Desde un códice de alto valor histórico hasta el cepillo de una iglesia de un pequeño pueblo. La Unidad de Patrimonio de la Guardia Civil no hace distinciones en su empeño por recuperar las obras de arte robadas en su demarcación, unos delitos que se han reducido a la mitad en la última década.¿A qué se debe esta reducción? El comandante jefe del Departamento de Delincuencia especializada de la Guardia Civil, Jesús Gálvez, lo atribuye fundamentalmente a la mayor concienciación de administraciones, Iglesia y particulares, que han adoptado más y mejores medidas de seguridad para proteger el patrimonio de todos.
Según los datos que Gálvez ha aportado ala agencia de noticias Efe, de entre los 150 y 200 robos anuales de obras de arte (excluido el patrimonio arqueológico) en los primeros años de este siglo, se ha pasado a entre 50 y 100 en el inicio de esta década. Las últimas estadísticas cerradas, correspondientes a 2011, cifran en 83 los delitos contra el patrimonio en la demarcación de la Guardia Civil. Es decir, robos en mansiones históricas, palacetes, casas de zonas rurales poco habitadas, iglesias o ermitas. En suma, fundamentalmente arte sacro al que los delincuentes le dan salida en el mercado nacional e internacional.
Gálvez cree que todas las administraciones, la Iglesia y los particulares son cada vez más conscientes de la importancia de sus bienes y han invertido en medidas de seguridad, como sistemas de alarma. Un ejemplo de cómo se ha aprendido a proteger el arte es Castilla y León, una comunidad de una riqueza artística impresionante y amplio patrimonio que, incluso, llega a contar en algunos de sus municipios con más Bienes de Interés Cultural (BIC) que habitantes.
Pero en la reducción de los delitos no sólo ha contribuido esa concienciación, sino también el mayor control policial del comercio de antigüedades y obras de arte, que dificulta cada vez más la salida de la mercancía robada. La mitad de los robos se esclarecen y entre un 30 y un 50 por ciento de los objetos sustraídos se recuperan, según relata el comandante, quien insiste en que es precisamente éste el máximo objetivo de los agentes.
No hay un "censo" de bandas dedicadas a este tipo de delito, pero la Guardia Civil tiene claro que se trata de los mismos grupos organizados que cuando salen de prisión vuelven a actuar, tal y como demuestran las estadísticas. Son bandas conocidas por los agentes de la Unidad -que lleva trabajando en esta materia desde 1991-, "bastante especializadas, medianamente estables y reincidentes", como las define el comandante.
No trabajan exactamente por encargo, aunque perpetran los robos cuando tienen prácticamente organizada la venta del objeto al informarse con anterioridad del tipo de piezas -bibliográficas o documentales, mobiliario, arte sacro o antigüedades- que pueden tener mejor salida en el mercado en ese momento. "Cuando saben que pueden 'blanquear' las obras a través de comerciantes de antigüedades, salas de subasta o particulares, dan el salto al robo", señala Gálvez.
Las zonas geográficas que sufren mayores sustracciones de obras de arte son, además de Castilla y León, las comunidades de Castilla-La Mancha, Madrid, Galicia, Cantabria y Asturias. Los investigadores persiguen la pieza robada hasta el destinatario final y, de hecho, muchas operaciones policiales concluyen en el extranjero, donde en más de una ocasión se han recuperado obras sustraídas muchos años antes en España.
Para la Guardia Civil, las casas de subasta son esenciales para su labor. Su colaboración, subraya Gálvez, es fundamental, ya que antes de una subasta suelen remitir a la Unidad un ejemplar del catálogo de obras por si alguna de ellas fuera robada. Así, los agentes cotejan esas piezas en las bases de datos nacional y de Interpol, en las que están fichadas las obras no recuperadas. Hay recuperaciones que producen una especial satisfacción, reconoce Gálvez. Entre ellas, la del códice del Beato de Liébana, un libro único del siglo X que fue robado en el Museo Diocesano de la Seo de Urgell (Lérida) en 1996 y recuperado meses después en Valencia.
Pero para los diez agentes especializados de la Unidad central de Patrimonio del instituto armado, más allá del valor económico o cultural de la pieza recuperada, está el que le dan los habitantes del lugar donde ha sido sustraída, porque para ellos esa imagen o ese documento forma parte de su identidad. "Por eso, para nosotros todos los trabajos son importantes y nos da igual que se trata de un gran códice, una imagen religiosa de un pequeño pueblo o una pieza arqueológica cuya existencia se desconocía", concluye el comandante.
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