En los últimos días, se han disparado los comentarios despectivos a la canción más popular de la cuarentena. Que si blanda, que si cursi, que si la ponen demasiado… Sobre todo, abundan en la red social Twitter, una madriguera de amargura digital que hace tiempo funciona como Olimpíada perpetua de la distinción cultural, según el esquema "soy-mucho-más-refinado-que-tú".
Ya nos advirtió de lo que venía el gran sociólogo francés Pierre Bourdieu, en su ensayo clásico La distinción: Criterios y bases sociales del gusto, publicado en 1979. Básicamente: nos repugna compartir referentes culturales con cualquiera a quien consideremos "masa", como si nosotros no lo fuéramos también.
En realidad, la canción no está sonando mucho más que “Despacito” (Luis Fonsi) en el verano de 2017. Quien se esté cansando de ella, en tan solo dos semanas, debería tomárselo como un aviso de que debe rebajar su exposición a la radio y la televisión.
En estos momentos de incertidumbre, la mayoría nos refugiamos en canciones sentimentales, himnos de nuestros cantautores clásicos. La más destacada es “A tu lado” (Los Secretos), aquel enorme destello de talento en los comienzos de la carrera de Enrique Urquijo, que hoy resuena en nuestra memoria sentimental más que nunca. Se trata de la cima de sus carrera, diría que por su combinación de intensidad emocional y ligereza en la melodía, que funciona más como una brisa que como un abrazo.
En tiempos de La Movida, les aplicaba el adjetivo “baboso” a quien cometía el pecado de escribir canciones de amor
Recordemos que, en tiempos de La Movida, Los Secretos eran uno de los grupos más denostados por los modernos, que incluso les aplicaban el adjetivo “babosos” por cometer el pecado de escribir canciones de amor. En estos días, sería igualmente adecuado cantar desde los balcones “Terror en el hipermercado” (Alaska y los Pegamoides), pero todos sabemos que es justo la canción que menos apetece escuchar.
Poetas y publicistas
Los publicistas, que siempre son lo más espabilados, se dieron cuenta enseguida de que estamos ante un momento de alto voltaje emocional, que pide recurrir a grandes poetas pop. La agencia de Movistar ha escogido una versión electrónica de “Lucha de gigantes” (Nacha Pop) para su campaña del confinamiento. El grupo de Antonio Vega es otro de los que tuvieron que soportar el adjetivo “baboso” por atreverse a mostrar vulnerabilidad en sus versos.
También se ha revalorizado el repertorio de la primera etapa de Sabina, antes de su mutación barroca en viejo verde ilustrado. Hay himnos que suenan más vibrantes que nunca, como “Yo me bajo en Atocha” y “Pongamos que hablo de Madrid”, especialmente en contraste con las imágenes de calle vacías de la ciudad que inspiró ambas letras. Pero, por encima de ambas, pega fuerte “¿Quién me ha robado el mes de abril?”, que parece escrita anoche para reflejar la sensación de vida sin contenido que experimentamos. Por supuesto, el sábado se sumaron las enormes canciones de Luis Eduardo Aute, que nos dejó en el peor momento posible.
Después de media vida asistiendo a macroconciertos, creo haber identificado la razón por la que la gente disfruta este tipo de música cálida, acogedora, que te arropa con mimos en tu zona de ‘confort’ (ese infierno para los ‘coaches’ del tres al cuarto). La gente paga sesenta euros por entrada para pasar dos horas sin sobresaltos, protegida por la música de un mundo cada vez más crispado, competitivo y calculador.
"Emergen últimamente en las redes expresiones de elitismo y puritanismo moral con sarcasmos sobre lo que califican de hipócritas aplausos desde las ventanas, con argumentos manidos", lamenta el filósofo Fernando Broncano
Disfrutamos los conciertos de pop-rock sensible y amable, donde la lógica poética es justo la contraria de nuestros problemas, ya que mandan los besos, las caricias y los abrazos. Da igual que hablemos de Coldplay, Alejandro Sanz o Manuel Carrasco, lo importante para nuestra salud mental es desconectar de las miserias de la vida cotidiana. Por supuesto, ahora necesitamos subir la dosis, que dure otras dos semanas en vez de un par de horas. Y lo estamos consiguiendo.
Manuales de resistencia popular
Una vez más, el filósofo Fernando Broncano advertía de nuestra triste tendencia a rechazar cualquier gesto compartido. “Emergen últimamente en las redes y algo en la prensa expresiones de elitismo y puritanismo moral con sarcasmos sobre lo que califican de hipócritas aplausos desde las ventanas, con argumentos manidos sobre otros escenarios de los que no se acuerda presuntamente la gente que aplaudimos. El aislamiento empieza a hacer mella en la inteligencia. Los dioses nos libren de las vanguardias morales”, escribía en Facebook.
No es algo nuevo, sino esos estirados a quienes molestan el Día del Padre, San Valentín y hasta la celebración de bodas, ya que ellos son superiores y celebran el amor todos los días. Hay incluso quienes no acuden a entierros por parecerles ceremonias sin sentido. Conozco ese caracter porque yo pensaba igual y fui cambiando de bando, en parte al cumplir años y en parte por conversaciones con amigos más inteligentes (para los más rancios, recomiendo el ensayo en defensa de los rituales humanos que hace David Mamet en ‘Los tres usos del cuchillo’). Siempre quedarán esnobs dispuestos a rezongar, por ejemplo, el grupo hípster Venturi, que propone aislarse del contacto social en la cuarentena para cantar “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente.
Para mí y para muchos, “Resistiré” crece con cada escucha. Antes pensaba en ella como en una canción bonita para cerrar una película de Almodóvar, un intento de replicar el relato de “I Will Survive” (Gloria Gaynor) con dos guitarras de palo. Ahora siempre estará vinculada a uno de los momentos más complicados de nuestra Historia, cuando la mayoría tenemos ganas de ayudar pero debemos ignorar esa energía y quedarnos en casa. No hay nada más frustrante que querer aportar y no poder hacerlo, viendo como muchos políticos están pensando más en sacar rédito electoral que en sacarnos de este pozo viral. “Resistiré” suena como la dignidad de un país que ha soportado mucho, tal y como explica Paul Preston en Un pueblo traicionado: España de 1876 a nuestros días. Corrupción, incompetencia política y división social. Hay muchas actitudes mejores que la resistencia, pero debemos acatar la situación. Como hemos hecho siempre, por otra parte.
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