Cultura

¿Qué tienen en común Taylor Swift, Annie Ernaux y Jane Austen?

Triunfan las creadoras que usan su intimidad para ir más allá de ellas mismas

Si queremos entender el éxito de Taylor Swift, hemos de volver a Jane Austen, pero también a Sylvia Plath o Annie Ernaux. En los últimos años, hemos asistido a un gran aumento de la difusión de cultura creada por mujeres que hablan, en principio, desde la particularidad de su vivencia, pero que no tarda en manifestarse como experiencia compartida, creando una universalidad femenina. Una intimidad tan descomunal que pronto se desborda a sí misma. La última ganadora del Nobel de Literatura, en su novela El acontecimiento, que relata su aborto clandestino en la Francia de los años 60, sentencia que “el hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello”. Taylor Swift estaría seguramente de acuerdo cuando años atrás y de forma cómica, afirmó en una entrevista que “si los chicos no quieren que escriba cosas malas sobre ellos, entonces no deberían hacer cosas malas”. 

Y sí, Taylor Swift es el vivo ejemplo de esta popularidad de “lo femenino”, mostrando que es capaz de romper récords una y otra vez (en la última ocasión, con su décimo álbum de estudio Midnights) con una audiencia compuesta mayoritariamente por mujeres de entre 20 y 25 años. También la cantante es un ejemplo perfecto por las principales críticas que enfrenta: al fin y al cabo, tan solo es una chica a la que sólo escuchan chicas que canta canciones sobre sus ex. Un tipo de reproche que también es frecuente escuchar cuando se cuestiona la calidad literaria de Jane Austen y las Brontë, o las novelas de la nueva escritora de moda Sally Rooney, que suelen versar sobre historias de amor. Como si este sentimiento no estuviese presente en todas las esferas de la vida humana, como si no se hallase entrelazado con nuestras condiciones materiales, como si la experiencia femenina no pudiese decirnos muchas cosas acerca del mundo. 

Basta abrir TikTok para hacerse una ligera idea. En cuanto se pasen dos o tres vídeos, veremos a una chica cantando un fragmento de uno de los temas estrella del nuevo disco de la estadounidense: "Desde el rocío de los aspersores a las cenizas de las chimeneas / me costó sangre, sudor y lágrimas. / Celebré fiestas y maté a mi cuerpo de hambre / como si un beso perfecto fuese a salvarme. / (…) Estás sola, niña, siempre lo has estado". Esta canción, que trata del ascenso a la fama y los problemas que enfrenta la cantante, es utilizada por múltiples jóvenes para hablar de su TCA, su relación con los estudios o los problemas que entraña el adentrarse a la vida adulta. 


Taylor Swift y la primera politización

Fuimos muchas las que comenzamos a politizarnos en la adolescencia a través del feminismo, y que encontramos en este movimiento la respuesta a varios dolores que, hasta entonces, creíamos individuales. Pudimos concienciarnos entonces acerca de las relaciones tóxicas y prevenir cientos de comportamientos deplorables. Sin embargo, conforme fuimos creciendo también nos dimos cuenta de que nuestro deseo era mucho más complejo y confuso que todo aquello que habíamos conseguido deconstruir. Que muchas queríamos un Orgullo y prejuicio particular y que, como afirma una de las protagonistas de Mujercitas, una puede defender que las mujeres tienen mente y espíritu más allá de su corazón, pero al mismo tiempo sentirse sola y ansiar ser amada. O ser como la protagonista de Conversaciones con amigos, de Sally Rooney, que sigue manteniendo una relación sentimental con un hombre casado a sabiendas de todas sus consecuencias, que están marcadas por la clase, el género y la edad de ambos. 

Romantizar la realidad sin idealizarla parece ser el motivo del éxito. Volviendo a uno de los últimos temas de Swift, encontramos en "Would’ve, could’ve, Should’ve" un relato de una relación sentimental marcada por una gran diferencia de edad que mantiene con 19 años: "Si la muerte es claridad, ¿por qué esto no muere? / Años derribando nuestras banderas, tú y yo / Viviendo por la emoción de darte dónde duele / Devuélveme mi juventud, fue mía antes" En esta canción se usa de forma recurrente la terminología religiosa para expresar la huella que tal experiencia dejó, pero sin caer en culpas o victimismos por lo que sucedió: "Y la verdad de Dios es que el dolor era el cielo" La canción no se queda en una simple denuncia a la diferencia de edad, sino que reconoce el deseo que sentía por la misma, lo conflictivo de anhelar ansiosamente algo que no es bueno y que no va acorde con nuestras convicciones.

Llama la atención que miles de mujeres se reconozcan públicamente como el arquetipo de “chica loca”, que lo hagan de forma pública y que no traten de disimularlo

Este tipo de intimidad se expresa en redes sociales, en muchas ocasiones, con total naturalidad, lo que frecuentemente abre debates acerca de la denominada sobre exposición. Hilos relatando rupturas traumáticas, haciendo públicos comportamientos de sus exparejas o dando a conocer detalles de su privacidad son frecuentemente virales. Esta exposición afectiva se torna muy evidente, por ejemplo, con la canción Mastermind, que describe cómo desde un principio la cantante planea meticulosamente los pasos para conquistar al hombre en el que se ha fijado. Anécdota que tampoco le resulta ajena a multitud de usuarias de TikTok o Twitter, llenos de historias de mujeres que han creado cuentas falsas de Instagram, propiciado encuentros supuestamente casuales, etc. Llama la atención que miles de mujeres se reconozcan públicamente como el arquetipo de “chica loca”, que lo hagan de forma pública y que no traten de disimularlo. Un poco también como Sylvia Plath, que dice no querer acabar amargada imitando a los hombres en su poesía. Al fin y al cabo, si somos capaces de hablar de la composición de las estrellas y los astros pisando el suelo de la Tierra es porque podemos conquistar lo universal a través de aquello que somos. Y eso que consideramos universal ha sido alcanzado por esta misma vía. 


Annie Ernaux concluye su alabadísima Pura pasión confesando que el hombre que aparece en su libro le había pedido que no escribiera sobre él, y ella arguye que lo único que ha hecho ha sido expresar con palabras lo que esa existencia le había traído, como una especie de don devuelto. Taylor Swift también termina su canción I bet you think about me pensando en la reacción de su exnovio: "Apuesto que piensas en mí cuando dices 'Dios mío, está loca, ha escrito una canción sobre mí'”). Y es que nuestra intimidad va más allá de nosotras mismas. Romper con la vergüenza, con la creencia de que somos culpables de nuestros deseos, de que somos únicas e irrepetibles y nuestras experiencias también lo son, y con la asfixiante obligación de tener que habitar en una perfecta coherencia no sólo nos alivia, sino que nos ayuda a entendernos. Lo más inaudito de que cada persona sea un mundo no es (sólo) esta individualidad, sino el hecho de que, valga la redundancia, haya un mundo en cada uno de nosotros, y por tanto y paradójicamente estemos conectados por esta unicidad. Si somos nuestras historias y también la manera que tenemos de contarlas, no cabe duda de que sentir en voz alta nos acerca a creernos comunidad.  

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