¿Son unos privilegiados quienes consiguen contar sus historias en las películas? ¿Es el cine un ámbito accesible solo para unos pocos? ¿Está el arte desprovisto de la mirada de los más desfavorecidos? ¿Pueden las películas huir de la fascinación para hablar de lo que en realidad sienten y piensan quienes pertenecen a las clases más bajas? Hace apenas unos días, un profesional del cine señalaba en las redes sociales que "las películas las ruedan los ricos" y que el cine está encerrado "en un bucle de autocomplacencia burguesa, narrativa y estética", para lo que hace falta cambiar algunas cosas, una afirmación que muchos aplaudieron.
Esto es un "secreto a voces", señaló al comienzo de su tuit el director de cine Víctor Alonso-Berbel, quien propone en un texto publicado en la plataforma Medium un "decálogo para democratizar el cine del futuro" y evitar "perpetuar la mentira colectiva". "Quiénes somos condiciona las historias que contamos", señaló este cineasta, para quien esta situación se debe a asuntos como la ausencia en la educación pública de una formación especializada; unas prácticas precarizadas que excluyen a quienes necesitan un sueldo; el propio desarrollo de las películas, en las que el guionista cobra cuando el proyecto se rueda; o los "mitos" de la meritocracia.
Según los datos que ofrece en su web el Ministerio de Cultura y Deporte, actualmente en España existen 41 escuelas de cine y cinco proyectos de alfabetización audiovisual. Uno de los centros más importantes, la ECAM, cuenta con varias becas para cada master con las que se financia la mitad de la matrícula, mientras que la escuela TAI cuenta con unas "becas al talento" y la ESCAC tiene un programa de becas de acceso al Grado en Cinematografia. Sin embargo, no parece suficiente para atraer a creadores de las clases trabajadoras que, según un estudio presentado a finales de 2022 en Reino Unido, suponen solo el 8% de los artistas.
Para Alonso-Berbel, es necesario "garantizar el acceso universal a los estudios de cine", así como no perpetuar el acceso "exclusivo" de las élites a las escuelas en las que algunos profesionales del audiovisual dan clase. Asimismo, aboga por compartir espacios, remunerar las prácticas, "nunca trabajar gratis", dar una vuelta a la selección de proyectos para no privilegiar a quienes ya tienen una carrera consolidada, hacer públicas las ofertas laborales, romper el tabú del dinero, cuestionar la meritocracia y, por último, asociarse.
"El acceso a la industria está muy condicionado por el nivel adquisitivo que uno tiene cuando empieza la carrera, una traba que es real y existe"Natxo López, guionista y miembro del sindicato ALMA
El guionista Natxo López, miembro del sindicato ALMA, defiende que dedicarse al cine "no es fácil" y que hablar de privilegio implica que se trata de "un regalo", cuando, aunque es "una suerte" porque pocos se pueden dedicar a ello, conlleva "mucho trabajo y mucho talento". En cualquier caso, coincide con Alonso-Berbel en que "el acceso a la industria está muy condicionado por el nivel adquisitivo que uno tiene cuando empieza la carrera, una traba que es real y existe". "Hay gente que jamás podrá tener acceso a determinados niveles de la industria o lo va a tener más difícil que otra gente que sí se lo puede permitir", apunta en declaraciones a Vozpópuli.
Respecto a los contenidos, López considera que "no es necesario provenir de un ambiente depauperado para contar ese tipo de historias", pero sí cree que "es más fácil que alguien de un barrio tenga más interés en contar esa historia, y que la falta de cineastas que provienen de clases desfavorecidas hacen que se hable menos de esos temas". En cualquier caso, considera que hay que poner el foco no tanto en si el cineasta proviene de ese ambiente como en si "la mirada es limpia, honesta y funciona bien en pantalla".
Además, matiza que los guionistas o los directores no son los únicos que deciden las películas que se hacen, sino que es una decisión de la industria, en la que también están "los productores y los distribuidores". "Se hace el cine que se paga y esto tiene que ver con el hecho de que el cine es caro, motivo por el que aquello que se hace y lo que se ve está más condicionado por el dinero y no solo por las cabezas creativas", defiende.
Huir de la fascinación y no victimizar
Nacho A. Villar, uno de los directores de la película La mala familia, habló en declaraciones a Vozpópuli, con motivo del estreno de la cinta que dirige junto a Luis Rojo, acerca de la preocupación que siente por esa "mirada de ciertas clases sociales hacia la miseria con cierta fascinación, que piensan en lo interesante que les resulta la faena que están viviendo estas personas".
Su película, que se enmarca en el colectivo BRBR, responsable de haber realizado videoclips para artistas como C.Tangana, documenta el reencuentro estival a orillas de un lago de un grupo de amigos que se reúnen con la excusa del permiso penitenciario de uno de ellos. La historia es real en un 95% de lo que muestra y es de sobra conocida por los directores, amigos de los protagonistas.
"En el cine llevamos años viendo un estereotipo y un cliché a la hora de retratar a las clases trabajadores de las periferias de las grandes ciudades, y aquí se da la situación de que la mayoría de nosotros venimos de ese contexto", señaló en aquella entrevista.
Para este cineastas, esa atracción hacia "lo interesante que les resulta la faena que están viviendo estas personas" es peligroso porque considera que "tanto la cultura y el cine como el acto de vivir en sociedad tiene más que ver con la convivencia y la empatía entre los diferentes estratos de la sociedad, más que con el posicionarse en un lugar frente al otro".
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