Para quien no los conozca, podemos decir que, posiblemente, sea la banda con los mejores textos en castellano de las dos últimas décadas. Son los reyes del oxímoron, maestros de la paradoja y viajeros en el mapa de los tonos intermedios en un mundo que todo lo ve en blanco y negro. El Cuarteto de Nos, la genial banda uruguaya, está de gira por España y han tenido a bien atender a Vozpópuli antes de sus conciertos. Esta noche, actúan en La Riviera, después de un periplo que les ha llevado por Santiago, Mallorca, Malaga, Valencia y Barcelona.
Reflejan a la perfección las dudas del ser humano en la vida postmoderna. ¿Qué hacer? Cómo comportarse? ¿Cómo estar en una sociedad que premia la maldad? ¿Cómo ser bueno cuando no lo somos, o no tanto como creemos?
Nos encontramos en Madrid con Roberto Musso, fundador de la banda allá por el año 1984. Está casi recién llegado de un viaje largo, con retraso y aún más alargado por el trámite de la oficina de migración. Pese al evidente cansancio, su brillo se impone, rebosa amabilidad y se revela como un “hábil declarante”. En una cafetería cercana está su guitarrista “Topo” (Gustavo Antuña), también responsable de otra gran banda uruguaya, Buenos Muchachos.
“Qué poco aprendemos de los tiempos de paz”. “Flan”, del disco Lámina Once (2023)
P. Su nuevo álbum, Lámina Once hace referencia al test de Rorschach que estudiaba la personalidad del paciente en base a lo que éste veía en una serie de diez láminas. Estas imágenes eran ambiguas, lo que -en teoría-, permitía descubrir rasgos de la personalidad según lo que viese. Pero, la lámina once no existe…
R. Este personaje de la canción “Rorschach” dice: “ No les voy a decir lo que esperan que diga… Tengo todo el derecho del mundo a ver manchas donde todo el mundo ve otra cosa”. Lo que me movilizó mucho para escribir este disco fue la presión exacerbada que tenemos todo el rato para tomar partido y expresar opinión. Tenés que ponerte de un lado o de otro en el momento en que los grises se están extinguiendo. Yo no estoy de acuerdo con ningún lado desde el punto de vista político social, cultural o incluso deportivo.
P. ¿Cómo llegas a ese tipo de punto de vista? No es nada habitual
R. A veces, me preguntan por influencias y no siempre son de artistas musicales sino que también son literarias. Por suerte, fui lector desde muy chiquito porque mi papá era fanático de la ciencia-ficción…Casi más ciencia que ficción y los primeros libros que leí es porque estaba aburrido y no había TikTok, así que entraba en la biblioteca de mi padre y me metía en un mundo maravilloso; ya después, de adolescente, me hice muy muy lector de Borges, Cortázar, por ese cariño que tienen por el idioma español y pensé que si algún día hacía canciones, me gustaría poner algo de esto en determinada capa de la canción. Ese juego del lenguaje que tenemos en las letras con uso de sinónimos, de las rimas, con las palabras esdrújulas, que me encanta usarlas…En general, parto de un concepto de lo que quiero hablar y, a partir de ahí, voy construyendo personajes.
“En el ángulo de la vida he decidido ser la bisectriz” “Así soy yo”, del disco Raro (2006)
P. Esto que me dices de la ciencia es muy llamativo y es algo que tienes en común con Jorge Drexler: él es médico, tú ingeniero y ambos sois reconocidos letristas. ¿Qué te ha dado la ciencia de cara al arte?
R. Muchísimo, yo siempre he querido robar todo. Como compositor no sería el mismo sin mis años de universidad de ingeniería. Voy a quebrar una lanza por los ingenieros que siempre somos acusados de gente insensible, estructurada, acartonada y para mí es todo lo contrario. Yo siempre pienso que cuando te vas para las letras puras y duras o los números puros y duros estás huyendo de este mundo, de letras o de números, pero en definitiva a un mundo que es el mismo. Y Borges era un fanático de las matemáticas. Para mí estar leyendo a Dostoievski o estar haciendo una resolución de un sistema de ecuaciones diferenciales es el mismo escape. A veces, esa sensibilidad del amante de la matemática es también una coraza …En una canción como “Humano contra computadora”, del disco Jueves 2019, es donde colisionan mis dos mundos.
P. Aunque en vuestras canciones vuelves sobre una serie de temas una y otra vez, me sorprende que logres salir airoso y que siempre incorpores nuevos asuntos. ¿Sientes que el mundo te pone en bandeja temáticas sin parar?
R. Es una especie de paradoja que esté todo mal el mundo para que sea un imput para escribir. Tratamos un montón de temas que nos estallaban en la cara como sociedad, ya sea la búsqueda de culpables, la lucha de poder eterna, la salud mental o la soledad. El tema de la salud mental me interesa mucho, ya desde los 90 o cuando grabamos el álbum Bipolar (2009) y vamos a ir viendo con el correr de los tiempos toda la resaca que va a dejar la pandemia en cuestiones mentales. Lo increíble es que al empezar a tocar estas canciones, tuvimos una gran conexión con gente muy muy joven de 14, 15 ó 16 años, que es la mayoría del público que estamos teniendo ahora, menor de 20 años y me cuentan siempre historias que han vivido y cómo les han entrado estas canciones.
P. Ahora tocáis en España, ¿Qué esperáis de vuestros conciertos españoles?
Somos una banda medio esquizofrénica en ese aspecto y nos encanta. Por ejemplo, venimos de hacer dos shows en Argentina de 15.000 personas cada uno y vamos ahora al Auditorio de Mexico que son 10.000. Pero, en esta misma gira, vamos a Puebla y hacemos aforos de 2000 ó 1000 y la banda está igual de cómoda.
Nosotros nos curtimos en Uruguay y si Uruguay ya es underground, ¡imagínate lo que es el underground de Montevideo! Cuando empezamos a venir a España, quisimos enfocarnos un crecimiento, tratar de hacer la promo para el público local. Cuando vinimos en 2008, 2009 había una mayoría de españoles, algo que no siempre pasa. Nosotros no encaramos estas visitas como una forma de vender merchandising a la gente que está aquí de Argentina o Uruguay sino como un nuevo lugar.
P. Aquí decimos que nos gusta el rock argentino, pero realmente lo gusta en España es Calamaro, que además hizo un gran esfuerzo de adaptación cultural. ¿Qué crees que diferencia al rock en España del de Latinoamérica en líneas generales?
R. Si te soy sincero, y te hablo con el corazón, yo no veo diferencia. No te digo que vivamos los viajes a España como un país de Latinoamérica porque siempre es un viaje distinto, pero si España estuviera entre Perú y Ecuador, por poner un ejemplo, sería un país más con sus propias particularidades en cómo se expresa la gente, pero lo veo igual. Venimos de tocar en Guatemala, El Salvador y Panamá…y hay mucho en común.
Es más, cuando sacamos “Raro”, nuestro primer disco de fuera de Uruguay, lo llevamos a Argentina y a México, no nos dieron bola y fue España donde se editó nuestro primer disco internacional. Lo que sí que notamos es que acá tenemos un público más grande (por adulto) del que tenemos en Latinoamérica.
P- Sólo por curiosidad ¿Qué término prefieres? ¿Hispanoamérica, Latinoamérica o Ñamérica, tal y como propone Martín Caparrós?
R. A mí Latinoamérica me gusta…Ñamérica está guay, ¿por qué no? Artigas se refería a la patria grande, aunque no sé hasta qué límite la consideraba él. Hace años, cuando yo era adolescente, Uruguay y Argentina miraban con la nuca a Latinoamérica y con los ojos a España. Y cualquiera que viajase a Perú o Ecuador ya veía una realidad diferente, pero hoy, gracias a la vida que me ha permitido viajar, me cambió totalmente la visión y veo millones de cosas mucho más en común con de pueblos y culturas que están lejos de Uruguay.
Sex Pistols y cumbia peruana
P. Sois una banda muy reconocida por vuestros textos, sin embargo, la parte musical es de una riqueza pasmosa, sobre todo, el tratamiento del groove ya que todo se puede bailar sin caer el clásico recurso festivalero. ¿Lo cuidáis mucho?
R. Lo primero es que no somos una banda de rock fundamentalista,y evitamos el cliché del rock. Mezclamos mil géneros como en “Mario Neta” que tiene una parte de cumbia peruana y otra tipo Sex Pistols, y podemos llegar a la gente por más canales que el intelectual sino también por la vía del cuerpo puesto que al final, somos una unidad. Eso lo ensayamos mucho y en el show, verás gente haciendo pogo, otros bailando y en baladas como “No llora”, a la gente llorando…Ya no te digo que sea bailable, pero sí que tenga una cadencia…¡Ya antes de los conciertos, la gente en la cola ya está bailando y cantando!
P. Me sorprende tu fraseo, por ejemplo en el último disco en las partes trepidantes de “Maldito Show” o en “El chivo expiatorio”. Con los años has ido cambiando este fraseo, ¿estáis atentos a lo que sucede en otros estilos?
R. Para mí, el cambio lo marcó la salida de Eminem en el 2001. Fue increíble. Digamos que era un hip-hop amigable o al menos, con estribillos pop, medio rockeros…Me abrió la cabeza con respecto a lo que yo venía haciendo. Canciones como “Yendo a la casa de Damián” o “Ya no sé qué hacer conmigo” nacieron escuchando al Eminem de esa época porque me dieron la posibilidad de escribir el castellano a piacere porque tenía más posibilidades de poner sílabas que en una frase pop. Y realmente estudié mucho ese estilo y me sentí muy cómodo en ese tipo de canción. Y me convertí en una especie de mezcla entre los Beatles y Eminem.
Sello propio
P. Después de 17 discos, habéis montado con un sello propio, Porfiado Records. ¿Justo ahora? ¡Todo lo hacéis al revés!
R. Hemos trabajado con todas las multinacionales y eso nos ayudó mucho porque tienen ese elemento de poder darte a conocer. Pero, en la pandemia se terminó nuestro contrato de Sony y, como tantos, sentimos la revalorización del tiempo personal y pensamos qué queríamos hacer y qué no hacer. Ha estado muy bien trabajar con grandes sellos, pero su foco está en muchas bandas, con cien mil artistas de millones de géneros y a ti te dan el cuarto de hora que te toca. Queríamos disponer del tiempo nosotros, ver cuando se graba, qué presupuesto tener. Es un experimento, que ya veremos cómo sale.
P. ¿Dónde lo habéis grabado?
R. Lo íbamos a grabar en Colombia con Héctor Castillo, pero en pleno 2020 era complicado moverse y los pasajes eran carísimos…Así que lo grabarnos en Uruguay con Eduardo Cabra, (Visitante, ex Calle 13 y hermano de René, Residente) que luego lo mezcló en Puerto Rico. Héctor Castillo, (venezolano que trabajó con David Bowie, Gustavo Cerati, instalado en Brooklyn) hizo otra parte del trabajo. Se valoró mucho que grabásemos en Montevideo porque hacía tiempo que no trabajábamos en Uruguay y se dio trabajo a gente. Está grabado en el estudio Bruster que está en el Salvo
P. ¿También habéis grabado los vídeos con directores uruguayos, ¿no?
R. Sí, con Cali Ameglio hicimos “Fiesta en lo del Dr. Hermes” y con Charly Gutiérrez, el de “Rorschach”.
P. Por cierto, “Ya no sé qué hacer conmigo”, uno de vuestros vídeos más icónicos y también de Charly Gutiérrez, tiene 100 millones de visualizaciones en YouTube.
R. Eso le digo a mi hija ”Mirá, tiene 100 millones…” y me responde: “¿Cómo 100 millones? ¡Mirá este! Y me muestra un vídeo de un tutorial de alguien preparando un café que tiene igual 4000 millones!
P. ¿Qué tiene Uruguay que con apenas tres millones y medio genere tantos músicos, escritores y futbolistas?
R. Es un país que te prepara mucho, que tiene una gran educación pública, pero es un lugar muy pequeño para desarrollarte, que te limita mucho y tu umbral de frustración puede ser muy bajo. Hay propuestas de música electrónica, música folclórica, de candombe, de salsa, que se chocan con el techo demográfico…Y estás metiendo 400 personas, pero tienes que dar ese otro salto a 5000 y ese paso no es tan fácil. Lo habitual es mudarse a Argentina, pero está como está… También es importante que no tenemos el estrés de una gran ciudad, Montevideo es muy manejable y, a diferencia de Buenos Aires, mira hacia el mar. Pero es una ciudad que, como todas las que tienen mucho descendiente de inmigrantes, tiene una alta carga de nostalgia que está metida muy adentro. Pero no sé cuál es la razón de que haya ese nivel de músicos tan alto, puede que esté el hambre de ganar…
La charla es larga, así que hacemos zapping por algunos asuntos tratados. Con Roberto hablamos de cómo Uruguay, tras la dictadura, en vez de mirar a Argentina, su gran vecino, pusieron el foco en España que estaba en plena efervescencia de los ochenta. Por eso, conocen a tantísimos artistas de aquí y grupos como Los Buitres se hicieron muy famosos con una versión de “Cadillac Solitario”.
Volvemos sobre su pasión por Mario Levrero y cómo no, por sus letras donde él insiste: “los personajes del Cuarteto no están en el lugar moral donde alguien tiene la razón sino que nadie es el héroe o el villano, donde nadie es el bueno o el malo, y creo que por ahí viene mucha de la identificación de la gente”.
También charlamos de que su primera salida internacional fue cuando la banda ya llevaba 15 años. Y cómo con el éxito de “Raro” se tuvieron que plantear qué hacer con la banda, algo que provocó la salida de su hermano, Ricardo, y la entrada de “Topo” (Gustavo Antuña), guitarrista que se acerca jovial hacia el final de la entrevista desprendiendo la buena onda propia de la gente del barrio de Malvín.
P. ¿Es cierto que fue tu mujer quien te animó a dar el paso para que dejases tu trabajo y te dedicases sólo a la música?
R. A ver. Lo que pasa es que yo tenía un trabajo de ingeniero muy bien pagado y que me encantaba. Yo no era el típico músico bohemio que no quiere levantarse más a las ocho de la mañana. El resto de la banda igual, otro era curador de arte… De pronto, empezamos a tener que irnos, por ejemplo, 20 días a Mexico. Y también fue cuando nos nominaron al Grammy que para Uruguay era como ganar la Copa América. Tuvimos una reunión de grupo para ver si seguíamos como una banda tipo de escuela secundaria o ya nos lanzábamos. Porque eso atravesaba lo profesional y lo personal, algunos ya tenían hijos. Y mi mujer me dijo: “si yo le digo a mis amigas que mi esposo cuarentón va a dejar su trabajo para irse con su banda de rock con los amigos…Me dirían… No, no”. Pero, mi mujer fue un apoyo inmediato.
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