Angelo Crespi habla del periodismo cultural como quien da por perdida una batalla. “Lo que en Italia se llamaba la tercera página se acabó” dice, con la misma distancia e incluso frialdad con la que habla de la “muerte de la literatura”.
Colaborador del Corriere Della Sera, Il Foglio y el periódico Il Giornale, Crespi se encuentra en Madrid en ocasión de la Feria del Libro, donde ha compartido con los lectores sus reflexiones acerca de un oficio que conoce de cerca y al que ha dedicado páginas enteras, entre ellas las del libro Contro la Terza pagina (BvS edizioni) donde analiza el origen y la tradición de la prensa cultural italiana.
El centro de su plática –y de sus inquietudes como investigador y periodista- gira en torno al papel que ha jugado durante muchos años un modelo de periodismo nacido a comienzos del siglo XX. Se trataba de la tercera página.
“Lo que en Italia se llamaba la Terza pagina la creó Alberto Bergamini, en Il Giornale de Italia, cuando dedicó, justamente, toda la tercera página a una obra de teatro de D’Anunzio".
En ella se recogían las críticas culturales escritas por las mejores plumas, desde Italo Calvino hasta Pasolini. A partir de los años 50 y con la posterior llegada de lo que él llama el “infotainment”, ésta fue relegada ya no al bronce de la información periodística, sino al final de los cuadernillos de los periódicos, cambiando su denominación de Arte y Cultura a Cultura, ocio y espectáculo, una masa en la que todo cabe.
“Lo que en Italia se llamaba la Terza pagina la creó Alberto Bergamini, en Il Giornale de Italia, cuando dedicó, justamente, toda la tercera página a una obra de teatro de D’Anunzio. Resultaba entonces totalmente novedoso dedicar una página entera a la cultura. Luego, a raíz de 1950, cuando la alta cultura comienza a mezclarse con el espectáculo, ésta comienza a desdibujarse en la dinámica del mercado de las industrias culturales. En el Corriere Della Sera todavía se llama tercera página pero realmente está al final, después de deportes”.
“En el periodismo ómnibus que surgió a mediados de los años 50, en el que cabe un público amplio, popular y elitista a la vez, y ya con la llegada de los medios masivos y la televisión como parte de grupos mediáticos, la entrevista sustituye a la crítica; el redactor prefiere dar tribuna en lugar de jerarquizar y todo se contagia con el síndrome de la espectacularidad, de lo falsamente célebre; porque en las páginas culturales prima vender la noticia, colocar contenidos en lugar analizarlos”.
“Por eso –dice Crespi- todos los días nos topamos con el gran best-seller, con el gran escritor, porque todo caduca rápida y vorazmente y hay que colocarlo antes de que desinfle. De ahí que todas las tonterías acaben en las páginas culturales, porque el criterio acabó"
"En el Corriere Della Sera todavía se llama tercera página pero realmente está al final, después de economía y deportes”.
A la pregunta sobre qué debería tener una página cultural, Crespi responde sin rodeos. “Hoy día un redactor debería de tener: libertad para escribir, libertad para no escribir y libertad del tiempo cotidiano, no el que imponen los gabinetes de comunicación o el mercado. En Italia más que prensa libre de esos poderes ideológicos y financieros, lo que existe son periodistas libres, y son pocos”.
Hoy día, dice Crespi, las páginas culturales están presionadas por intereses políticos, económicos, mediáticos pero también por la concentración entre editoriales y grupos de prensa, además del asedio de los jefes de prensa en un momento donde todo caduca a una velocidad mayor a la capacidad de consumir lo que se informa.
“Antes de que se ponga a la venta una novela en las librerías, parece que importa más sacar un adelanto que aportar una visión diferente. Todo debe de ocurrir rápido. ¿Cuánto dura un libro en las estanterías de las librerías? ¿Un mes, acaso dos? –explica Crespi-. Pasado ese tiempo, la crítica del libro ya no interesa y no se publica porque llega después de una intensa cobertura. ¿Para qué publicar una crítica cuando se lleva hablando del libro desde hace 15 días? Es ya actualidad pasada”.
Existen para Crespi excepciones, como es el caso de las la prensa financiera, caracterizada por un público más exigente. ¿Ejemplos? Crespi no duda: “el TLS”, The Times Literary Suplement o la sección cultural del Finantial Times. Lo que queda en el resto es el efecto aplanador de la prensa generalista "que iguala a la baja".
Crespi no negocia, ni siquiera con la nostalgia. Atrás quedaron, cuenta, los grandes nombres. Italia, mayo de 1968. Pasolini, hijo de soldado y maestra, ex militante comunista, de izquierdas y homosexual en una sociedad homófona, tuvo “el valor de ponerse al lado de la policía”.
En aquel entonces, en una Italia como aquella, dice Crespi, Pasolini habló de los policías como proletarios mal pagados y sometidos a la tiranía jerárquica y a los estudiantes los llamó hijos de papá. “Ese es el tipo de debates que ya no encontraremos, que han desaparecido y que, quizás, podrían volver por medio de Internet sin embargo no veo ahí un lugar para una tercera página. A pesar de la democratización de Internet, su naturaleza es contraria a la tercera página”.
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