Cultura

El reguetón no es basura (una respuesta a Santiago Auserón)

El músico y ensayista se equivoca al despreciar la música latina comercial

La trayectoria de Santiago Auserón despierta un respeto casi unánime, infrecuente en el pop-rock español. El estatus del que disfruta es merecido, por el alto listón de exigencia que siempre se ha marcado, tanto al elaborar su música como al escribir ensayos que iluminan las conexiones entre música española y la tradición afrodescendiente. Comprendió muy temprano la enorme riqueza de los sonidos populares latinos, cuando la inmensa mayoría de los miembros de su generación andaban obnubilados -de forma algo provinciana- con casi cualquier cosa que ofreciese el mercado musical anglosajón. Por eso, precisamente por eso, sorprenden sus recientes declaraciones a El País Semanal diciendo que “el reguetón, llevado a lo comercial, es basura sonora”.

Descolocan esta posición tan contundente en alguien que reconoció de manera temprana el valor del raggamuffin, género caribeño que funde reggae con hip-hop y que se considera precedente directo del reguetón. En la preciosa canción “Negril”, publicada en 1995, Auserón elogiaba la figura de El General, artista panameño con unos parámetros sonoros que coinciden plenamente con el del reguetón más comercial. Parece complicado defender que las canciones de superventas como Don Omar, Ivy Queen y Nicky Jam sean inferiores a las de El General, que hoy suenan como meros bocetos del género que terminaría por conquistar la pistas de baile de todo el planeta.

Sencillamente, el juicio del cantante de Radio Futura no se sostiene con ejemplos (que tampoco aporta). Desde su explosión comercial a mediados de los dosmiles, las mejores producciones reguetoneras siempre han sido las más comerciales. Pensemos en “Gasolina” (Daddy Yankee) , “Papichulo” (Lorna) o en general el trabajo de Luny Tunes, alquimistas deslumbrantes a la hora de combinar innovación sonora con gancho comercial. Trayendo el debate al presente, ¿Quién duda de que himnos como “Jangueo” y “Rifles rusos” de Anuel AA y Tego Calderón están entre lo mejor y a la vez lo más escuchado de la música de 2020? Lo mismo podemos decir de pepinazos recientes como “Morado” (J. Balvin) y “Dákiti” (Bad Bunny), por citar otros dos superventas globales. El mejor reguetón siempre ha sido el más popular.

Prejuicios rockeros

Juan Perro denuncia que la música del 'perreo' supone "una pérdida de melodía y flexibilidad" respecto a géneros afro anteriores como el sucusucu y la lambada. Se trata de un reproche fuera de lugar, ya que los sonidos en los que se mira este estilo puertorriqueño son el gangsta rap y el dancehall, donde la melodía es algo secundario y lo que se busca es replicar la adrenalina de los momentos más extremos de la vida callejera. Lo que hace el músico español es el equivalente de reprochar al feroz y minimalista techno de Detroit que carezca de la sutileza de la bossa nova.

https://youtube.com/watch?v=L4E_vr1z8ic

El artista advierte que debemos tener cuidado con los prejuicios contra el reguetón porque en gran parte recuerdan a los argumentos esgrimidos por la generación de sus abuelos contra el pujante rock and roll de los años cincuenta (a saber: que era música vulgar, excesivamente lúbrica y propia de afroamericanos). Tiene toda la razón, pero quizá se puede establecer un mejor paralelismo con la salsa, que también se encontró con rechazo por excesivamente sensual, barriobajera y cercana a ambientes criminales. Son numerosas, por ejemplo, las referencias elogiosas de los reguetoneros al gran Héctor Lavoe. También se acusó a la salsa de terminar siendo tragada por la máquina comercial de la industria de Miami, una percepción parcialmente cierta, pero.... ¿podríamos considerar “basura sonora” las canciones de Marc Anthony, uno de los gigantes indiscutibles del género? La comercialización, sencillamente, es un proceso que algunos artistas manejan bien y otros peor. En la escena reguetonera, abundan los primeros.

Destacadas investigadoras feministas han rechazado la estigmatización del reguetón, entre ellas Laura Viñuela y June Fernandez

El cantante explica el reguetón como "una apropiación latina de la música negra se pone así de moda, en ambientes donde la violencia, el sexismo machista, la ostentación, el narco y las pistolas son considerados como valores supremos". ¿Es menos interesante la salsa porque Lavoe diera conciertos para narcos o porque a Willie Colón le gustase posar vestido de gángster? ¿No estamos ante una especie de catarsis ante la hostilidad del mundo que se han encontrado? ¿No es esa una de las funciones de la música popular?

Respecto al machismo, debemos recordar himnos de empoderamiento femenino como "Yo quiero bailar" (Ivy Queen) o las palabras de jóvenes traperas como Bad Gyal, que aprecia que los videoclips reguetoneros muestren cuerpos femenimos menos normativos que los del pop-rock (pieles oscuras, mujeres menos escuálidas, con aspecto de vivir en barrios populares...). Reconocidas investigadoras feministas han denunciado la hipócrita persecución del reguetón, entre ellas Laura Viñuela ("Alejandro Sanz es igual de machista que Maluma, aunque no hable de correrse") y June Fernandez ("Si no puedo perrear, no es mi revolución"). Por no hablar que el público reguetonero es mayoritariamente femenino.

Gozosas alianzas

Cierto venerable prejuicio rockero aflora también cuando el músico maño menosprecia el reguetón como “música robotizada”, un adjetivo que podríamos aplicar también a artistas tan respetados como Kraftwerk, Afrika Bambaataa y New Order, a quien nadie llamaría “basura” en una sección de cultura sin recibir severas contestaciones. Robotizada era también la música disco, el único fenómeno comparable en omnipresencia al reguetón, que no solo estuvo repleta de innovaciones sonoras, sino que propició gozosas alianzas sociales en la pista de baile entre gays, mujeres y afroamericanos (tres colectivos menospreciados por la cultura machista del rock). Convengamos, para llegar a algún tipo de acuerdo, que el reguetón es música para oyentes que no piensan que cualquier cosa que publica David Byrne es automáticamente superior a lo que pueda grabar el superventas popular del merengue Romeo Santos. Hablamos de un público que no escucha Radio 3 y al que preocupa más sudar los fines de semana que exhibir capital cultural. La música popular tiene esa función principal.

En los últimos veinte años, las opiniones informadas y articuladas en favor del reguetón han brillado por su ausencia en El País

Escribo esta respuesta a Santiago Auserón cuando quizá debería dirigirla a El País, que dentro de una conversación intensa y sustanciosa escoge destacar en el titular la frase contra el reguetón. Ni que decir tiene que, en los últimos veinte años, las opiniones informadas y articuladas en favor del reguetón han brillado por su ausencia en las páginas de esta cabecera, que presume de ser “el diario global en español”. Ahora destacan estas declaraciones de un mito de nuestro pop, que parecen escogidas para paliar la frustración de los rockeros: “¿Veis? Este músico tan culto y atento a lo latino comparte nuestra postura: el reguetón que la clases populares llevan bailando dos décadas era basura sonora, así que hicimos bien en no prestarle atención”. Compañeros, con todo el respeto, ¡a otro perro con ese hueso!

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