Sus himnos siempre sonaron altamente contagiosos. Se bailaban en los palacios, se bailaban en las ‘okupas’ y se bailaban en cualquier boda con un ‘discjockey’ competente (Rafaella siempre será una garantía para animar simultáneamente a varias generaciones). Lo más importante: se seguirán bailando. Pepinazos pop como “Fiesta”, “Rumore”, “Hay que que venir al sur”, “Mamá dame cien pesetas”, “Qué dolor, qué dolor” y “Caliente, caliente” hicieron moverse a millones de personas, pero sobre todo nos hicieron felices. También tuvo letras socialmente avanzadas, como “Lucas” (con protagonista homosexual), "Santo santo" (donde hablaba de apatía sexual masculina de un ejecutivo, de sus falsas promesas de sadismo y masoquismo) y "5353456" (doble sentido: la llamada telefónica como metáfora de la masturbación femenina). El pop como rompehielos de los tabúes sociales.
Hablamos de una boloñesa nacida en 1943, o sea en plena Segunda Guerra Mundial, de padre ausente y criada por mujeres fuertes, su abuela y su madre. A los nueve años, ya debutaba en el cine, pero no se convirtió en estrella hasta que comienza su romance con la televisión, un medio donde brillaba hiciese lo que hiciese. Se desenvolvía con la misma elegancia en una entrevista con su amigo Maradona, jugando a los “Si fuera…” con las estrellas de turno o mostrando un cariño cómplice con Guille Milkyway (La Casa Azul) en las eliminatorias de Eurovisión que le robó Rodolfo Chilikuatre.
Su aparición en 1975 en el espacio Señoras y señores de Valerio Lazarov revolucionó a los hogares españoles. Aquella chica delgada y chispeante, con gusto por los vestidos ceñidos, fue un rayo de sol en la agonía del franquismo, aunque algunos y algunas la recibieran con hostilidad por su descaro; como años después los más pacatos se rasgaron las vestiduras con Madonna, Lalo Rodríguez y el primer reguetón (género que podría reutilizar muchas letras suyas, como aquella donde cantaba “hace tiempo que mi cuerpo anda loco, anda suelto y no lo puedo frenar”). A pesar del sobresalto inicial, nuestro país la fue acogiendo poco poco, como a un miembro más de la familia, gracias a su tremenda naturalidad y telegenia, que no declinaba con los años. En Italia ya la conocían: fue la primera presentadora en enseñar el ombligo en la RAI y triunfó con un baile entre ingenuo y picante llamado Tuca tuca.
La primera en enseñar el ombligo
Hace diez años, en una entrevista con Vanity Fair, ya aceptaba su papel de madrina o como poco pionera del estilo de las divas pop actuales. “Si tú ves todo lo que me he puesto a lo largo de mi carrera sí, es verdad, puede parecer que me deben algo. Veo a Madonna o a Lady Gaga y muchas veces me reconozco en ellas. La que me gusta mucho es Shakira. Me vuelve loca. Yo comencé antes, pero tengo más años y soy menos atrevida. No me pinto la cara de negro…"
Toda su vida estuvo llena de momentos estelares. El primero, rechazar las proposiciones al mismísimo Frank Sinatra, durante el rodaje de la cinta bélica El coronel Von Ryan. (1965). Así lo recordaba hace unos años: “Estaba muy solo, parecía muy necesitado de cariño y me gustaba, pero la gente que lo rodeaba no. Y no estaba dispuesta a ser la 'chica del jefe'”, ha explicado. “Al poco tiempo se casó con Mia Farrow, tan jovencita como yo, y volví a Italia porque allí mi carrera estaba estancada y no parecía que fuera a pasar nada conmigo. Era demasiado europea; demasiado latina para gustar allí”, lamentaba.
Te preguntaba por tus condiciones laborales vestida de lentejuelas rojas, vivía en permanente estado de excitación política", recordaba la periodista Almudena Montero
Por supuesto, también llamó la atención por sus posicionamientos políticos militantes, por ejemplo reconocer en las entrevistas que siempre votaba al Partido Comunista (muchos de cuyos militantes seguramente consideraban su trabajo como una frivolidad pequeñoburguesa). Cuarenta años después de concederla, circulaba con frecuencia en Internet la entrevista de 1977 en la que hablaba más claro: “Yo siempre voto comunista. En un conflicto entre trabajadores y empresarios, yo siempre estaré del lado de los trabajadores”. Haciendo honor a su posicionamiento, era conocida por el cuidado en el trato con sus empleados. La periodista española Almudena Montero lo confirmaba plenamente: “Te preguntaba por tus condiciones laborales, y cuando se las contabas, apagaba la luz del plató. La tipa vivía permanentemente en un estado de excitación política de izquierdas, mientras dirigía departamentos enteros, vestida de lentejuelas rojas”, declaraba.
Últimamente atravesaba un momento dulce, con su música sonando en los productos más dispares, desde la oscarizada La gran belleza (2014) de Paolo Sorrentino hasta el musical setentero Explota, explota (2020) de Nacho Álvarez o el montaje teatral Para hacer bien el amor hay que venir al sur (Ricardo Reguanta, 2020). Carrá se despide de nosotros con pleno reconocimiento de su legado y reconocida como un clásico inmortal del pop mediterráneo.
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