Cualquier español de los noventa ha tenido tantas ocasiones de ver la película Twitter como tornados en las noticias. Los programadores de las teles colocaban la cinta en cuanto las veletas comenzaban a girar más de la cuenta en alguna parte del mundo. En la pantalla dos equipos de científicos peleaban por ser los que más se arrimaban al tornado en una esectacular road movie kamikaze. La película era tan maravillosa que prefiero no revisitarla.
Las charlas del día siguiente giraban entre realidad y ficción, camionetas volcadas, casas arrancadas de cuajo y millones de tablones girando al compás de un remolino que tornaba ciudades en vertederos. Uno no sabía si lo había visto en el telediario o en la película, pero siempre, al resguardo de nuestros buenos muros de caliza castellana nos hacíamos la misma pregunta: ¿Por qué hacen las casas de madera si saben que hay tantos huracanes? Uno de las secuencias más famosas de Twister fue aquella en la que una vaca entraba en la espiral destructiva del tornado y se alzaba hasta el cielo. En aquel caso la ficción imitaba a la realidad puesto que son varias las crónicas que hablan de ventoleras que fueron capaces de levantar a las vacas del suelo. Un tornado en Bangladesh del 26 de abril de 1989 destruyó al menos 50 pueblos y los supervivientes aseguraron que vieron árboles inmensos volando por los aires, y que el viento se llevaba a las vacas y las estrellaba contra el suelo unos metros más allá: “Parecía como si la aldea entera estuviera siendo arrancada del suelo”, señaló un testigo, según recoge John Withington en Historia mundial de los desastres. Crónicas de guerras, terremotos, inundaciones y epidemias.
El relato del “tornado más mortífero” continúa con cadáveres humanos que fueron encontrados a tres kilómetros de distancia. Y la prensa informaba de que en el cementerio de uno de los pueblos más azotados por el vendaval, un hombre solo lloraba mientras agitaba una vara de bambú tratando de espantar a los buitres que querían comerse los cuerpos de su hijo y sus vecinos.
La obra de Withington cuenta en otro capítulo los desastres de Galveston, ciudad de Texas bautizada en honor del gobernador español Bernardo de Gálvez. Situada en una zona propensa a los huracanes y con el handicap de estar a unos pocos metros por encima del nivel del mar, la ciudad sufre cada poco fuertes vendavales que la han debilitado hasta perder el sobrenombre de “la Nueva York del sur” como era conocida. Mucho peor le fue a su vecina y competidora comercial Indianola que tras los vendavales de 1875 y 1886 fue abandonada, convirtiéndose en una población fantasma. Hoy la mayor parte de los restos de aquella ciudad se encuentran bajo el agua.
Romanticismo vs domesticación de la naturaleza
La oscuridad de Friedrich y las olas rompiendo frente al hombre que desafía un acantilado, las marinas en niebla de Turner y sus tempestades, el naufragio de la Medusa de Théodore Géricault y las múltiples versiones de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya. El arte, en especial las corrientes románticas del XIX se sintieron atrapados por la fuerza de la naturaleza. En su contraposición al racionalismo y a la industrialización la furia de lo salvaje se manifestaba como una de las pocas cosas inasible en ese nuevo mundo domado.
La búsqueda de lo sublime les llevaba a buscar experiencias emocionales extremas que asombraban, aterrorizaban y maravillaban. Difícil encontrar un elemento que reúna mejor esos atributos que un volcán en erupción. En una de las historias literarias más fascinantes se cuenta el nacimiento de Frankenstein durante una noche del 'año sin verano'. La erupción del volcán Tambora en Indonesia de 1815 expulsó a la atmósfera tal cantidad de gases que al año siguiente las temperaturas en Europa cayeron drásticamente. Aburridos a las orillas de un lago suizo, Mary Shelley y otros escritores, como Lord Byron y John Polidori, pasaban las horas entre paseos en barca y charlas nocturnas. En una de estas veladas, a propuesta de Byron, acordaron que cada uno de ellos inventaría una historia de terror. La jovencísima Mary, todavía con el apellido Godwin engendró uno de los monstruos universales.
En una era en la que creemos haber domado a la naturaleza, la furia de un tornado nos devuelve a la realidad de nuestra insignificancia. Un monzón, un corrimiento de tierras, o un vendaval se lleva por delante decenas de miles de vida y ciudades con siglos de antigüedad. El roce entre dos placas tectónicas agita la piel del planeta y levanta olas que se comen países enteros. El tsunami de 2004 del Sudeste asiático, recreado por Bayona en Lo imposible, dejó unos 200.000 muertos. Ante tales acontecimientos, cualquier argumento teleológico sobre la existencia humana se desvanece como los pueblos canarios engullidos por la lava del volcán de La Palma.
Esta semana hemos visto a las autoridades de la primera potencia mundial pedir a sus ciudadanos que evacuaran las zonas en las que iba a tocar tierra el huracán Milton. La solución más sensata para aquellos ciudadanos era huir. Para los que se quedaban el jefe de Policía de Holmes Beach tenía un consejo claro: "Si te quedas y eres tan tonto como para pensar que puedes resistir, escribe tu nombre y el teléfono de un familiar en tu brazo para que cuando te encontremos sepamos a quién llamar", aconsejaba el agente a la hora del reconocimiento de los cadáveres. Milton gira y echa a volar hacia el Atlántico dejando una decena de muertos e imágenes aéreas de pueblos convertidos en vertederos en la primera economía mundial. La noche del sábado uno de los canales de la parrilla española volverá a emitir Twister.
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