A mitad de camino entre certamen y evento, entre el espectáculo y la literatura, es uno de los premios más antiguos de España. Acumula ya 65 ediciones. Desde su creación, en 1952, del Premio Planeta se ha dicho de todo y en él ha pasado de todo. Ya lo dijo Fernando Savater: sospechar del Planeta es como sospechar de los Reyes Magos. Lo han ganado escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Ana María Matute o Rosa Regàs y de sus filas han salido novelas memorables pero también libros fallidos. Sea como fuere, es uno de los eventos más importante de la máquina empresarial y editorial en España y en Cataluña. El Premio, ni el Grupo, han escapado a la tormenta del 'procés'. Desde que era un viento y no el huracán de hoy, resiste los embates. Con la posible mudanza de la sede a Valencia, las cosas cambian.
Como cada cita, la víspera del premio Planeta, cuyo veredicto se anuncia en una cena celebrada el 15 de octubre –el día de Santa Teresa, onomástica de la esposa del fundador, María Teresa Bosch-, coincide casi siempre con momentos álgidos del independentismo en el calendario político. Primero, por su relativa cercanía con la Diada -casi un mes después- y, en segundo lugar porque ha ocurrido con procesos muy concretos, desde este reciente 1-O y la posible declaración unilateral de independencia del presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont hasta otros episodios, como la consulta ilegal del 9N en 2014.
Año tras año, desde 2010, José Manuela Lara transmitió primero su preocupación y luego su advertencia sobre un proceso
En el circo del Planeta, la pista nunca carece de contenedores: leones y gacelas, repartidos entre la política, el poder empresarial y mediático. La voz más fuerte en ese mapa, fue hasta hace unos años la del fallecido presidente del Grupo, José Manuel Lara, editor y empresario mítico, hijo del fundador de Planeta y cuya muerte en 2015 arrebató garra política al premio. Año tras año, desde 2012, José Manuela Lara transmitió primero su preocupación y luego su advertencia sobre un proceso que cambiaba del nacionalismo al independentismo.
En el año 2012 Lara llamó al diálogo, porque consideraba que la independencia de Cataluña sería "un mal irreparable" para ambas partes. EN ese entonces dijo algo que repetiría a menudo: jugar los sentimientos de los ciudadanos es peligroso. "El nacionalismo es un sentimiento, pero despertar el sentimiento anticatalán es otro, por lo que el desenlace puede ser frustrante para la ciudadanía". Ese fue el año que dijo que, de ir a más el tema, trasladaría a Madrid los sellos en castellano -"por lógica"- pero mantendría en Barcelona las editoriales catalanas y los premios en catalán como el Ramon Llull. "Si en una casa hay cuatro hermanos y uno se siente maltratado, siéntense a hablar, porque, si no, se irá de casa", diijo. Un año más tarde, en 2013, fue mucho más contundente: "La independencia es imposible y lo saben todos. Hay familias que no se reúnen, que se pelean por esto. Se solucione como se solucione el tema de la independencia, Cataluña saldrá mal, porque es una sociedad dividida", dijo.
En 2012 dijo que, de ir a más el tema, trasladaría a Madrid los sellos en castellano, "por lógica"
Insistió ese año en que el asunto soberanista no es ideológico sino "sentimental" y la idea de una independencia catalana resultaba a su juicio imposible en el contexto político europeo. "¿Cómo Europa va a levantar este tema? Entonces empezarán los problemas con los bávaros o los corsos...", dijo. "Aún nadie ha conseguido explicarme quién pagaría las pensiones al día siguiente de la independencia. ¿Madrid, cabreada, porque nos hemos ido?".
En 2014, visiblemente desmejorado en su salud, ante la pregunta sobre el tema de la independencia, Lara admitió pocas preguntas –solo tres– sobre le tema. “Yo no soy político ni quiero serlo. Las empresas son responsables ante sus accionistas. Si la actuación de los políticos crea problemas a las empresas, pues habrá que tomar medidas, y eso lo harán los accionistas. No conozco ningún editor que tenga la sede del sello en un país con idioma extranjero con respecto a su país de origen. Lo que sí sé es que tomaremos medidas, y no de cabreo político, sino de realidad empresarial”. En ese entonces, se permitió una respuesta más sobre Cataluña: “Yo recrimino a los líderes la falta de diálogo”, dijo Lara, al referir que desea evitar la fractura entre España y Cataluña.
Un Planeta sin Lara, vaya desangelado reino. Así pensaron quienes acudieron a la 64 edición, donde se hizo rotunda la ausencia de José Manuel Lara Bosch, quien había presidido el grupo hasta febrero de ese año, EL 2015, cuando falleció a consecuencia de un cáncer. Aquella edición del premio coincidió con la fecha fijada por la Fiscalía Superior de Cataluña para citar a declarar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, imputado por la convocatoria a un nuevo plebiscito secesionista para el 9 de Noviembre de ese mismo año. En el tradicional encuentro con la prensa, que se celebra el día previo al anuncio y la entrega del Planeta, tomó el testigo el entonces el entonces nuevo presidente del grupo Planeta, José Creuheras, quien optó por una intervención más sobria y discreta, con bastante menos contenido político que las convocatorias de Lara Bosch. José Manuel Lara, consejero delegado, fue más contundente: "Yo no soy quién para rectificar lo que dijo, pensamos lo mismo que dijo mi padre en 2012", refiriéndose a la inviabilidad del Grupo Planeta en una Cataluña independiente. Crehueras respaldó sus palabras.
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