Se aproxima la Navidad y, con ella, las ganas de los culturetas con ínfulas de felicitarnos el equinoccio de invierno, recordándonos que Jesús de Nazaret no nació un 25 de diciembre de madrugada: la malvada Iglesia Católica sustituyó las Saturnales (o Fiestas del sol invicto) para arrinconar a la cultura pagana. Vaya, parece que lo de la batalla cultural no es algo nuevo y tiene algo de sentido.
Hoy les hablaré de la versión novohispana de la inculturación de las festividades católicas que llevaron a cabo los evangelizadores en el actual México. Como casi todo pueblo que ha sabido calcular cuándo los días comenzaban a hacerse más largos, los aztecas celebraban por estas fechas el cumpleaños del dios de la guerra, Huitzilopochtli.
Con objeto de facilitar la conversión de los autóctonos, los frailes se inventaron una novena para preparar el nacimiento del Niño Jesús. Durante los nueve días previos al día de Navidad se escenificaba el peregrinaje de María y José buscando alojamiento para poder asumir un alumbramiento en condiciones mínimas. La canción típica de esta posada es interpretada por dos coros: unos representan a la Sagrada Familia pidiendo hospedaje ("posada", de ahí el nombre), y el otro es la voz de los distintos vecinos rechazándolos una y otra vez, de una forma bastante cruda, por cierto:
Ya se pueden ir
Y no molestar
Porque si me enfado
Los voy a apalear
Los jóvenes padres son por fin aceptados cuando revelan su identidad:
Mi esposa es María
Es Reina del Cielo
Y Madre va a ser
Del Divino Verbo
Ahí ya son todo atenciones y los futuros padres son recibidos con algazara. De aquí viene, de hecho, la tradición de romper una piñata. Originalmente, ésta era una vasija de barro llena de frutas y dulces, decorada llamativamente con siete picos que representaban los siete pecados capitales. Los vivos y vistosos colores que siguen saliendo de ellas simbolizaban cómo el ser humano es atraído hacia el pecado con seductoras trampas y, por ello, quien debe romperla con un garrote tiene vendados los ojos: con la fe le basta al cristiano para vencer al mal. Una vez que éste ha sido derrotado, caen de la piñata los premios, que simbolizan las gracias y dones que reserva Dios a quienes le son fieles. Desgraciadamente, esta tradición ha perdido su vigencia, y la piñata se utiliza únicamente para celebrar cumpleaños, moda que resulta también cada vez común aquí en las fiestas infantiles.
La primera lectura que se viene a la cabeza al conocer esta tradición es la del corazón duro que llegamos a tener todos, negando ayuda al prójimo. Propongo una segunda interpretación del asunto más profunda, consistente en relacionar el episodio con unas palabras de Jesús sobre el Reino de los Cielos, también del Evangelio según San Mateo:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad, el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí". Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?". Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis".
La tradición ha perdido su vigencia, y la piñata se utiliza únicamente para celebrar cumpleaños"
Este mismo esquema lo aplica a la inversa a todos los que no lo hicieron. El pasaje nos remite directamente a lo que se canta en las Posadas: las personas sólo acogen a los forasteros cuando descubren quiénes son, y no antes. Sin embargo, no hay reproche sino fiesta. Esto nos habla del corazón de Dios, misericordioso y siempre dispuesto al perdón.
Un último giro interpretativo que podría darse a este pasaje sobre el Juicio final me lo planteó hace un par de años el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, quien reivindica que la ignorancia sobre a quién estamos haciendo bien puede no apuntar sólo al hecho de hacer el bien, independientemente de quién sea la persona que lo recibe. Quintana va más allá: quizá sea en muy buena medida positiva que no tengamos plena conciencia del alcance de nuestras buenas acciones. Quizá esta sea una de las sorpresas positivas que nos tiene Dios reservado, algo que queda muy bien reflejado en la tradicional película navideña Qué bello es vivir. Parte de la fe con la que partir la piñata puede radicar en esto: ignorar hasta qué punto somos capaces de romperla con la ayuda divina y, sin embargo, disfrutar y agradecer todos los bienes que nos son dados por Dios. Feliz Navidad a todos, paz y bien.
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