El periodismo moderno ha transformado la elaboración artesanal de los artículos en una fábrica de croquetas industriales. Antes la bechamel se hacía con tiento y tiempo, y ahora se necesitan cientos de croquetas diarias para estar mejor posicionados en la red y atraer lectores, en un ciclo sin fin como el que cantan en 'El Rey León'. Caminamos rápido para no llegar nunca a ningún sitio.
Rubén Arranz desvela las miserias de la profesión y del mundo de la sobreinformación en ‘Perro come perro’ (Círculo de Tiza), una novela en la que el protagonista, Alfredo, tratará de desvelar por qué su maestro periodístico, Juan Vega, se ha suicidado. También aborda el fenómeno de la migración, porque Madrid es una ciudad de inmigrantes que te da todo, pero también te quita muchas cosas.
Arranz camina torcido, como ladeado, pero su voz es firme y responde a velocidad de metralleta con la soltura de su paisano vallisoletano Francisco Umbral (aunque sin la osadía ni el mal gusto de decir que Pío Baroja es un mal escritor). Tras sus inseparables lentes, la mirada de este compañero de oficio, que tiende siempre a la curiosidad, ha sido testigo de las aguas revueltas del periodismo, cuyos excesos están llevando a la sociedad al frenopático.
Pregunta: La novela está escrita como un monólogo interior bastante melancólico, algo al estilo de ‘Cinco horas con Mario’ de otro pucelano, Miguel Delibes, ¿conducen las tierras de Castilla irremediablemente a la melancolía?
Tu pregunta me recuerda a un viaje que hice a Villalar, cuando trabajaba en Efe, para acudir a la celebración del Día de Castilla y León (curiosamente se conmemora la derrota de los comuneros). Era el típico día del mes de abril, con niebla, frío todavía en la meseta… Mientras otros están con las primeras experiencias de playa nosotros estamos con niebla en la meseta. El compañero que me acompañaba me dijo: "Qué dura es esta tierra". Puede ser que esa melancolía castellana venga de la dureza de la tierra, pero a la vez te ofrece esa autenticidad que da respirar aire fresco por la mañana.
'Perro come perro' es una novela de gente que tiende a sentirse perdedora porque no sabe caminar por la vidaRubén Arranz
En mi novela, los personajes intentan reflejar -no sé si lo he conseguido, cosas de escritor primerizo- que estamos más descarriados que nunca, más perdidos. El mundo actual tiene determinados componentes incomprensibles. Nuestros abuelos tenían unos paisajes que eran familiares, y unas rutinas bastante más predecibles. Más allá de los hechos que marca la condición humana (matrimonio, enfermedad, desarrollo, muerte, etc.), creo que siempre nos acompaña una incertidumbre que nos separa de la tierra firme. Esta es una novela de gente despistada y de gente que tiende a sentirse perdedora porque no sabe caminar por la vida. Antiguamente, por ejemplo, se dilucidaba mucho antes el paso hacia la madurez y hoy se dilata mucho más. El sueño de la posmodernidad ha traído esa voz interior que se queja y que no tiene respuestas.
P: El título de la obra es ‘Perro come perro’. ¿Te refieres a los periodistas? ¿Somos una profesión caníbal? ¿O lo es la sociedad en general?
No lo sé. Al principio del libro hay una reflexión que yo defiendo. La maldad existe, la maldad es evidente, pero no tengo claro que haya alguien malo por naturaleza. En periodismo está clarísimo que "perro come perro". Siempre ha habido esa competencia que ha llevado a actitudes destructivas. Hay algo que me molesta del periodismo y es esa manía de considerarlo como “la mejor profesión del mundo”. Eso es una gilipollez. ¿De verdad escribir noticias es mejor que cultivar, ver como el campo va creciendo, construir un edificio y ver que el resultado final se palpa? ¿Cuál es el bien social del periodismo? Yo no lo sé.
Nosotros en Vozpópuli somos unos privilegiados, porque nosotros hacemos una cosa que no es muy habitual en la profesión, y es que Jesús Cacho nos permite escribir con total libertad. Es decir, lo contrario de lo que se denuncia en el libro. Nosotros rara vez nos autocensuramos. Yo muchas veces me pregunto cuántas veces habrán llamado a nuestro editor para decirle “cárgate a este cabrón”. Pero entiendo que no es la máxima de la profesión.
La maldad existe, la maldad es evidente, pero no tengo claro que haya alguien malo por naturalezaRubén Arranz
Hay personas en el oficio que se quejaron de que les echó de su medio el Ibex 35 y ahora ganan mucho dinero en sus nuevos medios gracias a eventos pagados por el Ibex 35. Es más, tienen secciones en sus periódicos patrocinadas por el Ibex 35 (sobre desarrollo sostenible y temas parecidos). A nosotros nunca nos han dado consignas de ese tipo, pero eso existe.
P: El libro empieza con un suicidio. Así, a bocajarro. Decía Albert Camus que el suicidio era el único problema serio de la filosofía. ¿Coincides con el filósofo francés?
El dilema de mantener la propia vida o terminar con ella es absoluto. No voy a contradecir a Camus. Hay una frase del libro que es que “la vida nos obliga a tomar decisiones importantes mientras flotamos en el líquido amniótico de la inmadurez”. Hay grandes dilemas que resolvemos de manera inconsciente pero que nos condicionan. Una cosa que me atormenta últimamente es la función vital de cuidar a los padres. Hay un momento en que se presenta el dilema de escoger entre el desarrollo profesional o algo tan honrado y maravilloso como cuidar de los padres, estar con ellos en la vejez, cuando enferman… Es un dilema menos absoluto que ‘te quedas o te vas de esta vida’, ¿pero acaso es menor?
P: Buena parte del relato trata de averiguar las decisiones que llevaron a Juan Vega al suicidio. El protagonista se muestra sorprendido. ¿No crees que el suicidio, como en el caso de Juan Vega, casi nunca es algo evidente, algo predecible?
Un autor que admiro es Stefan Zweig. Se suicidó por desesperación y tiene sentido. La historia de Juan Vega se basa en el caso real de un periodista que en plena crisis profesional y personal se tiró por la ventana. A partir de ahí, he construido el resto de la historia en base a los mensajes que quiero trasladar: la crisis del periodismo y la crisis fruto de la migración (la de los jóvenes que vienen a Madrid, los que se van por necesidades económicas y los que vienen de otro país).
P: Vega es alguien con una infancia muy difícil, sin padres, con ausencias que han forjado su personalidad… Para él la cultura era una muralla del 'yo' fundamental. El protagonista, sin embargo, dice: “Nunca pensé que, en realidad, los libros y las películas podían haber sido su refugio en un mundo que conoció a temperatura bajo cero”. ¿Crees que el cine y los libros no son un refugio?
Son un falso refugio. Umberto Eco da la clave en ‘Apocalípticos e integrados’ (que curiosamente no se recomienda leer en las facultades de periodismo). Habla de la cultura de masas, y distingue entre la alta cultura, la media y la baja. La alta cultura puede ser una sinfonía de Händel y la baja cultura los panfletos digitales. Creo que tendemos a pensar que por leer y ver muchas películas estamos bien posicionados y somos cultos. Y eso es un error clave. Él pone un ejemplo maravilloso que voy a intentar trasladar a la actualidad. En los años 20-30 el jazz era la música mainstream y ahora, ¿quién escucha jazz? Escuchar una sinfonía de Beethoven no te hace saber más de Beethoven… Y es así con todo. Ese mundillo cultural en el que crees que te vas cultivando te puede dar un falso sostén, pero las grandes cuestiones están muy alejadas de todo eso.
El cine y la literatura son un falso refugioRubén Arranz
P: A lo largo del relato hay un paréntesis en el que el protagonista viaja a Uruguay y el tema del periodismo, digamos, pasa a un segundo plano. ¿Cuál es tu intención al narrar ese viaje?
Yo quería escribir una novela sobre los tipos de inmigraciones, porque me parece un fenómeno social importante. Madrid te da muchas cosas, pero también te las quita. En el fondo, tienes la sensación de que te estás perdiendo la vejez de tus padres, el día a día… Y a la vez aquí, aunque esta ciudad te lo da todo, te sientes un poco desarraigado, como si tuvieras que volver a la casilla de salida constantemente. Y eso pasa cuando emigras, y eso te cuentan los inmigrantes de Latinoamérica que viven en España. Hubo dos fenómenos migratorios importantes en este país en la historia reciente. Uno se produce antes de la crisis, con la llegada de la migración internacional. Otro, cuando los españoles se van a trabajar a Londres o Alemania. No somos conscientes de todo el patrimonio intelectual que hemos perdido.
P: En otro fragmento dices que el periodismo es una profesión que suele atrapar a los bienintencionados y engañarlos. ¿Por qué?
Por supuesto. Todos los que estamos en periodismo lo hacemos porque pensamos que es una labor más noble de lo que realmente es. Un chico sale de la universidad, entra en una redacción y le ponen a editar teletipos, a esa labor de corte y confección. Hoy todos somos periodistas de salón, porque no hay tiempo para preparar artículos. Con la crisis del modelo de negocio las redacciones adelgazaron y, al mismo tiempo, esa transición digital ha generado mayor necesidad de información para que el medio se posicione. No hay tiempo para el análisis. Por cierto, creo que uno de los grandes errores de la profesión es perder tanto tiempo en buscar exclusivas.
Cada vez que escucho algo como “las redes arden” me gustaría quemar un periódicoRubén Arranz
La profesión se convierte en una cárcel e insisto, los que estamos en Vozpópuli somos unos privilegiados. Ello no quita que muchas veces te sientas el ratón en la rueda, que persigues cosas que no deberías perseguir. Yo creo que la gente quiere respuestas sobre los temas, que les demos explicaciones, las causas. Cuando murió Michael Jackson la exclusiva la dio un medio pequeñito, pero la gente quiere saber por qué el cantante llegó a esa situación. La sobreinformación tiene un problema, y es que olvida las grandes preguntas. Cada vez que escucho algo como “las redes arden” me gustaría quemar un periódico.
P: ¿Te has sentido engañado por el periodismo?
Sí. Engañado y sorprendido. Sorprendido porque nunca pensé tener tanta libertad para escribir, que es lo contrario de lo que se queja Alfredo, el protagonista. Al mismo tiempo me sorprendió ver en el mundillo esa costumbre de encontrar periodistas del mismo ramo que se hacen amigos y compiten entre ellos y se retroalimentan… Me parece patético. Un tío que busca amigos entre los que hacen lo mismo no tiene que estar muy bien. Y me he sentido engañado porque el periodismo ha dejado la esencia de las cosas para seguir una estúpida carrera por el clic.
El periodismo ha dejado la esencia de las cosas para seguir una estúpida carrera por el clicRubén Arranz
P: “A los dieciocho años, soñarán con contar casos de corrupción en primicia. Cuando lleguen a las redacciones, recibirán el encargo de desarrollar artículos sobre los diez alimentos que adelgazan durante la digestión o los siete destinos turísticos menos masificados”, dices en el libro. ¿Ha matado internet al periodismo o no es una cuestión de formato?
Eso pasa todos los días. Internet es un invento que nos queda un poco grande. La cultura de masas nos ha pegado un golpe y había cosas que estaban bien en el anonimato, como la idiotez colectiva. Los medios, cuando hemos empezado a ver las manifestaciones de la masa, en vez de seguir con nuestra tarea, hemos bajado al fango. Vemos 200 artículos al día de los 10 destinos turísticos más maravillosos y similares. Hemos caído en la trampa de caer en lo que pide la masa.
Los periódicos hemos caído en la trampa de caer en lo que pedía la masaRubén Arranz
Otra parte del fenómeno es cómo se ha malogrado la profesión. Hemos sido incapaces de dar valor a nuestro trabajo y hay gente que lo ha visto y se ha aprovechado de ello. Ayer veía un periódico donde, sin señalar que eran publirreportaje, había en la portada un artículo sobre lo maravillosos que son los pellets. Nuestro sector sobrevive porque está hiperprotegido. Dependemos más de la publicidad y de la publicidad institucional. Hay 400 medios que reciben ayudas por publicar en catalán, fíjate qué pedazo de red de aliados. El periodismo también es eso hoy, no es el tío con sombrero y máquina de escribir que está escuchando en el bar de ‘Mientras Nueva York duerme’- Quería explicar a la gente, aunque sea un privilegiado, que el periodismo es eso hoy.
P: Dices que lo peor que puede ser un periodista es creerse un justiciero, que es algo, no tan de nuestro tiempo, sino de toda la vida. Echa sus raíces en ese narcisismo que acompaña a nuestra profesión…
¿Pero cómo puede ser narcisista un periodista? ¿Qué ego puede tener una persona que pelea por que le filtren lo que va a salir en el Consejo de Ministros? Nosotros somos unos intermediarios. En la cadena alimentaria seríamos la furgoneta que lleva cosas desde el almacén al supermercado.
P: La sociedad occidental vive en constante crisis de ansiedad. ¿Es posible volver a vivir como en ‘El hombre tranquilo’? ¿Hay esperanza?
Creo que no tenemos remedio. Si todo parara, tendríamos el ansia de aventuras. Lo que sí se podría parar es la sobreinformación, o relativizarla. Cuando la OTAN bombardeó Kosovo, con Javier Solana al frente, ya se hablaba de la Tercera Guerra Mundial. Incluso antes, en la Guerra de Corea, 5 años después de la segunda, se hablaba de ello. Vivimos en el apocalipsis diario.
P: En 'Perro come Perro', también tiene su papel el amor, o, más bien, el desamor. ¿Cuál es el principal escollo para una vida feliz, un trabajo estresante como el nuestro o el desamor, los traumas?
Todo va un poco ligado. En ‘Las uvas de la ira’ de Steinbeck, después de la sequía llegan unos nubarrones y aun así no llueve. Esos campesinos se preocuparían, en primer lugar, por que lloviera, de tal forma que pueda haber cosecha, puedan venderla y puedan comprar comida y lo necesario para vivir. Ahora bien, creo que sería una boutade decir que los problemas profesionales superan a los personales. Primero hay que tener bien resuelto lo que hay en casa para dar el máximo de ti cuando sales. Pero también es verdad que si no llueve, no puedes tener tu casa en orden.
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