El escritor suizo Robert Walser era un paseante, acaso el fantasma literario predilecto de muchos lectores y escritores: Calasso, Coetzee, Enrique Vila-Matas, este último walseriano a más no poder, hasta el punto de convertirlo en el "héroe moral" de sus novelas. Así, el escritor catalán ha presentado en Madrid junto con Reto Sorg, director de Robert Walser-Zentrum en Berna, la reedición que ha hecho el sello Siruela de El paseo, una de sus obras más destacadas y la que resume su espíritu más fugaz. Walser murió el día de navidad mientras daba uno de sus largos paseos por la nieve. Se dice que lo consiguió un grupo de niños. Yacía tendido, con la mano en el corazón.
Walser murió el día de navidad mientras daba uno de sus largos paseos por la nieve. Se dice que lo consiguió un grupo de niños. Yacía tendido, con la mano en el corazón.
Su vida y obra están dotadas de una cierta fugacidad, una vocación de transparencia y evaporación, ejecutada con letra febril y apretada caligrafía de la que quedan libros como Escrito a lápiz. En su afán de no desear nada y simplemente desaparecer, ingresó voluntariamente en el sanatorio de Herisau (Suiza), aunque nadie sabe acertar si sufría una severa depresión o sólo quería apartarse del mundo y dedicarse a narrar lo mínimo, esa naturaleza que no necesita hacerse importante, porque ya lo era. "Aquí no he venido a escribir sino a volverme loco", dijo el suizo en una ocasión, según afirma Vila Matas.
Walser mantenía contacto con muy pocas personas. El escritor y editor Carl Seeling lo visitaba con regularidad y algunos domingos emprendían caminatas por Appenzell, un paisaje de colinas por el que solían perderse ambos en largas y contemplativas caminatas, muchas de ellas contadas por Seeling en el libro Paseos con Robert Walser (Siruela, 2000). Walser fue autodidacta, errante, finísimo estilista de la lengua alemana y sin duda una de las más grandes tragedias de la literatura centroeuropea... o no. Algo en él parecía buscar justamente eso: la desaparición.
Autodidacta y errante, la vida y obra de Walser están dotadas de una cierta fugacidad, una vocación de transparencia y evaporación
Incomprendido en vida por el público a pesar de que autores como Herman Hesse, Kurt Tucholsky, Robert Musil, Franz Kafka y Walter Benjamin le apreciaba, Walser ha conseguido sin embargo en Enrique Vila Matas una caja de resonancia, quien asegura que Kafka leía en voz alta a sus amigos las obras del suizo. Aunque hoy está considerado como uno de los más importantes autores en lengua alemana del siglo XX, escribió tres novelas que no obtuvieron el beneplácito de la crítica literaria de Berlín por lo que regresó a su ciudad natal de Biel y se dedicó a los relatos breves que escribía desde una habitación de sirvientes de un hotel.
Los textos contenidos en El paseo es una muestra de las miniaturas literarias del suizo. Un poeta sale a pasear y ante su mirada se alternan la belleza de la vida y el absurdo de las convenciones de la sociedad, el sonido de una voz que canta y el espectáculo del gran teatro del mundo. Entre el sabor más crítico y la más pura de las reflexiones, El paseo es una muestra del arte de este autor tan admirado por escritores como Kafka, Thomas Mann, Musil, Canetti, Walter Benjamin o Claudio Magris, entre otros.
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