de la crítica. Sin embargo, nunca volvió a estar tan cerca del éxito como en aquella ocasión. 

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