El gran Gastby, de Fitzgerald; Tener o no tener, de Hemingway; Las uvas de la ira, de Steinbeck; El largo y cálido verano, basada en textos de Faulkner; La Lolita de Nabokov vista por Stanley Kubrick; la Muerte en Venecia de Thomas Mann y El Gatopardo lampedusiano de Visconti -al que hace poco dedicamos una pieza-; El Desprecio, de Alberto Moravia, adaptada por Jean-Luc Godard… La lista es larga y demasiado ambiciosa como para que nos quede bien. Admitámoslo.
Las relaciones entre cine y novela han tenido accidentados, a veces nefastos, resultados; en otras, las versiones cinematográficas superan –o le hacen un favor- a los originales –Isabel Allende sabrá de eso, suponemos-. Lo que sí es cierto e imposible de negar es la relación más o menos saludable de dos mundos que tienen como último fin contar, de la mejor manera posible, una historia.
En ese trajín muchos novelistas se han dado a la tarea de guionistas. ¿Quién imaginaría a un hosco y pequeño hombre del Sur, como William Faulkner, perder el habla en el vestíbulo de un hotel en Hollywood ante Lauren Bacall durante el rodaje de El sueño eterno? Sí, tal cual. Pero Faulkner no sólo hizo el guión de la novela de Chandler para este film de Howard Hawks; participó también en Tener y no tener, Cruz de madera, Tierra de faraones y Today we live. Es obvio que Hawks y él se llevaban de maravilla. No como le pasaba a Nabokov y Kubrick, cuya relación fue algo tirante durante el rodaje de Lolita, ni qué decir sobre cuánto se enfadó Stephen King con su versión de El resplandor.
Pero bueno; a lo que vamos. Entre este año y el anterior la cartelera de cine ha elegido desde grandes clásicos de la literatura realista como Anna Karénina o la victoriana Grandes esperanzas, hasta El Gran Gatsby, una de las joyas de la primera mitad del siglo XX de la gran novela norteamericana de la que se han hecho ya hasta cinco versiones. Y ésa es justamente nuestra intención, colocar la lupa sobre cada título para saber no sólo el enorme peso literario que ya afrontaron quienes escogieron esos clásicos, sino también las miradas cinematográficas previas que les preceden. De plano hay que decir que Greta Garbo, en el caso de Keira Knightley, y Francis Ford Coppola en el caso de David Nicholls, suponen versiones difíciles de superar.
La Anna Karénina número 25
Según registran algunas antologías cinematográficas, la primera versión que se hizo Anna Karénina fue dirigida en la Unión Soviética de 1911. De aquella primitiva adaptación se sabe tan sólo que tenía 350 metros de longitud. Tres años más tarde, también en la Unión Soviética, V. Gardin volvió sobre el personaje de Tolstói esta vez con más perspectivas de espectáculo.
Casi 30 años después, Clarence Brown dirige el clásico con Greta Garbo y Fredric March como protagonistas. Garbo, quien ya había interpretado en 1927 una versión muda de la joven rusa que engaña a su esposo con un oficial del ejército, convenció a la crítica con una actuación que, para muchos, salvó la adaptación. Tiempo después, en 1948, y dirigida por Julien Duvivier, Vivien Leigh tuvo que enfrentar a una Anna Karénina que, según cuentan, no hizo más que desquiciarla; la volvió insoportable e irascible. Y aunque la crítica calificó su trabajo como elegante y justo, la versión de Duvivier fue considerada demasiado sosa.
Según Internet Movie Database, de Anna Karénina se han hecho 25 versiones para cine y televisión. Entre ellas podríamos destacar la que dirigió, en 1967 Aleksandr Zarjí, con Tatiana Samóilova en el papel protagonista y Maya Plisétskaya en el pequeño papel de la Princesa Betsy Trubetskaya; la película para televisión dirigida por Simon Langton con Jacqueline Bisset y Christopher Reeve e incluso la versión que hizo Bernard Rose en 1997 con Sophie Marceau y Sean Bean.
Joe Wright se enfrentó entonces no sólo a un clásico literario, sino también cinematográfico. A pesar de todo ni la experiencia de Orgullo y prejuicio ni la participación del dramaturgo y guionista británico Tom Stoppard en el equipo, le aseguraron un resultado convincente. Javier Ocaña, que no Boyero, la llamó a la película “rococó” y vacía; el New York Times dijo que dentro de las adaptaciones mediocres no estaba tan mal, mientras que The Guardian se entusiasmó salvándole los muebles a Stoppard; pero no más. A diferencia de lo que le dijeran a la Garbo, a Keira Knightley la acusaron de fría y de no haberse leído el texto.
El sexto Gatsby
Long Island. Nueva York. Años 20. El joven y adinerado Jay Gatsby, un hombre y un nombre sobre el que gira la sombra de la falsificación, se alza como el arquetipo de los años de desafuero de los que el propio personaje parece un síntoma o advertencia. Acosado por la soledad, Gatsby sólo quiere una cosa: recuperar a Daisy, su amor de su juventud, con quien rompió cuando era un don nadie, un pobretón. Publicada en 1925, los lectores no acogieron del todo con entusiasmo la novela de Fitzgerald, de la se vendieron menos de 24.000 ejemplares hasta su muerte.
Existieron dos versiones, una primera, llamada Trimalchio, en referencia al esclavo liberto y enriquecido del Satiricón de Petronio que organizaba disparatadas fiestas en la Roma imperial. De esa primera versión entregada en 1924, su editor Maxwell Perkins le dijo que se trataba de una obra confusa y con lagunas. Fiztgerald trabajó en Italia hasta entregar la versión definitiva en abril de 1925; lo que hoy conocemos como El Gran Gatsby. Un año más tarde, en 1926, Herbert Brenon hizo una película muda basada en el libro de la que no se conservan documentos.
Casi 25 años después, Elliott Nugent rueda una adaptación con Alan Ladd como protagonista y en 1974 Jack Clayton hace una versión con Robert Redford como Gatsby y Mia Farrow en el papel de Daisy. Los resultados, al parecer, no fueron del todo alentadores en cuanto a lo que la interpretación de Jay Gatsby se refiere. Incuso, se dice que el propio Redford pidió a sus amigos que no viesen el film. Otra cosa completamente distinta es la que se dice de la actuación de Farrow y el guión en el que trabajaron juntos Francis Ford Coppola y Vladimir Nabokov. Tres décadas después, en ocasión del 75 aniversario de la novela, la BBC hizo un Gran Gatsby para televisión dirigido por Robert Markowitz. En ésta, la actriz estadounidense Mira Sorvino y el británico Toby Stephens interpretaban los papeles estelares.
Para este 2013 se espera el estreno de la versión de Baz Luhrmann, director de películas como Moulin Rouge. Jay Gatsby es interpretado por Leonardo DiCaprio; Nick Carraway por Tobey Maguire y Daisy por Carey Mulligan. A pesar de que se estrenó como fuera de muestra en el pasado Cannes, todavía no hay un posicionamiento de la crítica, que quiere ver de lo que Luhrmann es capaz.
250 Grandes Esperanzas
Para su director Minke Newell esta película era una necesidad; no sólo porque el 2012 había sido el año Dickens, sino porque necesitaba sacarse una espina. Obsesionado con adaptar al escritor británico, Newell había intentado llevar a la gran pantalla Dombey e hijo, también de Dickens. Pero fracasó estrepitosamente al enfrentarse a mil páginas del texto. Grandes esperanzas, dice él, ocupaba la mitad. Y fue a por ella.
Es una de las novelas más populares de Charles Dickens. Se publicó como una serie durante todo un año, entre 1860 y 1861, con el nombre All the year round. El volumen definitivo, impreso en 1861 ocupó tres tomos, en los que se narra la historia de Pip,, un joven huérfano y miedoso, cuyo humilde destino se ve agraciado por un benefactor inesperado que cambiará el sino de su vida. Convertido en todo un caballero del Londres victoriano, irá tras Estella, su amor de la infancia.
Esta historia, en la que se mezclan drama y retrato social, ha sido llevada al cine y al teatro en más de 250 ocasiones. Entre ellas, en 1946 por David Lean, cuya referencia ha sido una especie de espada de Damocles para Newell, y en 1998 por Alfonso Cuaron, quien hizo una adaptación contemporánea con Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow y Robert De Niro.
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