Viajar a los inicios de Popular 1 es recordar un tiempo en el que el periodismo musical era mucho más salvaje. Hoy todos los protocolos están medidos y codificados por los departamentos de prensa, pero entonces era cuestión de carisma…y de echarle un poco de garbo. Queda claro en la primera gran entrevista musical que consiguieron sus jóvenes directores: el soulero Wilson Pickett en un lujoso hotel de Mallorca. En aquel entonces, se hablaba cara a cara con el secretario personal de la estrella y podías terminar rodeado por el séquito de Pickett, “todos hombres duros de color que me lanzaban miradas bastante hostiles”, recuerda Bertha M. Yebra, fundadora de la revista, que entonces era una postadolescente con imagen de estrella de rock.
¿Cómo terminó la cosa? “Pickett me cogió como si fuera una muñeca, un juguete, ¡algo así como el juguete de King-Kong. Me agarró, me subió en brazos…y yo era incapaz de rechistar. La verdad es que me divertí mucho. Se mostró en todo momento atento a mis movimientos, bromeando con tirarme a la piscina. La bestia se mostró increíblemente dócil con la adolescente rubia, comportándose como un auténtico caballero”, comparte. Hoy no se permite esa familiaridad con las estrellas, mucho menos con una periodista desconocida. Imaginen que les ocurre eso en la primera entrevista de su vida, realizada a Jay-Z o Kanye West.
El número especial para celebrar medio siglo de Popular 1 consta de unas 150 páginas, divididas por décadas. La revista conserva su tradicional maquetación horrísona, totalmente alérgica al diseño actual, pero compensa esta carencia con excelente material fotográfico, sobre todo el firmado por el fotógrafo José Luis Martín Frías. Hablamos de cofundador de la revista y pareja de Bertha desde los inicios; ambos son padres del director, César Martín. Estamos, entonces, ante la empresa de una familia que ha vivido sumergida cinco décadas en el estilo de vida del rock and roll estadounidense, convirtiéndolo en una especie de burbuja a la que decenas de miles de lectores se han querido apuntar.
'Popular 1', pionera y disidente
Antes de destripar el contenido, hay que poner un poco de contexto: la experiencia de leer una publicación musical en los años setenta o en los ochenta no tiene nada que ver con lo que hacemos hoy al informarnos en redes sociales. Así lo explica el superventas Manolo Garcia en las páginas de este Popu especial: “El trayecto de salir de tu casa, ir al quiosco y hablar y acercarte al bar de la esquina, que tenía un camarero con el que hablabas de rock…¡ese ritual era maravilloso! El quiosquero sabía que te gustaba esta y aquella revista. El trato era muy bonito. No tenía precio. Recuerdo ir al Mercado de San Antonio en Barcelona a buscar revistas atrasadas…¡era muy emocionante! Pura ilusión. En nuestra época, el Popu era un lugar maravilloso al que acudir, porque era fuente de placer, de ilusión. Era como ir a la Iglesias”, explica. Aparte de informar, la revista fue influencia para muchísimos artistas españoles, algunos de oso cuales escriben en este número, entre ellos Loquillo, Teddy Bautista, Pau Riba, Ramoncín e Igor Paskual, nombres que en algún caso contribuyen con textos a este especial.
Las drogas, el esoterismo, los nazis, las groupies y los excesos lunáticos de las estrellas de rock fueron el salseo social que servía de pegada a las páginas de la revista
¿Qué maravillas podemos encontrar en este número? De todo tipo: desde una portada de 1973 donde Joan Manuel Serrat posa con cazadora de cuero y sin camiseta hasta los recuerdos de un accidentados show de Marilyn Manson en Halloween 1996, en Nueva Jersey, que se celebró rodeado de policías por una amenaza de bomba. O aquella vez en que encargaron a Alaska entrevistar a Ozzy Osbourne y se hicieron una sesión de fotos con complicidad y abrazos. El número ha optado por no reproducir estos contenidos íntegros, sino solo alguna foto o una pocas líneas de recordatorio, así que puede leerse como una especie de guía telefónica con los mejores momentos de su historia de Popular.
Popular 1 arrancó gracias al carisma y modernidad de sus fundadores, capaces de manejar estrellas internacionales como Robert Graves y Dalí, con el que Martín Frías tenía una relación cercana. La llegada de César Martín, hijo de la pareja de fundadores, supuso un giro hacía el heavy y la música alternativa de guitarras, así como al hip-hop más duro de los años ochenta y noventa. Las drogas, el esoterismo, los nazis, las groupies y los excesos lunáticos de las estrellas de rock fueron el salseo social que potenciaba la pegada. Secciones como No me Judas, Satanás, sobre las obsesiones estéticas de Martín, o sus irreverentes respuestas en el Correo con los lectores resultaron adictivas para dos o tres generaciones. En mitad de una crisis del periodismo musical, el Popu sobrevive a su manera, como los verdaderos disidentes a lo discursos dominantes de la época.
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