Todas las redacciones de Cultura de España saben cómo funciona el premio Planeta, una especie de excursión escolar a Barcelona donde te alojan, te dan de cenar y te dejan codearte unas horas con famosos. Fernando Savater (finalista en 1993) dijo que "sospechar del Planeta es como sospechar de los Reyes Magos", mientras que el prestigioso crítico Constantino Bértolo propuso a los periodistas culturales "cubrir los premios literarios como si fuesen casos de corrupción".
¿Por qué se sigue tratando este galardón como si pudiese ganar cualquiera? No tengo la respuesta, aunque hay que quitarse el sombrero ante la capacidad de esta 'performance' para arrastrar a la competencia a una ceremonia publicitaria donde el ganador es siempre el mismo mismo: el grupo Planeta. Aunque parezca increíble, en 1980 se nombró finalista a Juan Benet, representante de la más alta literatura, para intentar recubrir al premio de prestigio cultural. Después se pasó a buscar narradores capaces de escribir con ritmo cinematográfico, pongamos Terenci Moix, pero hoy ya se han dado cuenta de que es mucho más sencillo pedir a un equipo de guionistas (el trío Carmen Mola) que escriban un libro como escribirían un capítulo de Hospital Central. Lo próximo es que la Inteligencia Artificial se fije en los párrafos más leídos de nuestros libros electrónicos para crear el bestseller transgénico definitivo.
Planeta sin escritores
En la crónica de El Mundo destaca un párrafo aséptico, que resume en pocas líneas la intensidad autorreferencial del galardón: "Planeta ha apostado por una autora de la casa, que ya había publicado seis de sus siete novelas en el sello. Además, desde otoño de 2022, Sonsoles Ónega reina con su magazine en las tardes de Antena 3, cadena que también pertenece al grupo editorial". Es un poco como si Burger King contrata como jurado a Ferrán Adriá, Juan Mari Arzak y José Andrés para dar un premio al whopper como mejor hamburguesa del año.
El Planeta es un ejemplo de cómo en España, desde los años ochenta, se mercantiliza la cultura y se culturiza la mercancía
El País ofrece una larguísima pieza sobre la noche de la entrega, donde el firmante aprovecha cualquier oportunidad para dejar miguitas de pan a sus lectores, avisando de que este es un premio de postureo. "Entre invitados a la populosa gala (con también populoso photocall) se encontraban figuras de la política como Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social; Miquel Iceta, ministro de Cultura y Deportes; Joan Subirats, ministro de Universidades (todos en funciones), o el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. También numerosos personajes del mundo periodístico y televisivo; algunos escritores, no tantos", precisa.
¿Para qué iba a invitar el grupo Planeta a ensayistas, novelistas y poetas cuando ya casi ninguno sale por la tele? ¿Para qué se va a encerrar alguien hoy en su cuarto a escribir "Tiempo de silencio", "La Plaza del Diamante" o "La fea burguesía" si donde hay que estar es maquillado en un plató para que te den el Planeta o para que Pedro Sánchez te haga ministro? El premio es seguramente el mejor ejemplo de un proceso, muy intenso en España en los años ochenta, por el que "el PSOE mercantiliza la cultura y se culturiza la mercancía", según feliz expresión del escritor Montero Glez.
El enviado del diario de Prisa toma también su venganza rematando el artículo con este comentario: "Un ejército de camareros sirvió ensalada de huerta con langostinos de Sant Carles, lomo de lubina y roll de verduras con piñones, y, de postre, chiboust de castaña a la vainilla (los nombres de los platos están resumidos por cuestión de espacio). Cava y vinos variados". Una pena ese resumen de los nombres de los platos, que seguramente fuera lo más literario de toda la noche.
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