Cultura

Ridley Scott y Joaquin Phoenix se pierden en la inmensidad de Napoleón

El director firma una de sus peores películas con un relato deslavazado de la vida del emperador francés

Hay vídeos en Youtube que con mapas y dibujitos explican en 15 minutos las guerras napoleónicas, lo hacen de una forma aséptica y esquemática. Nadie pedía a Ridley Scott salir del cine con el diagrama de la era napoleónica en la cabeza, pero al menos sí con algo más de emoción que en estos cortos animados. La esperada Napoleón es una de las peores películas del hombre que dejó obras maestras como Blade Runner, Alien o Gladiator, y el problema no son sus innumerables errores históricos. 

La vida de Bonaparte da para una gran serie de cientos de episodios y posiblemente este ha sido el problema de Scott. El director no ha logrado contar ni una historia de las guerras napoleónicas, ni una historia del estadista que cambió el mundo, ni una historia del hombre que sufría por Josefina. Ha intentado las tres cosas y el resultado es un engendro deslavazado que no emociona y que parece el resultado de un montaje apresurado. 

La cinta que ha llegado a los cines dura dos horas y media y en la plataforma que la produce se podrá ver una que llega a las cuatro. Créanme cuando les digo que durante el pase de prensa llegué a pensar que había habido un problema con el montaje y nos estaban enseñando un producto inacabado. 

Por dónde empezar… El guionista David Scarpa parece haber hecho memoria y apuntar en una tarde los highlights y los mitos sobre el corso: ‘Estuvo en las pirámides, se autocoronó emperador, se reunió con el zar ruso… Habrá que meter alguna batalla: ¿Cúal le suena a todo el mundo? Austerlitz en la que gana y Waterloo en la que pierde. Lo del exilio en Elba y Santa Elena. Habrá que contar lo del incendio de Moscú, y el rollo tóxico que mantenía con Josefina’… 

Scott quiere abordar todo y se queda en nada. El director señaló que el cañonazo a las pirámides, nunca perpetrado por Napoleón, era un recurso con el que mostrar al espectador que el joven general había tomado la tierra de los faraones. Ojalá lo hubiera conseguido. Algunas de las batallas que salen en pantalla no terminan de aclarar al espectador qué ha estado viendo. Solo tres de ellas, lo mejor de la película, tienen un desarrollo digno mientras que el resto parecen escaramuzas propias de una película de bajo presupuesto.¡La campaña rusa, la más mortífera, se resuelve con cuatro rusos en pantalla! 

Las tres batallas, el asedio de Tolón, Austerlitz y Waterloo son el salvavidas de la película, repletas de errores y mitos históricos pero con acción, coreografías de miles de infantes, artillería y caballería y unos efectos que son la única excusa por la que animaría a alguien a pagar por una entrada de cine. 

Los historiadores ya nos hemos acostumbrado a que en las producciones de la Edad Media, se aplique el filtro mugre, que pringa las caras y calles cualquier villa europea, en Napoleón Scott tampoco escatima con el filtro frío ceniza.

Desperdicia todas las ocasiones que se le presentan para crear una escena gloriosa que pase al recuerdo. Esconde el incendio de Moscú; la coronación no supera a la del propio cuadro de Jacques-Louis David ni a la de tantos documentales para televisión que la han recreado; por no transmitir, no transmite ni frío en el fatídico regreso de la Grande Armée de la campaña de Rusia.

La dupla de Phoenix y Scott consiguen vaciar de alma al gigante de la historia contemporánea

Tampoco quiero pensar en el cacao mental de alguien que no tenga medianamente estructurada esta época. El empleo excesivo del nada sutil recurso narrativo de letreros con fechas, explicaciones, nombres y números de muertos indica que hasta el propio montador era consciente del caos que estaba perpetrando. Todo es confuso, desconcierta ver las elecciones del director, con escenas que rozan lo grotesco. ¿Qué buscaba exactamente con la escena de la momia egipcia, o la del salón del trono del Kremlin?, ¿qué personaje tratan de dibujar Scott y Phoenix con estas secuencias? A veces enajenado, otras absorto por Josefina, otras megalómano, otras chistoso... en ninguna creíble. Nadie tampoco recordará a Vanessa Kirby como la Josefina canónica.

El director utiliza la relación y correspondencia de Napoleón y Josefina como hilo conductor pero tampoco llega a crear personajes potentes. Ha apostado por la actuación de Phoenix como muleta de la película, pero el oscarizado intérprete no moldea un personaje definido o creíble. Al emperador Cómodo (Gladiator) le odiabas y ansiabas escupirle en la cara, al protagonista de Her querías darle un fuerte abrazo, y ante el Joker simplemente te rendías ante la monumental actuación del personaje psicopático. Quizás esto sea lo más complicado de la dupla de Phoenix y Scott, consiguen vaciar de alma al gigante de la historia contemporánea.

El problema no es el rigor histórico

Como venimos insistiendo con cada obra basada en un pasaje histórico, el director no tenía ninguna obligación de ser fiel a la realidad, sino contar una buena historia como ya lo hizo con Gladiator. El emperador romano interpretado por Phoenix en aquella colosal cinta era un cruel tirano, indigno heredero de su padre Marco Aurelio y desquiciado por los celos hacia el general hispano, Máximo Décimo Meridio, el oficial de confianza del emperador. La cinta estaba repleta de errores, anacronismos e invenciones como la muerte en la arena del propio emperador. Pero aquella cinta y aquel personaje transmitía emociones, contaban una historia, el público lo odiaba por sus celos y malas artes contra el querido legionario hispano. Una buena historia que emocionaba, y un par de personajes con los que empatizar, algo que se encuentra abriendo al azar cualquier libro sobre Napoleón. 

Hace 23 años, el público salió de las salas queriendo enfrentarse a un tigre en el Coliseo, y encontrar la paz acariciando un campo de trigo con el timbre celestial de la cantante de su banda sonora. Scott logró que el mundo memorizara y quisiera saber más sobre Máximo Décimo Meridio, un personaje inventado. Con su última película hará que la gente no quiera volver a hablar de Napoleón. 

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