Esta historia comienza mucho antes del 5 de marzo de 2013. Mucho, mucho antes. Pero sin esa fecha no habría un eje a partir del cual retratar la demolición. Después del anuncio de la muerte Hugo Chávez, quien llevaba entonces 15 años como presidente de Venezuela, el periodista y escritor Doménico Chiappe subió al primer avión que salía de Madrid rumbo a Caracas. No había mucho que pensar, dice Chiappe. Debía ver lo que ocurría y contarlo. La muerte del hombre fuerte, del populista que arrasó por igual afectos e instituciones. Ese es el tronco de Largo viaje inmóvil (Círculo de Tiza), el relato de la Venezuela que naufragó en una muerte mayor: la de un país y sus ciudadanos.
La muerte de Chávez es el tronco de Largo viaje inmóvil (Círculo de Tiza), el relato de la Venezuela que naufragó en una muerte mayor: la de un país y sus ciudadanos
Contado desde el periodismo, del que recorre la calle para extraer de ella voces y vidas, Doménico Chiappe construye un volumen de textos independientes que forman en su conjunto un coherente fresco de los últimos veinte años de la compleja Venezuela, dividida entre los que apoyan el régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y de aquellos que resisten la carestía, el desgobierno y el oprobio. Un libro que cuenta la evolución del país a través de retratos de gente de todo tipo: desde un modesto enterrador, César Herrero, hasta la historia de una mujer chavista que teme que la casa que le dio el gobierno sea invadida o los despojos de la hija de uno de los más importantes cantantes de bolero -Felipe Pirela, con cuya música se enamoraron y bailaron varias generaciones de venezolanos-.
Cada pequeño capítulo es una historia en sí misma. El relato se estructura a partir de un episodio central que da nombre al libro: los funerales de Hugo Chávez, que le sirven a Chiappe para hacer un retrato delirante y contradictorio. De manera transversal, conduce al lector por la vida de los barrios marginales, las fiestas, la delincuencia y la policía, pero también la violencia, la selva amazónica, las minas de oro, las reinas de la belleza, la represión estudiantil, el desabastecimiento, la supervivencia, el caos, la muerte. Una sucesión desquiciada de palabras; el sonido que adquieren juntas palabras con territorio -La Pastora, Caricuao, Petare- fraseo directo de un país que se va pique.
Fraseo de un país que se va a pique: los barrios marginales, las fiestas, la delincuencia, la policía, la violencia, las reinas de la belleza...
Doménico Chiappe es un hombre que habita en distintos lugares al mismo tiempo. Nació en Perú y se crió en Venezuela, donde estudió oceanografía y, luego, comunicación social. Vivió en Caracas y en Isla Margarita hasta radicarse en Madrid en 2002. Durante los 90 fue reportero en revistas y diarios venezolanos como El Nacional y TalCual, el diario dirigido por Teodoro Petkoff, en cuyo equipo fundador participó. En España ha publicado las novelas Tiempo de encierro (2013) y Entrevista a Mailer Daemon (2007) así como el ensayo Tan real como la ficción. Herramientas narativas en periodismo (2010).
-Han trascurrido 3 años desde los hechos recogidos en estas páginas. El país ya no es el mismo. Usted tampoco.
-Han transcurrido tres años desde la muerte de Chávez y el funeral, que me sirve como eje de algunas de las crónicas de Largo Viaje Inmóvil. Sin embargo, el libro contiene historias que van desde los noventa, cuando, por ejemplo, se eligió por primera vez a un alcalde indígena, y llegan hasta finales de 2015, con el desabastecimiento, teniendo un buen punto de inflexión en la represión de las manifestaciones estudiantiles y populares de 2014, que costó la vida de varios civiles desarmados.
-¿Hubo reescritura? ¿De qué tipo? ¿O acaso por su naturaleza periodística no pretende atenerse a otra cosa distinta a aquello que usted presenció?
-De una forma u otra, doy cuenta de lo atestiguado, de lo investigado, de lo vivido. Reescribir es un acto de composición. Al repasar y seleccionar los temas, busqué rescatar solo aquello que, tanto como pieza de crónica como en conjunto dentro del libro, retrataran Venezuela. Y en el ensamblaje del libro sucede un diálogo entre cada eslabón, entre esos protagonistas –entre ellos y conmigo mismo. Quisiera aclarar que, aunque la técnica con la que está escrito se nutre de múltiples estrategias que solemos ver en la ficción, este es un libro de periodismo.
"La muerte de Chávez pudo significar una liberación, pero no ha sido así. Inicia una agonía"
-¿Por qué decidió viajar para contar los funerales de Chávez?
-Presencié, y cubrí como periodista, cómo cedía el sistema democrático y se imponía un totalitarismo con una hoja de ruta muy simple pero eficaz. Asistir al funeral de Chávez, que muere fuera de Venezuela aún en circunstancias ocultas, era como cerrar un círculo. Había también una necesidad personal, pues aunque he viajado con regularidad al país, siempre habría preferido no hacerlo sin la protección emocional que otorga el periodismo. Así que ese círculo que debía completar era también vital.
-¿Fue el impulso de viajar tan fuerte como para organizar el viaje de golpe?
-Subí en el siguiente avión que partió para Venezuela después de anuncio. No había mucho que pensar. La preparación se hizo en el terreno y allí estuve codo a codo con Álvaro Ybarra, Jorge Benezra y Sebatián Liste, que también cubrían aquellos sucesos. Por otra parte, estaba obligado a escribir cada día para enviar crónicas a El Correo y los demás regionales de Vocento. Teniendo en contra el cambio horario, salía de madrugada a patear la calle, regresaba a mediodía, escribía, enviaba la nota a tiempo para el cierre y volvía a salir. Así que trabajaba en dos sentidos. Uno, el diarismo, y otro, la investigación más profunda para el reportaje de XL Semanal. Ese ritmo y el apoyo de estas publicaciones, que confiaban en mi trabajo, me ayudó a sumergirme en el país.
"Subí en el siguiente avión que partió para Venezuela después de anuncio. No había mucho que pensar"
-¿La puesta en escena de la muerte de Chávez no fue en el fondo una catarsis?
-No, fue el inicio de estertores. De la resistencia de un régimen moribundo que organizó una campaña electoral para legitimar a un sucesor, Maduro. En el libro se describe el circo en que se convirtió todo aquello, cómo el duelo de sus seguidores se afianzó en el miedo alentado por los líderes chavistas, cómo cambiaron el rostro de un producto por otro, mientras las incógnitas sobre la desaparición de Chávez nunca fueron resueltas. Para entender plenamente esta situación, y huir del enfoque superficial que se suele emplear al hablar de Venezuela, en el libro abordo cómo se llegó a ese punto, que parece superar cualquier distopía, y se muestra lo que ha sucedido desde entonces.
-Si la muerte de Chávez fue una sepultura de lo que ni fue ni iba a ser –o que se desvió en el trance-, ¿qué es lo que vive Venezuela ahora? ¿Un infierno? ¿Un eterno purgatorio?
-En Venezuela se encuentran en pugna la resistencia y la resignación, la heroicidad y el cinismo, la dignidad y la humillación, la voluntad y la inercia, el padecimiento y la corrupción. Y hay tantos países como personas. De ahí la importancia de lo coral, de las voces. De ceder y repartir el protagonismo entre quienes están dentro y que aparecen a lo largo de toda la obra.
-¿Qué le hace pensar que la muerte del líder era una derrota?
-El discurso chavista se erige sobre metáforas militares. Durante la campaña última de Chávez se quiso presentar, y quizás él lo fantaseaba así, que vencer en las elecciones le haría ganar también la batalla al cáncer que sufría. No fue así, y el uso insistente de la canción de Alí Primera (“los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”) quería redimir ese destino que, en el universo del régimen, se veía como una traición, al mismo tiempo que se señalaba a quien encarnaría al nuevo líder. Ha sido parte de la manipulación y tergiversación del lenguaje, para insistir en la dicotomía, en la confrontación necia y paranoica. Ese uso lingüístico, esa retórica egocéntrica y demagoga, supura a lo largo de las líneas de cada reportaje como parte del ambiente, como característica de ese universo.
"Ese uso lingüístico, esa retórica egocéntrica y demagoga, supura a lo largo de las líneas de cada reportaje"
-En el paisaje fúnebre aparecen las desgracias mínimas que se cuelan como el verdadero lamento. Hay algo trágico y paradójico ahí. ¿Pero qué exactamente?
-Creo que está sugerido, así como las de aquellos que han sido retratados en las semblanzas que se intercalan con los reportajes. Y cada lector puede completarlas, imaginarlas. Me gustaría que cada lector participe al imaginarlas, completarlas, concluirlas. Y recurro al periodismo para crear imágenes que transporten y sumerjan, más que al ensayo para dictar sentencia.
-Percibe el lector una imagen de Chávez como padre benefactor en una sociedad donde nunca hubo tal cosa como un padre. ¿De qué tamaño es la orfandad de Venezuela? ¿Son tan huérfanos los revolucionarios como los opositores?
-Durante los primeros años del régimen, se trabajó en el desmantelamiento del Estado, para soportar, con el dinero público, la imagen del presidente, en quien recaía todo el poder de facto a partir de la nueva constitución y la imposición de nuevas instituciones. Cuando en años anteriores la teta pública era de mamá Estado, ahora todo se debía un solo hombre. A la par que se destruía el aparato productivo venezolano con políticas hechas con ese objetivo, se entregaban recursos, siempre suficientes para la subsistencia pero no para sacarlos de la pobreza real, sin más contraprestación que apoyar al régimen y vestirse de rojo. Los que apoyaron al chavismo, con la caída de ingresos y la obligación de honrar el enorme endeudamiento en que incurrió Chávez, como ningún otro gobierno, fueron quedándose desprotegidos y poblando, de forma oscilante según las prebendas ofrecidas en cada campaña, una masa de indecisos.
"En el caso de las personas que se han opuesto al régimen, quedó sin gobierno y sin Estado desde el principio"
-¿Y la oposición? ¿Cuál es la orfandad de la oposición?
-En el caso de las personas que se han opuesto al régimen, quedó sin gobierno y sin Estado desde el principio, y se concretó con la configuración de listas como la Tascón o la Maisanta, en que quedaban fuera de un sistema estatal que, como se ha visto, había trasmutado en una organización paraestatal dependiente de un solo hombre. Un caudillo.
- Dar es un verbo que se conjuga afectivamente ¿Realmente Venezuela invisibilizó a aquellos que el chavismo dijo dar voz?
-Es parte de la estrategia populista, en Venezuela y en cualquier parte. Ofrecer y dar, sin rendir cuentas. Porque con el control del poder surgen los derechos ciudadanos, que, por el contrario, desaparecen con la discrecionalidad. Sin embargo, no hay que idealizar lo que se vivía en el país en los años previos al chavismo y si se produce el surgimiento de un régimen de esa naturaleza es porque existen fracturas sociales y un enorme sentimiento de despojo en un sector de la población, que conlleva, debidamente azuzado, al rencor y al nihilismo.
-¿Hubo tal cosa como una invisibilidad?
-No creo que los gobiernos de la democracia venezolana invisibilizaran a la gente de escasos recursos. De hecho, la pujanza del país permeó en todos los sectores, a pesar de sus debilidades, como la corrupción y la desigualdad. Pero no hay que olvidar cómo fueron los cinco años que precedieron a la primera elección de Chávez. Comenzaron con una debacle financiera, en la que quebró la mitad del aparato bancario, y un ingreso petrolero que mermó con un ciclo bajo que fluctuó a un precio diez o doce veces menor al que gozó el ciclo que le tocó a Chávez, en más de 100 dólares por barril. Durante estos años de bonanza, y para enfatizarlo es necesario recurrir a las cifras, se debilitó al Estado y no hubo progreso alguno que haya podido sostenerse a largo plazo, en ningún sector de la población. Conviene recordar también que el gobierno que precedió al de Chávez, presidido por Rafael Caldera, estuvo apoyado por pequeños partidos de izquierda que confluyeron bajo una marca, Convergencia, y fueron los mismos que después de indultar al militar condenado por el intento de golpe de Estado, le auparon al poder.
"No creo que los gobiernos de la democracia venezolana invisibilizaran a la gente de escasos recursos"
- ¿Cuánto sufrimiento hay detrás de las cifras de inflación y de aquellas otras que no se dan, como la del hampa, por ejemplo?
-En este libro intento que se vea, con pluralidad, la vida cotidiana del venezolano de a pie, para que el lector sienta lo que vive. Pero también se contrasta con cifras, para que se vea, desde otra perspectiva, la magnitud del desastre, la ineficiencia de quienes dilapidaron los recursos de una nación a la que han dejado indefensa, perdida su autonomía en todos los sentidos, reducida a un nivel de postguerra, de colonia del XIX.
-Al aludir al ‘legado’ de Chávez insiste en citar cifras, dar datos a un hecho no del todo claro. ¿Realmente lo que Chávez hizo tuvo incidencia real?
-Desde luego, lo que ha surgido en estos años no ha sido por generación espontánea. Desde el escabroso aumento en la tasa de homicidios hasta la devaluación de la moneda se deben a políticas de gobierno.
-Se refiere al semblante de Chávez, en boca de uno de sus testimonios como el cadáver de un hombre triste, mejor dicho: un muerto con semblante triste.
Es como quería verlo la persona que lo dijo. De otra manera lo vio la mujer que la acompañaba, y que llevaba de la mano a su hijo, que cargaba un muñeco, tipo Geyperman o ActionMan, vestido de militar con el rostro de Chávez.
-¿Hubo algo en Venezuela que no fuera alcanzado por la demolición?
-Alcanzó a todas las estructuras y personas. Llevará mucho trabajo y tesón superar el trauma de estos años. Pero se conseguirá, no me cabe duda alguna.
"En esos retratos hay heroicidad, a pesar de estar defendiendo algo que se alcanza con una forma de mendicidad aupada desde el gobierno"
-Todos luchan para sujetar lo obtenido. La casa concedida por el gobierno, otros, la vida, la voz. ¿Queda algo qué sujetar con los dientes o con rejas?
-En esos retratos hay heroicidad, a pesar de estar defendiendo algo que se alcanza con una forma de mendicidad aupada desde el gobierno. Luchan por sus hijos. Luchan por resguardar algo de lo que se derrocha, algo que les permita sobrevivir. Se saben expuestos a la incertidumbre continua, que es una de las gasolinas del chavismo. La incertidumbre genera miedo, el miedo incita a la confrontación, la confrontación al odio.
-Domenico Chiappe, siempre entre fronteras: peruano y venezolano; periodista y escritor. ¿Qué significa Largo viaje inmóvil en ese posible retrato de quien escribe?
-Me considero solamente un narrador, aunque es cierto que me sirvo de los distintos lenguajes a mi alcance para contar una historia como la quiero contar. Entre ellos, el periodismo. Ahora bien, en mi escritura, tanto de ficción como de no-ficción, tanto literaria como multimedia, reflejo mi compromiso con una visión de mundo y una posición política. Me permito disentir del discurso oficial, incluso del discurso popular. Y aunque me siento cómodo en esas fronteras de las que hablas, quizás la errancia haya terminado con este libro.
- ¿Por qué viaje inmóvil? ¿Un viaje hacia ningún lado? ¿Sin transformación? ¿Un no-viaje? ¿Un extravío? ¿Un naufragio?
Puede que “inmóvil” sea una palabra benévola con lo acontecido en Venezuela. El retroceso es de muchas décadas. Ha sido, sí, como dices, un naufragio. Pero la playa está a la vista. Es cuestión de nadar un poco más.
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