Cultura

La pataleta de Broncano y el ejército de palmeros progresistas (por qué 'La Revuelta' no tiene razón)

El presentador se ha convertido en un icono del victimismo subvencionado

David Broncano se quiere vender como una estrella relajada, con carisma suficiente como para manejar cualquier contratiempo con media sonrisa irónica. Apenas se preparó su comienzo de temporada, donde recurrió con frecuencia a invitados desconocidos, mandando el mensaje de que su aura personal es suficiente como para conservar -y ampliar- la fidelidad del público. Lo mismo le vale un surfero invidente que un delantero del Zamora, al que le avisa con cinco horas de antelación para que se plante en el teatro de Madrid donde se graba el programa. Cuando te llaman de La Revuelta, hay que dejarlo todo para que él tenga alguien de atrezzo en el plató, ya que tampoco se prepara las entrevistas; es la estrella visitante quien tiene que entretener y "estar a la altura". Lo señaló hace unos días Carmen Machi, que le soltó en directo que no había venido antes al programa porque le estresaba la dinámica de dejar todo el peso en el invitado, que pasa por una examen más que por una reivindicación.

Bajo su apariencia simpática, Broncano es el presentador más sobrado de nuestra televisión, como está confirmando noche tras noche. La semana pasada protagonizó una pataleta histórica por el hecho de que El Hormiguero le recordase que las exclusivas hay que respetarlas. Imaginen que un reportero de Antena 3 saltase por su cuenta a la pista de Roland Garrós a hacer las primeras preguntas a Carlos Alcaraz después de una final cuando TVE ha pagado cientos de miles de euros por ese tipo de acceso. Imaginen, además, que quien no ha respetado ese acuerdo se ponga a gimotear en antena después. Si Broncano puede comportarse como un niñato es porque tiene detrás un ejército de palmeros progresistas que le ríen todas sus gracias, desde Marta Nebot a diversos columnistas de El País, alistados en la guerra más absurda contra Pablo Motos.

El programa parece la hora del recreo de media docena de cuarentones con tendencia a disfrazarse de 'skater', pirata o moderno de Brooklyn

El pasado verano, desde antes de que abriera la boca en el estudio, quedó claro que Broncano venía muy crecido. Bastaba ver el bombo con la bandera de España que había escogido como elemento distintivo del programa. Era un ingrediente tan simple como revelador de su idea sobre el país donde vive. España para él es Manolo “el del Bombo” y al público de aquí se le maneja percutiendo un tambor cada vez que les nota eufóricos, así sudan un rato y se van a casa contentos. Hay pocos presentadores que hablen a su público tan desde arriba como Broncano, que con cada pregunta "espontánea" que les hace refuerza la sensación de que ellos también han venido al teatro para entretenerle a él, no viceversa.

Señores disfrazados

Aunque a muchos les pueda sonar extraño, la masculinidad de La Revuelta resulta mucho más tóxica que la de El Hormiguero. El programa parece la hora del recreo de media docena de cuarentones con tendencia a disfrazarse de skater, pirata o moderno de Brooklyn. Dejé de verlo el día que le hicieron una entrevista lamentable a la trapera La Zowi, que se negó a ejercer de mono de feria para animarles, además de que tuvo que explicarles que iban tres décadas de retraso en su conocimiento del hip-hop. La única apuesta cultural de La Revuelta es la cultura de la celebridad: charlar sin profundidad ni propósito con triunfadores del deporte, el espectáculo y las redes. Llegar a algo sustancial les estropearía la alquimia del programa, que consiste en demostrar que ellos merecen la atención de la cámara incluso en sus momentos más banales.  A lado de La Revuelta, programas como El Intermedio y El Hormiguero parecen La Clave.

Broncano es el tipo de presentador sin gran cosa que decir.  Cuando lo intenta -por ejemplo, sus puyitas sobre la crisis de la vivienda-, suele quedarse en la superficie. Le gusta que en su plató se lea el artículo 47 de nuestra Constitución, el del derecho a la vivienda, pero quedarse ahí es como leer en público el libreto de instrucciones de una lavadora. Lo que no va a hacer nunca es traer al programa a un experto en gentrificación ni a un cómico deshauciado a contar su experiencia. Eso sería demasiada intensidad para un programa que usa las risitas como anestesia de cualquier debate. En mi condición de contribuyente, creo que tengo derecho a decir que lo único que aporta Broncano a TVE es audiencia, que no debería ser nunca la prioridad de una televisión pública donde no se emiten anuncios. Las pataletas de estrella afean aún más el programa.

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