Ojalá tener 79 años y seguir flipando con la música como Paul McCartney, que para más inri lo hace con su propio material, con una línea de bajo o la trompeta piccolo de 'Penny Lane'. "¡Guau!", exclama el beatle dando una palmada y mirando a Rick Rubin como un crío que se acaba de encontrar con un juguete perdido. Rubin es otro niño, que se sienta descalzo en el suelo para escuchar las historias de su interlocutor en blanco y negro.
McCartney 3, 2, 1 (Zachary Heinzenling, 2021) es una docuserie dividida en seis episodios –de media hora cada uno– para los muy cafeteros. Esto significa que hay más datos técnicos que anécdotas sobadas; más influencias y referencias que mitos y leyendas. Una de ellas, archiconocida, el origen de Lucy in the sky with diamonds. "Todo el mundo pensaba que era LSD. Lucy, Sky, Diamonds. Pero en realidad era su hijo, Julian Lennon, que había estado en la escuela y había traído un pequeño dibujo de su amiga de la escuela, Lucy. Dibujó estrellas alrededor de ella. Y los llamó diamantes, y ella era Lucy, y porque estaba como flotando, era Lucy en el cielo con diamantes. Él [John] dijo: “Creo que es un gran título para una canción”, aclara 'Macca' a Rick Rubin. John Lennon daba fe de ello en Antología: "Mi hijo volvió a casa con un dibujo de una mujer muy rara que volaba por el cielo. Le pregunté qué era y me dijo que era Lucy en el cielo con diamantes […]. Inmediatamente escribí una canción sobre ella". Ringo Starr, por su parte, fue testigo ocular cuando Julian le enseñó a su padre "los típicos cuatro garabatos de crío". También defiende la teoría del dibujo.
De vuelta a McCartney 3, 2, 1, Paul, sin embargo, reconocía que en aquellos años "todo el mundo se drogaba" y que Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Parlophone, 1967) fue "intencionalmente un álbum divertido para los tiempos de la droga". George Martin, el productor del disco, sabía que The Beatles fumaban marihuana, pero nada más. O eso creía. "Era tan inocente que llevé a John al tejado en pleno viaje de LSD sin tener ni idea de lo que le pasaba. Si hubiera sabido que había tomado LSD, el tejado habría sido el último sitio al que lo hubiera llevado". Lennon, en efecto, había tomado LSD en el estudio, pero solo una vez y ni siquiera sabía que era LSD, sino anfetas. Por supuesto, respalda los hechos descritos por George Martin en el tejado.
Martin se consideraba un tipo "bastante tradicional" y el grupo sabía que el productor no aprobaba las drogas. "Nunca fumaron porros delante de mí: lo que hacían era bajar a la cantina, echar un par de caladas y volver un poquito contentos». Entre Revolver (Parlophone, 1966) y Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band había cierta sensación de que algo había ocurrido, pero como afirmaba Lennon, "es pura especulación".
Como si Lennon viviera
McCartney habla –en McCartney 3, 2, 1– con tanto entusiasmo de su obra que parece que John Lennon no haya muerto. Sirva de ejemplo el momento en el que Rick Rubin le cita una frase sacada de la entrevista que Lennon concedió a David Sheff en 1980 (el texto se publicó en el número de enero de 1981 de Playboy): "Paul es uno de los bajistas más innovadores que han existido, y la mitad de las cosas que se hacen ahora están copiadas directamente de su etapa en los Beatles. Pero es un gran músico". Paul duda, entonces pregunta si eso lo había escrito él mismo. "Fue John Lennon", le aclara el productor. Y aquí es cuando viene uno de los momentos más grandes de este documento, cuando a Paul se le ilumina la cara con una sonrisa: "Come on, Johnny!". Lennon fue asesinado el 8 de diciembre de 1980, pero la efusividad de McCartney hacía pensar que su compañero seguía vivo en julio del 2021. Hay que creer en la magia.
Los Beatles eran jóvenes y que no querían aburrirse. Muchos hallazgos que Rick Rubin entendía que habían tenido mucho trabajo detrás lo desmentía Paul", dice Rubén Pozo
Por su lado, Rick Rubin entrevista sin chuleta, solo con una consola Neve delante en la que baja y sube los graves o aísla pistas vocales con los faders. Es el conductor más idóneo para esto, qué duda cabe. ¿Por qué no sustituir a los críticos musicales por productores (si se permite la boutade)? A pesar de haber producido a artistas tan dispares (Beastie Boys, Run DMC, The Cult, Public Enemy, Slayer, Danzig, The Black Crowes, Red Hot Chili Peppers, Mick Jagger, Tom Petty, AC/DC, System Of A Down, Johnny Cash…), Rick Rubin es de esa clase de productores que entiende al músico hasta tal punto de reflotar su carrera (como hizo con Johnny Cash) o de cambiarle el sonido sin perder la personalidad (Wildflowers de Tom Petty). Jack White habría sido otro buen maestro de ceremonias, quizás. "En un documental del 2005 que se llama Chaos and creation at Abbey Road (Simon Hilton, 2005), que se hizo con la salida del álbum Chaos and creation in the backyard (Parlophone, 2005), McCartney explicaba los mecanismos de las canciones, pero ahí lo hacía él solo, mientras que en McCartney 3, 2, 1 lo más fascinante es que otra persona como Rick Rubin, que ya sabemos todos de su valor, vaya desgranando lo que ocurre, el mecano de las canciones", pone en antecedentes Edu Galán (Mongolia) para Vozpópuli.
Zachary Heinzerling desvelaba en una entrevista reciente con Rolling Stone que la serie nació después de que Rubin –con acceso completo al catálogo de The Beatles– eligiera las canciones de las que quería hablar: "El amor infantil que tiene Rick por los Beatles, la capacidad de Paul para recordar ciertas decisiones tomadas a lo largo de su carrera y las historias que hay detrás de cuestiones como '¿Por qué tocaste así el bajo?' o '¿De dónde viene ese sonido?' levantan el telón de algunas de estas canciones tan legendarias y que nunca pudimos imaginar cómo fueron creadas". Rubén Pozo, fan de The Beatles, coincide con las palabras del director. "Ver a un genio de la música popular explicando cómo lo hacían me ha gustado mucho, como lo que comentó de cuando eran jóvenes y que no querían aburrirse. Muchos hallazgos que Rick Rubin entendía que habían tenido mucho trabajo detrás o ensayo previo a la sesión de estudio lo desmentía Paul", nos cuenta.
Compositor de ballet
El exPereza se colocó una camiseta del With The Beatles (Parlophone, 1963) la tarde que empezó a ver McCartney 3, 2, 1 y subió una foto a Twitter: "Supongo que ya lo sabéis: la segunda dosis de la Pfizer te deja, al día siguiente, como si estuvieras incubando la gripe. Doy fe. Me ha aliviado hoy un docu de Paul Macca hablando con Rick Rubin que me ha pasado mi amigo Carlos Vudú. Esta noche echan Yesterday (Danny Boyle, 2019) en Telecinco. ¡Cuidaos!". Edu, en lo que a sus gustos respecta, es "muy, muy, muy" fan de McCartney con The Beatles pero también en solitario, y alababa este documental utilizando la palabra masterpiece (obra maestra). No le falta razón: "Paul McCartney es un gran letrista, evidentemente, porque Eleanor Rigby o tantas otras no se pueden escribir solas, pero tiene esa obsesión por la música y su estructura. Lo que pone de manifiesto este documental es la tremendísima complejidad, la creatividad desbordante que tenían y que tuvo él durante toda su carrera; de pronto está cantando Check my machine o cosas en solitario –echo de menos que en el documental hubiese más cosas en solitario– que tienen una complejidad brutal bajo una aparente sencillez".
Al aislar la pista del bajo, Rubin se sorprende: '¡Ni suena como un bajo!'. Paul asiente
En un mercado saturado de series que son llamadas 'míticas' sin haber terminado la primera temporada, conversaciones sosegadas –como la de Rubin y McCartney– o historias como las que se cuentan en Summer of soul –también en Hulu– son de agradecer. Paul McCartney no necesita ser un mito en seis episodios. "Los bajos de McCartney son una maravilla", continúa Rubén. "Lo hacía sobre un acompañamiento muy recto y muy definido. Escuchando a los Beatles oyes cómo McCartney va haciendo ballet en muchas canciones: Something, Dear prudence… Es una pasada. Es un genio de la música popular. Quizá el más grande. Y si no lo es, es porque el otro es John Lennon".
Otro de los muchos momentos más emotivos de McCartney 3, 2, 1 sucede en el primer episodio, cuando Paul recuerda a George Harrison y cómo se conocieron en el autobús que los llevaba a la escuela. George se sentó al lado de Paul y empezaron a hablar de música y guitarras.
"Si tuvieras que adivinar, ¿cuántos de los otros niños –en el autobús– se interesaban por la música?", pregunta Rick Rubin.
"Yo diría que uno, con suerte", contesta Paul.
Beatles haciendo autoestop
George y Paul viajaban a dedo y esperaban a un lado de la carretera calentando una lata de pudin de arroz. También solían ir al cine –en la esquina Rose Line– con bastante frecuencia. Antes del comienzo de una película, proyectaron un anuncio de la casa de muebles Link, cuyo eslogan era: "Are you thinking in Linking?". Paul pensó que esa frase podía dar pie a una buena canción al estilo de Buddy Holly. Con una guitarra acústica, McCartney comienza a cantarle a Rubin: "Thinking of linking my life with you…". El barbudo productor sigue con la cabeza un ritmo parido entre 1957 y 1958. Le resulta increíble. "Otra cosa preciosa es que está hablando un productor de música sin que él sepa escribir música, que es maravilloso también y se pone de manifiesto una y otra vez", añade Edu Galán.
"Cuando analizan While my guitar gently weeps y aíslan las pistas y el bajo y lo que hacía George Harrison con la guitarra, parece que suenan dos canciones distintas", comenta Rubén al hacer referencia a este momento, cuando Rick Rubin se enfoca en la pista de guitarra de Eric Clapton, el primer 'no beatle' que colaboraba en un álbum de The Beatles. No estaba allí, en el estudio número dos de Abbey Road, como el guitarrista de Cream, sino como el amigo de George. Al aislar la pista del bajo, Rubin se sorprende: "¡Ni suena como un bajo!". Paul asiente, está de acuerdo en que es un sonido muy agresivo si se compara con la guitarra de George Harrison.
Muchos padres incautos compraron una localidad en Las Ventas para ver a The American Beetles en 1964
Rubin sigue sin poder explicárselo: "Nunca antes había escuchado un sonido de bajo como ese. Es casi como si dos canciones se estuvieran tocando simultáneamente". McCartney solo sabe decir "yeah" y le da otro motivo a Rick para que alucine un poco más, muteando el bajo y dejando solo la guitarra acústica y las voces. "¡Fascinante!". El beatle, menos expresivo ahora, reconoce que es la primera vez que se da cuenta de esto. ¿Cuántos años tiene, por ejemplo, While my guitar gently weeps? ¿53 años? Desde luego sí que resulta increíble que, a día de hoy, sigan descubriéndose en temas de The Beatles tonos, notas, pistas o instrumentos que habían estado medio siglo "escondidos". Esto se resume con una gran reflexión de Paul en el cuarto capítulo: "Si el productor no se da cuenta del error, entonces no es un error". Edu concluye: "También me parece maravilloso, aparte de los recuerdos y demás, que de pronto empieza a descubrir cosas en las canciones que había metido sin él saberlo. Es una serie documental deliciosa para fans de los Beatles y para cualquiera que le guste y esté interesado mínimamente en la música, en la cultura pop y en la historia del siglo XX".
Devoto de Chuck Berry
Treinta y seis canciones del repertorio de McCartney (tanto con The Beatles como en solitario y con Wings) componen el espinazo de estas seis entregas, a las que habría que sumar los temas ajenos. En total, puede que la cifra de cortes esté cerca de la setentena. Todo ello regado con una conversación que lleva al descubrimiento, tanto sonoro como anecdótico (el robo a punta de cuchillo de las maquetas de Band on the run en Lagos, Nigeria, pese a las advertencias del peligro que suponía salir por la noche; la transformación de Come together para que no fuera igual que You can't catch me de Chuck Berry; la influencia de la música clásica en las composiciones del grupo; cómo compuso Yesterday a partir de un sueño…).
En algo más de diez años, The Beatles publicaron un buen puñado de temas tan memorables como universales, y eso está al alcance de muy pocos (un indicativo es el acorde de A hard day's night). Es innegable el fenómeno (beatlemanía) que surgió en los sesenta con The Beatles y la influencia que tuvo la llamada "invasión británica" en la cultura pop. Para muestra un botón: la copia que engañó a muchos incautos padres que compraron una localidad en Las Ventas para ver a The American Beetles (19 de septiembre de 1964) en un "trepidante espectáculo de moderno ritmo", un año antes del aterrizaje de los verdaderos fab four en España (2 de julio de 1965 en Madrid y 3 de julio en Barcelona). Para los grises, una masa a la que machacar. Para la juventud, una música de revolución. Tal es así, que a día de hoy hay quien termina sus días con un Fa demencial hasta perderse en el silencio, igual que el último acorde de piano de A day in the life.
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