Ya saben la historia: se supone que los cisnes cantan especialmente bien la última vez que son capaces de hacerlo. Es algo que encaja bien con tradiciones musicales como el flamenco y el blues, donde un intérprete casi anciano puede alcanzar niveles de intensidad superiores a los de sus veinte años. Los Stones no han buscado esta vez un disco auténtico, espinoso o desafiante, sino que en muchos cortes acercan su estilo a la radiofórmula. Por eso confiaron en Andrew Watt, productor de Justin Bieber, Selena Gómez, Miley Cyrus, Post Malone y Avicci, entre otros.
El joven alquimista neoyorquino, que venía recomendado por Sir Paul McCartney, ha pasado de producir a las mayores estrellas pop del planeta a ser el cirujano sonoro de confianza de la vieja guardia rockera, desde Iggy Pop hasta Ozzy Osbourne, pasando por el exBeatle. Por cierto, que Watt es tan fan de la banda que no se atrevió a decirles todas las veces que les había visto en concierto para que no pensaran que estaban ante un friki.
Tampoco falta el toque macarra en el nuevo álbum, ya desde el título: la expresion "diamantes de Hackney" hace alusión a los cristales rotos que dejan los ladrones en la acera al romper una escaparate (Hackney es un barrio conflictivo de la capital británica, hoy ya bastante gentrificado). Con Charlie Watts muerto y Jagger/Richards octogenarios, la fiesta rockera más larga de la historia puede acabarse en cualquier momento. Hace décadas que los Stones son un grupo de homenaje a ellos mismos, señores que pasaron la edad de jubilación recordándonos sobre un megaescenario lo buenos y rompedores que eran en su veintena. Lo bueno es que todo el mundo les respeta, como deja claro el hecho de que en este álbum colaboran mitos de la talla de McCartney, Elton John y Stevie Wonder. Curiosamente, ninguno de ellos canta, un lujo que solo disfruta Lady Gaga en funciones de corista.
¿Canciones clave del disco? Los fans no se deciden todavía con "Angry": unos la tachan de insípida y otros apuestan a que puede convertirse en el nuevo "Start me up". La vena más callejera de Jagger sale en "Live by the sword", donde habla de putas, gángsters y riesgos, al ritmo de una de las últimas baterías que grabó Charlie Watts, con su swing inimitable, para goce de los fans de toda la vida. La pieza de más consenso es la de cierre: una versión de "Rolling stone blues" (Muddy Waters), el cordón umbilical con el estilo que siempre les ha nutrido.
Stones a tope
Jem Aswad, de la veterana y prestigiosa revista Variety, resume el entusiasmo general entre los millones de fans, sin volverse loco en las comparaciones: "Este Hackney Diamonds no es su mejor trabajo desde Some Girls, lanzado hace unos 45 años, pero es el mejor desde Tattoo you, que es sólo tres años más joven. Que los Stones hayan alcanzado tal cima mientras luchan por cómo debería sonar una banda de rock octogenaria (una que recientemente perdió a su baterista de casi 60 años de carrera, nada menos) es quizás la hazaña más impresionante de todas". Muy de acuerdo con esta valoración.
Los Stones no quieren oír hablar de retirada y Jagger presume de que puede nop dejarnos en paz nunca, gracias a la Inteligencia Artificial
"No me digas que voy a tener que ir a ver/ a tu grupo del siglo pasado...a la Bombonera", cantaba el stoniano Andrés Calamaro en la preciosa "Mi gin tonic". Tanto los Stones como sus fans saben que no hay verdadera gloria en el grupo después del año 2000 y por eso el grupo no toca apenas material del disco A bigger bang. De álbumes de los últimos treinta años, como Voodoo lounge y Bridges to Babylon, sólo una de cada uno en un concierto. Los Stones son espectros de la contracultura, un movimiento omnipresente que hoy provoca consenso incluso en el mundo corporativo.
La frase más comentada de las letras es esta: "Las calles por las que solía caminar están llenas de vidrios rotos/Y dondequiera que mire, hay recuerdos del pasado”, canta Jagger en “Whole Wide World”, como despidiéndose de un mundo que es cada vez menos suyo. Pero no hay tanta nostalgia ni melancolía en un disco que busca la espiritualidad más majestuosa, como demuestra otra de las canciones más alabadas, "Sweet sounds of heaven", con recursos gospel.
El reseñista de Rolling Stone, la revista con la que más se ha confundido al grupo, puntúa alto Hackney Diamonds, pero sin renunciar a reírse de Mick Jagger: "En 'Mess It Up' intenta torpemente conectarse con cualquier persona menor de 30 años que apenas haya oído hablar de los Stones: 'Compartes mis fotos con todos tus amigos/las publicas, no tiene sentido', lamenta. Luego se queja de que su amante le roba sus “códigos” (amigo, creemos que el término es 'contraseñas', a menos que tengas acceso a un arsenal nuclear y no nos lo hayas dicho)", comenta.
El posible canto del cisne de los Rolling Stones puede coincidir también con el canto del cisne del rock and roll de estadio. ¿Quién llenará las gradas cuando elloa se se vayan? Apenas quedan tres o cuatro grupos para eso, la mayoría más blandos, como U2, The Killers e Imagine Dragons. También podemos contar a Metallica, AC/DC y los restos dd Pink Floyd, pero andan en la recta de salida y muy decadentes respecto a sus años dorados. El rock no tiene recambio para los recintos de masas y eso hace más importante el anuncio de su gira 2024, donde habrá que escucharles y mimarles como si fuera la última vez.
Posdata: En una entrevista reciente en CBS Morning, Jagger amenazó con no retirarse nunca: "Definitivamente hemos pensado en eso (hologramas o versiones virtuales para el directo) y nos lo han pedido. Va a suceder, estoy seguro. Cuando nos hayamos ido todos, sabes, seguirá habiendo Inteligencia Artificial, entonces no podrás librarte de nosotros".
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