Carlos Zanón jamás se había planteado revivir un serial, mucho menos uno como éste. Lo que Planeta le pidió en 2017 no era cualquier cosa: resucitar al Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003). Sí, sí, la criatura de Yo maté a Kennedy (1972) y las otras veinticinco novelas; el mismo al que Andrea Camilleri rindió homenaje al bautizar Montalbano a su comisario de Vigàta; el ex comunista hedonista que hizo las veces de pesquisidor de la Transición; aquel que sirvió para contar una España cuya democracia es, incluso ahora, más joven que él. El asunto era una locura. Justo por eso Carlos Zanón aceptó.
Son las dos de la tarde, pero no en Casa Leopoldo, aquel restaurante del Raval al que Carvalho -y Vázquez Montalbán por supuesto-, acudían a zamparse una capipota de albóndigas, una lubina, un rabo de toro estofado o un tortell. Son las dos de la tarde, sí, pero en el Bar Ramón, donde el escritor Carlos Zanón (Barcelona, 1965) da detalles a un grupo de periodistas sobre la gesta que acaba de acometer: Problemas de identidad (Planeta), esta novela que trae al presente a Carvalho y que ha salido a la venta este martes 15 de enero. Hay un ejemplar cerrado sobre la mesa. Basta devorarlo para darse cuenta de lo que ha pasado. En sus páginas Zanón no consigue resucitar al detective Carvalho, en absoluto. Ha hecho algo mucho más valioso: lo ha colocado ante un espejo.
Carvalho y Jhonny Thunders
Más que un personaje, Pepe Carvalho es un género dentro del policiaco. Nació como parte de una serie de artículos de prensa: un ex agente de la CIA y ex comunista con salpicaduras autobiográficas del que Vázquez Montalbán echó mano para hurgar en la España de los bajos fondos, para analizarla, criticarla y desmenuzarla. Desde Yo maté a Kennedy (1972), la primera de la larguísima serie de novelas entre las que destacan Tatuaje (1974), La soledad del manager (1977) o Asesinato en el Comité Central (1981), Vázquez Montalbán convirtió a su detective en un examinador de la Transición, un ser que le permitiría retratar prostitutas, criminales, desamparados, sinvergüenzas o vividores de los que se valió para narrar una ciudad y con ella un país.
Zanón no consigue resucitar al detective Carvalho, en absoluto. Ha hecho algo mucho más valioso: lo ha colocado ante un espejo
La propuesta de Planeta, la agencia Ballcels y los herederos del escritor -su viuda Anna Sellés y su hijo Daniel Vázquez- era bastante clara. En esta resurrección de Carvalho, Zanón sólo debía escribir un libro. Uno. Suficiente para acercar a las nuevas generaciones al detective Carvalho. Esa fue la intención de la editora Belén Lobo y así se lo hizo saber en una reunión en la que Zanón esperaba dos personas y consiguió quince. Aquello infundió valor al barcelonés, quien recibió con alivio la otra indicación: el libro debía de estar escrito en primera persona, algo que Vázquez Montalbán jamás se permitió con su Carvalho y que él, por descarte, tampoco había hecho. De ahí adelante, Zanón tendría toda la libertad que deseara… o la que los lectores -los carvalhistas- le permitiera. Ya sabe usted, lector, a nostalgia siempre es autoritaria cuando de resurrecciones literarias se trata.
El Carvalho de Zanón comienza en Madrid, en el Hotel de las Letras, por cierto. En constante trasiego entre la capital y la Barcelona del procés, en esa ruta se mueve Problemas de identidad, un libro que transcurre en plena gresca independentista. Convertido en personaje, Manuel Vázquez Montalbán no llega a convivir, pero sí compartir, espacio. Se han conocido... en el pasado. El despacho en el Raval para escribir que consiguió Vázquez Montabán lo aprovechó Zanón para convertir a El Escritor en vecino Carvalho, cuyo despacho estaba ubicado justo en el piso superior. La coincidencia permite a Zanón mantener el hábitat de Carvalho y sus personajes sin convertirlo en inverosimili-este Carvalho tiene 63 años, por cierto- eximirlo de entrar en contacto con la sociedad de la que forma parte e incluso, de confrontarlo consigo mismo. Come Carvalho, pero aguijoneado por las molestias gástricas. Bebe, cómo no. Y de quemar, sigue quemando libros.
El Carvalho de Zanón comienza en Madrid, en el Hotel de las Letras, por cierto. En constante trasiego entre la capital y la Barcelona del procés
Zanón no es un recién llegado a estos fregados. Es un escritor de estilo propio y poroso, que empuja la novela negra siempre unos centímetros más allá. Zanón demostró sus galones con su Yo fui Johnny Thunders (RBA) y los revalidó en su más reciente novela, Taxi (Salamandra), un libro que revisita sus temas esenciales y que se vale de la mirada de un taxista que lee Lina Meruane para recorrer Barcelona al volante de su coche negro, al tiempo que muestra al lumpen y al burgués. El perpetuo movimiento de sus libros. Nada le es ajeno a Zanón: Watusi, Pijoaparte o Lluís-Anton Baulenas, mucho menos lo iba a ser Carvalho. ¡Cómo! Si fue el personaje que volvió negra Barcelona. Zanón llegó al Vázquez Montalbán de Carvalho con Los mares del sur, cuando estudiaba en el instituto, y aunque reconoce que no lo influyó, está claro que comprende la sustancia de la que está hecho. Al Carvalho de Zanón y al de Vázquez Montalbán los une ese hilo galdosiano que Zanón atribuye al policiaco y que convierte sus novelas en algo más que negras.
Por eso Zanón es capaz, no ya de imitar o impostar un Vázquez Montalbán para nostálgicos, sino de usarlo como una manera de crear una relectura, un Meta-Carvalho incluso. ¿Qué pensaría el escritor en la Barcelona de los ‘presos políticos’? ¿Cómo se mueve Carvalho en un mundo en el que su mítico Biscuter se apunta a Master Chef y su relación con Charo queda teñida, cómo decirlo, de una ambigüedad contemporánea al mismo tiempo que geológica? Pero hay más. El lector asiste a personajes como La Niñata, una discapacitada mental que se prostituye para pagarse las drogas y cuya madre acude a Carvalho para que la consiga, o la Novia Zombie, ese personaje extraño que coloca a Carvalho en una línea de fuego.
Problemas… de identidad
Antonio Franco, amigo personal de Vázquez Montalbán, y que lo llevó a trabajar a El Periódico y luego a El País, dijo en una ocasión que el escritor supo llevar a primera división tres géneros que purgaban en tercera: la novela negra, el periodismo deportivo y el humor. Y así fue, a su manera. Cada género le debe algo, empezando por el nombre de dos premios especialmente significativos: el Vázquez Montalbán de Periodismo y el Pepe Carvalho de Novela Negra, un galardón que se entrega en el encuentro Semana Negra de Barcelona, que Carlos Zanón dirige tras la muerte del librero Paco Camarassa, quien, por cierto, tiene un cameo en Problemas de identidad.
Carlos Zanón es poeta, novelista, periodista. Está tocado por la capacidad de convertir en metal precioso lo periférico, lo estropeado. Perdedores que no sentimentaliza y a los que arroja a los libros para retratar dos crisis: las que atraviesan ellos y las de la sociedad en la que viven. Así lo hizo con Mr Frankie, aquel hombre que tuvo años de rock&roll, mujeres, droga y éxito, y tiene que volver al Guinardó ya cuarentón, sin éxito y padre de unos hijos a los que no pasa la manutención. Es en ese reencuentro con todos sus fantasmas donde Zanón se crece y lo que ha sabido conceder, mejor dicho recuperar, a este Carvalho. Mientras buscan su lugar en el mundo, o al menos un lugar donde apearse para sobreponerse de las hostias que propina la vida, los personajes de Zanón se transforman en aquello que ha ocurrido con su entorno. Algo de eso hay en este Pepe Carvalho que en ocasiones encara al Escritor, hasta el punto de pasearse por aquella terminal de Bangkok en la que un 18 de octubre de 2003 a Vázquez Montalbán lo sorprendió un infarto.
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