La cifra de desahucios del segundo trimestre del año ha caído un 6,5% pero sigue siendo dramática: supera los 10.816 casos, de los cuales, 7.871 son lanzamientos derivados de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) y un total de 2.377 procedimientos de ejecuciones hipotecarias, según el informe que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha hecho público este miércoles. De media, esto supone alrededor de un centenar de desahucios al día.
El actor Juan Diego Botto se hace eco de estas estadísticas para poner rostro y humanizar los números que llenan las páginas de las secciones económicas en su debut en el largometraje. En los márgenes, título de su ópera prima, entrelaza tres historias que sirven como espejo de una sociedad, la española, que en muchos casos no ha superado los efectos de la anterior crisis económica y que vive con inquietud los posibles efectos de la recesión que amaga con llegar antes o después. El resultado tuvo su puesta de largo en la pasada edición del Festival de Venecia, donde participó en la sección Orizzonti, considerada la "incubadora" de nuevos talentos y vanguardias cinematográficas.
Los retratos que hace en este filme el director son los de quienes han terminado en el lado más vulnerable de la sociedad y también de quienes dedican un tiempo de su vida a no dejarles caer del todo. En las 24 horas en las que transcurre la película, el espectador se cruza con la vida de una mujer, Azucena (Penélope Cruz), madre de un menor, que vive las horas previas a su desahucio, apoyada por una plataforma. De forma paralela, una mujer mayor (Adelfa Calvo) trata de contactar con su único hijo, y un abogado (Luis Tosar) trata de evitar contra reloj que una niña sea separada de su madre, acusada de abandono.
Penélope Cruz no solo interpreta el papel de Azucena sino que, además, es productora del filme junto a Álvaro Longoria. Precisamente, la actriz destinó un tercio de la dotación económica del Premio Nacional de Cinematografía que recogió el pasado 17 de septiembre en el marco del Festival de San Sebastián a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), cuyas acciones se retratan en el filme. El resto de la cuantía fue a parar a la unidad CRIS de terapias contra el cáncer del Hospital La Paz de Madrid y al fondo asistencial de la asociación AISGE.
Más allá de los prejuicios ideológicos y políticos, En los márgenes es, para esta redactora de Vozpópuli , una película que saca a relucir la dimensión más humana de los problemas, sin personalizar de forma injusta a los responsables, sino que tan solo trata de poner nombre y rostro a unos datos que han dejado de tener espacio en las noticias quizás por el efecto acumulativo, por esa tendencia a dejar de fijar la atención en lo que desgraciadamente se convierte en algo habitual, por muy injusto o inhumano que sea.
En los márgenes: huir del individualismo
Lo insólito, también, es que en esta película quedarse sin casa no se presenta como el único de los males posibles, sino que aparece escondido lo que para esta redactora es uno de los grandes fracasos de la sociedad actual. Azucena es una madre con un trabajo a priori estable en un supermercado, con un sueldo de al menos la cantidad que establece el SMI -y que debería ser también digno- que, sin embargo, no es capaz de mantener una casa en un barrio humilde y que se ve obligada a esperar en las denominadas colas del hambre para hacer la compra.
A pesar de las buenas intenciones, esta primera película de Botto se queda a las puertas de algo mejor
Esa amenaza constante de que uno puede ser el próximo, por mucho trabajo noble que desempeñe es, para quien escribe, el mejor golpe de efecto de esta película, acompañado por una llamada tan universal como necesaria al trabajo en equipo, a la comunidad, al amor al prójimo, a la solidaridad y, en definitiva, a no mirar a un lado para que cada uno siga con sus asuntos porque, en resumidas cuentas, ya se ha comprobado que eso no hace sino agravar los problemas. Huir del individualismo como único antídoto para hacer de este mundo un lugar mejor.
Es cierto que muchas veces las críticas de cine se llenan de los adjetivos "necesario", "útil" o "imprescindible". Probablemente esta tampoco sea una de esas películas imperiosas para evitar las injusticias, si es que la cultura tiene la capacidad de conseguirlo, pero sí es suficientemente efectiva para poder calar allá donde, a priori, el cine comprometido no tiene adeptos. Ha sido un acierto que la película haya tenido promoción en programas como El hormiguero, de Antena 3, pero se echa en falta la presencia de la voz de Juan Diego Botto en otros medios -Vozpópuli, por ejemplo- para defender una película que, en definitiva, habla de todos.
No todo en esta película merece elogios. Más bien, se trata de una ópera prima que, a pesar de las buenas intenciones, se queda a las puertas de algo mejor. Quizás hay en esta cinta cierto empeño de su director por convertirse en el Ken Loach español, pero no vale solo el compromiso, ni tampoco los buenos actores -algunos de los mejores del cine español, en este caso-, para evitar caer en el boceto de personajes poco creíbles como es, para quien escribe, el caso del perfil al que interpreta Tosar, demasiado entregado al altruismo. En cualquier caso, no debe ser fácil definir el equilibrio entre el compromiso y la calidad artística y, en resumidas cuentas, este no es un mal comienzo.
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