La cineasta colombiana Laura Mora perdió a su padre, abogado y académico, en 2002, cuando ella tenía 21 años. Unos sicarios lo asesinaron y años más tarde decidió transformar aquella rabia en su ópera prima, Matar a Jesús (2017), una obra desgarradora y cruda con la que buscó el recuerdo de su padre y con la que también puso el foco en una sociedad que alberga la violencia.
En la pasada edición del Festival de San Sebastián, seis años después de aquel debut tan celebrado, la directora ganó la Concha de Oro con su nueva película, titulada Los reyes del mundo, un viaje iniciático de varios adolescentes que se trasladan de la ciudad al campo en busca de una "tierra prometida" en la que encontrar la seguridad y donde poder cumplir sus sueños.
Con motivo de su estreno en España, Laura Mora ha visitado Madrid para presentar la cinta y ha hablado con Vozpópuli sobre la restitución de las tierras en Colombia, la fragilidad del ser humano, la ausencia de las madres, la solidaridad o el viaje de la ciudad al campo.
Pregunta: Su primera película fue autobiográfica. ¿Qué buscaba contar en esta ocasión?
Respuesta: Después de hacer una película tan autobiográfica como Matar a Jesús quería hablar del tema de las tierras, era algo que tenía muy presente, pero la película nació de una manera muy particular. Cuando terminé de rodar mi primera película en 2016, me fui a hacer el mismo viaje que hacen los chicos, que es un viaje que he realizado mil veces, porque es la carretera que hay que tomar para salir de Medellín, atravesar la cordillera y llegar al mar. Contiene toda la tensión histórica del paisaje y la geografía. Mientras viajaba en carro empecé a tener unas imágenes de unos chicos atravesando ese paisaje, y eso venía de haber estado afectada tras el casting de Matar a Jesús, en el que había conocido a unos chicos increíbles que me habían hablado de tener un lugar donde estar a salvo. En esa carretera, después de hacer una película tan personal y difícil, algo en mí se liberó. Paré y escribí unas frases: "Chicos que se vengan del mundo. Somos los reyes del mundo". Ahí empezó.
P: El asunto central de la película entronca con un tema de actualidad en Colombia: la restitución de las tierras.
R: El hilo argumentativo era muy delgado: ¿qué ocurre si no tienes nada y un día te llega una carta en la que te comunican que te van a devolver una tierra? ¿Qué significa que el Estado te reconoce, te nombra? No solo es la tierra prometida para este chico, sino también volver al origen y llevarse a sus amigos con él.
P: ¿En qué momento político se encontraba este tema cuando llegó la película a los cines?
R: En 2016 estábamos en plena crisis del proceso de paz, del plebiscito en el que ganó el "no". Para mí no era posible que eso volviera a aparecer, la restitución de las tierras, que había sido el centro de la discusión del proceso de paz y sobre lo que mucha gente votó en contra por no estar a favor de la ley de tierras. Tener un gobierno progresista que pone en el centro el asunto y que eso confluya con el momento en el que se estrena la película es una muy grata coincidencia, porque dinamizó la conversación, molestó a mucha gente que está muy en contra. "Cómo llaman los reyes del mundo a unos vagos", se preguntaban algunos. Pero también para eso se hace cine, para incomodar.
En mi vida -he crecido en un contexto muy masculino- he visto hombres quererse y cuidarse mucho y con estos chicos logramos eso, crearon una familia. En la película, ellos son su tierra, ellos son su patria"Laura Mora
P: A menudo, cuando una película que está muy anclada a un momento sociopolítico de un país viaja y llegan a otros países y a nuevos festivales tiene nuevas miradas y nuevas lecturas. ¿Ha ocurrido lo mismo en esta ocasión?
R: En Colombia la gente tiene una lectura muy distinta, más anclada a la realidad y a lo que es verosímil, cuando a mí la verdad no es algo que me interese en el cine. Por las condiciones políticas del país, la gente busca anclarlo a algo muy preciso, mientras que cuando las películas viajan y los espectadores no saben qué es la unidad de restitución de las tierras, se leen de una manera más libre. La película puede ser la historia de unos migrantes, se conecta más con un viaje universal y mítico que ha existido en la historia de la humanidad: buscar un lugar donde vamos a vivir a salvo.
Los reyes del mundo: amistad y familia
P: Uno de los aspectos más conmovedores de Los reyes del mundo es la relación de amistad, casi de familia, que mantienen los personajes protagonistas, quienes se cuidan los unos a los otros. ¿Por qué era importante para usted mostrar el contraste de los cuidados y la comunidad con el individualismo de estos tiempos?
R: El individualismo ha ido en contra de un aspecto que es fundamental para la construcción del pacto social que tiene que ver con la solidaridad y la generosidad. La amistad es un valor existencial. Mis amigos me han salvado muchas veces. Yo tengo una familia que es hermosísima pero que es muy pequeña, entonces la familia que he construido por fuera ha sido muy importante. Siento que la película es una celebración de la amistad. Además, ver hombres que se cuidan. En mi vida -he crecido en un contexto muy masculino- he visto hombres quererse y cuidarse mucho y con estos chicos logramos eso, crearon una familia. En la película, ellos son su tierra, ellos son su patria.
P: No hay mujeres entre los protagonistas. Las mujeres importantes están ausentes -la madre y la abuela- y las únicas que aparecen son prostitutas que se convierten en una figura casi materna para estos adolescentes.
R: Crecí en un mundo de hombres y es el cine el que me ha acercado a la mujer. Una antropóloga chilena, Rita Segato, dice que las primeras víctimas del patriarcado son los hombres porque están muy condenados a comportarse de una manera que termina siendo el gran látigo para las mujeres. A mí me inquieta esa condena que implica ser hombre y mirarla como mujer. Entiendo la violencia como una herencia muy masculina y, como he vivido la violencia tan de cerca, me gusta poner en cuestión esa masculinidad e intentar fragilizarla para acercarme de otra manera a ella. ¿Qué ocurre cuando la mujer está ausente en esos hombres? Ellos van en busca de una tierra prometida, pero buscan una matria más que una patria, un lugar donde estar a salvo, donde poder quererse y soñar, y ese es un lugar muy maternal. En ese burdel hay además una simbiosis, porque no solo ellos encuentran una figura materna, sino que ellas abrazan a unos hijos. Muchas veces he peleado con el concepto de la mirada femenina en mi corta filmografía y de repente en esta película siento que esta es mi película que más pone en evidencia que quien mira es una mujer. Buscan un lugar que da lo que la madre que no está presente daría: un lugar donde poder soñar, estar a salvo y quererse.
Siempre que en Colombia atravesamos una carretera, quienes somos colombianos vamos tensos porque ese paisaje es un contenedor de décadas de horror. Esa belleza tiene mucha sangre, esos ríos son también una tumbaLaura Mora
P: Este es un viaje de la ciudad al campo y en España en los últimos tiempos ha aparecido una tendencia a sacar la acción cinematográfica de la ciudad, con ejemplos como Àlcarrás, As bestas o Suro. En este destino idílico, sin embargo, también aparece la violencia, la codicia del ser humano y la voracidad del sistema actual en detrimento de las familias.
R: Carla Simón acudió a un pase esta semana y cuando salió me escribió un mensaje muy largo en el que me hablaba de las similitudes entre las dos películas y me contaba que, a pesar de lo distintas que son las dos, ponen el signo de interrogación en aspectos que tienen que ver con la tierra y con el dolor de la pertenencia. Eso es un problema mundial, hay un capitalismo muy salvaje. Ahora en Colombia se hace el viaje del campo a la ciudad desde la filmografía, porque se aborda el tema del desplazamiento, de abandonar la tierra a este destino trágico que es la ciudad, pero a mí me interesaba el viaje contrario y lo que eso implica. Ellos se mueven muy bien en la ciudad, con su violencia, con correr y huir. Me interesaba verles en un mundo nuevo, enfrentándose a otras formas de violencia que están más soterradas y son más silenciosas y contenidas. También el enfrentamiento a un paisaje que está lejos de ser idílico. Si bien es bellísimo, es más sublime porque contiene el horror y la belleza. Yo me preguntaba cómo filmar ese paisaje para que se entienda esa presión, porque siempre que en Colombia atravesamos una carretera, quienes somos colombianos vamos tensos porque ese paisaje es un contenedor de décadas de horror. Esa belleza tiene mucha sangre, esos ríos son también una tumba.
P: ¿Cómo ha contribuido a la película ganar la Concha de Oro a esta película, cinco meses después?
R: Esta película fue casi imposible de hacer. El premio ha logrado que se vea mucho más en Colombia, porque nadie habría ido, y ha habido mucha conversación. Ahora se estrenará en Francia, Suiza y España, y en Latinoamérica la ha comprado Netflix.
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