Hubo un tiempo, la primera década del siglo XXI, en que no se podía molar más que Pete Doherty (Hexham, Inglaterra, 1979). Fue novio de la top model Kate Moss, le describían como un cruce de Sid Vicious y Oscar Wilde y la sección de Cultura de 'The Guardian' llevaba un logotipo que imitaba su efigie. Salía con frecuencia en 'Vogue' y los creativos de Dior le tomaban como inspiración. También era una figura central de los tabloides, que le perseguían por Londres para pilarle en pleno colocón de drogas duras, a veces con su amiga Amy Winehouse. La voz de "Rehab” no cumplirá nunca los cuarenta, pero su gemelo tóxico lo ha conseguido, contra todo pronóstico razonable. Ya no tiene el tirón mediático de antes, pero es capaz de hacer un disco marca de la casa, a medio camino entre The Kinks, The Smiths y cualquier chaval que hubiera descubierto el punk en una escuela de arte en vez de en la cola del paro. Ahora publica 'Pete Doherty & The Puta Madres’, un álbum con una primera parte bonita y una segunda que se desploma, como los malos equipos de fútbol. Hace lo de siempre: himnos de poesía bohemia como “Paradise Under Your Nose”, “Who’s Been Having You Over” y “Narcissistic Teen Makes First XI” podrían haber colado en los discos de The Libertines o Babyshambles, grupos de sus días de gloria. Tiene cierto mérito.
Leer sus entrevistas sigue siendo tan entretenido como siempre. Por ejemplo, la de 'The Guardian', donde nos presenta a su perro Narco, su novia veinteañera (Jade) y discute los dos casos de asesinato relacionado con drogas en los que la prensa le presentó como sospechoso. Ambas víctimas eran conocidos suyas y en un caso -el de Mark Blanco- estaba en la misma fiesta. La sobredosis de su amiga Robyn Whitehead, que había realizado en documental sobre Doherty, llevó al cantante a pasar seis meses en prisión mientras la policía investigaba. Los estupefacientes siguen siendo el centro de casi cualquier entrevista con él. “Si no tomase drogas, sería una fuerza musical ha tener en cuenta”, admite. Seguramente tiene razón. Sobre lo único de lo que se niega a hablar es de la relación con sus dos hijos, uno de dieciséis años con la cantante Lisa Moorish y otra de siete con la modelo Sudafricana Linda Hingston. ¿Por qué importa a tanta gente la desquiciada vida personal de Doherty? Porque es parecida a una versión 'arty' de ‘Jackass’ y porque el caos cotidiano es el combustible de sus canciones, que parecen a punto de tener un accidente mientras suenan.
"La cadena británica Channel 4 bromea sobre Albion Rooms, el hotel que han comprado The Libertines. Antes destrozaban habitaciones, pero ahora las gestionan"
No esperen un trabajo profesional. Se grabó en cuatro días en una casa familiar con vistas al pueblo pesquero francés de Étretat Normandy. “Gran parte del material de este disco suena como sacado del cofre del tesoro de maquetas que fue desvelando en 2004; valioso para los devotos, pero irrelevante para el resto”, explica la periodista Sarah Pope en la reseña de ‘DIY magazine’. Es complicado rebatir su postura. A mitad del álbum aparece el corte “Someone Else To Be”, en realidad una versión desastrada de “Ride Into the Sun” (The Velvet Undergrond) rematada con versos de “Don’t Look Back In Anger” (Oasis). El crítico musical de 'The Independent', Mark Beaumont, define “A Fool There Was” como “Love” de John Lennon “arruinada por un músico callejero con problemas de esquizofrenia”. Doherty pertenece a la estirpe de Shane McGowan (The Pogues), Syd Barrett (Pink Floyd) y el Andrés Calamaro de “El Salmón”, artistas que no saben dónde está el límite del exceso tóxico, pero tienen claro que más lejos de lo que imaginamos.
Incapaz de ahorrar
La entrevista con el semanario ‘New Musical Express’, el que mas siguió su carrera, lleva por titular “ya no soy aquel gilipollas arrastrado”. Ahora vende madurez, como condensa la frase del reportaje televisivo que le hace Channel 4. Casi parece un eslogan publicitario: “The Libertines, famosos por destrozar habitaciones de hotel, ahora han abierto uno”. Lo bautizaron Albion Rooms, se encuentra en la localidad costera de Margate y cuenta con un estudio de grabación propio. Doherty dice que hacía mucho tiempo que no vivía en un sitio sin sentir miedo a que le expulsaran por el desorden o los impagos del alquiler. Antropológicamente incapaz de ahorrar, sus compañeros de grupo le propusieron que no cobrase durante una serie de conciertos -no recuerda cuántos- a cambio de una sexta parte en el accionariado. En la entrevista de Channel 4 llora al hablar sobre drogas. En la de ‘New Musical Express’ explica que “no quiero morir”. Estamos siendo testigos de la llegada a la madurez de una exestrella de rock. O no tanto: mientras se remata este texto, circula la noticia de que Doherty ha cancelado varias actuaciones porque tardó demasaido en ir al médico tras el pinchazo de un erizo.
https://youtube.com/watch?v=hMgPAHfi6RA%3Fstart%3D264
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