Cultura

Pasolini: cien años del pensador que mostró nuestras derrotas

El artista italiano denunció las disfunciones de la naciente sociedad de consumo

A partir del sábado, centenario de su nacimiento, el mundo de la cultura celebrará el enorme y devastador legado de Pier Paolo Pasolini. "Enorme" porque escribió una cantidad considerable de libros clásicos -ensayo, ficción, poesía…- y también dirigió algunas películas que cambiaron el cine europeo (junto con otras que envejecieron tan mal como la mayoría de la vanguardia de la época). Pasolini fue una voz pública siempre valiente, capaz de escandalizar a reaccionarios con su hedonismo y de cuestionar el aborto frente a la izquierda clásica. Uso también el adjetivo "devastador" porque presenta un paisaje antropológico de derrota.

¿Su mayor aportación? Señalar que la sociedad de consumo es un poder autoritario y homogeneizador que empobrece nuestras vidas utilizando su enorme poder de seducción. En este artículo breve, Vozpópuli repasa sus principales profecías cumplidas. Por cierto, antes de leer los cinco apartados recordemos que el poeta y pensador friulano también nos advirtió contra sus defensores presentes y futuros, que muchas veces distorsionan su mensaje: "No quiero ser un personaje literario (…) Se llevan a un primer plano de mi obra solo los aspectos secundarios, como el lenguaje o la crueldad que existe en mi verdad. Un modo elegante para no detenerse en cambio la cuestión social, que es para mí, en mi intención de artista, la más importante", advertía. Cada lector sabrá juzgar por su cuenta quién le distorsiona y quién no.

El consumismo no nos hará felices

La tesis de Pasolini fue incluso más fuerte: que la sociedad de consumo desplegaba un poder anulador y homogeneizante más potente que el fascismo (cuyos instrumentos de control eran más rudimentarios y generaban menos consensos sociales). El fascismo solamente obligaba a los ciudadanos a fingir adhesión al poder, mientras que el consumismo ha conseguido implicarnos de manera activa con aliados tan potentes como la televisión. Italia abandonó los modos de vida tradicionales, consiguiendo que los pobres no tuviesen valores propios, ni rituales y enfoques distintos a los de los ricos. “Burgueses o proletarios, todos son hijos del consumismo, frágiles y desencantados, crueles e insensatos, se dirigen a la deriva, a la nada que los cerca y los cercará. Por siempre”, resumía en su ensayo clásico Cartas luteranas (1975).

El abismo del aborto

El pensador italiano, de mirada profundamente católica, se enfrentó a la izquierda y el feminismo declarándose contrario al aborto. Anticipó que la inercia progresista iba a poner a la izquierda al servicio del sistema, desafiando cualquier límite de sentido común (la nueva ley colombiana de interrupción a las 24 semanas es otra prueba de sus intuiciones). “Estoy traumatizado con la legalización del aborto porque, como muchos, la considero como una legalización del homicidio”, confesaba en sus Escritos Corsarios. Luego ahondaba: “Los convencionalismos y los periodistas imbéciles siguen enterneciéndose con la ‘parejita’ -como abominablemente la llaman-, sin darse cuenta de que se trata de un pequeño pacto criminal…”, denunciaba.

Oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de qué país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todo tipo”, denunció

Pasolini considera que era mucho más sensato el enfoque de la generación de su madre y su abuela: “Antes todo hijo que nacía era bendito por ser garantía de vida; por el contrario, todo hijo que nace hoy es una contribución a la autodestrucción de la humanidad y por lo tanto es maldito… un nuevo poder falsamente tolerante… ha relanzado a gran escala a la pareja, otorgándole todos los privilegios y derechos por su conformismo. Pero a dicho poder no le interesa una pareja creadora de prole (proletaria) sino una pareja consumidora (pequeñoburguesa)”, escribe. Han leído bien: a Pasolini dos hijos le parecían pocos. Pueden imaginarse que pensaría del feminismo que equipara infertilidad con liberación.

La pantomima del antifascismo

Una de las mejores introducciones recientes al pensamiento pasoliniano es la brevísima recopilación titulada El fascismo de los antifascistas (Galaxia Gutenberg, 2021). Se trata de una serie de artículos periodísticos que parecen escritos el jueves pasado viendo las intervenciones televisivas de Antonio Maestre, leyendo la cuenta de Twitter de Miquel Ramos o las piezas de Steven Forti en Ctxt. Pasolini denuncia el antifascista como una forma de luchar contra fantasmas imaginarios en vez de plantar cara a las élites dominantes de nuestro tiempo. “No hace falta ser fuerte para enfrentarse al fascismo en sus manifestaciones delirantes y ridículas: hay que ser fortísimo para enfrentarse al fascismo como normalidad, como codificación, diría yo, alegre, mundana, socialmente elegida, del fondo brutalmente egoísta de una sociedad”. Es cómodo derrotar a Franco en 2022, ya que lleva medio siglo muerto, mucho más que enfrentarse a los estragos de la economía especulativa y a los oligopolios de Silicon Valley.

La izquierda vive un proceso de reblandecimiento

El día antes de que le asesinaran, 2 de noviembre de 1975, Pasolini había concedido una entrevista donde explica su decepción con la izquierda occidental. Lo expresa en términos rotundos: “Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón. Como estaban excluidos de todo, nadie los había colonizado (…) Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida que tiene el único objetivo de hacerse libre y dueña de sí misma. Se entiende que me imagino que pueda todavía llegar un momento así en la historia italiana y en la del mundo”, confiesa al periodista Furio Colombo.

Más intuiciones: “Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de qué país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todo tipo”, denuncia. El titular de aquella charla, “Todos estamos en peligro”, escogido por el propio escritor, resultó tristemente profético de los sucesos de la noche siguiente.

La lucha por la libertad sexual es contraproducente

La gran paradoja de Pasolini: pocos pelearon tanto como él por la liberación sexual y ninguno supo ver tan claro que ese combate era inútil (incluso funcional para el sistema dominante). Sus tesis pueden leerse en la recopilación Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas (Errata Naturae, 2014): “Esa libertad sexual por la que yo he peleado tanto, hela aquí, la tenemos a nuestro alrededor, todos los días, es algo espantoso, porque se trata de una falsa tolerancia concedida desde arriba, concedida por ese nuevo modo de producción que quiere que el sexo sea libre porque donde hay libertad sexual hay un consumo mayor. Es así como han nacido los guetos pornográficos en Copenhague", lamentaba. El asesinato de Pasolini nos privó de nuevas películas donde intentaría reorientar los conflictos sexuales en la era del consumismo, que era lo que más le interesaba en el momento de su brutal asesinato. A pesar de la tragedia, su pensamiento y su ejemplo sigue más vivo que nunca.

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