Cultura

El éxtasis de 'Saint Maud' promete terror y escalofríos en Navidad

Llega a los cines un thriller de terror psicológico que muestra lo que la soledad es capaz de hacer

El escalofrío, el terror y el desasosiego están garantizados estas navidades con el cuento de hadas 'Saint Maud', un thriller psicológico capaz de desenterrar los miedos más oscuros y desconocidos del espectador con la mayor de las sutilezas. La cinta, dirigida por la debutante Rose Glass, se estrena este martes 23 de diciembre en los cines, después de haber pasado por el Festival de Sitges, donde el mismísimo J.A. Bayona la calificó como una "joya del terror". El nombre de Glass se suma así a la larga lista de directoras que firman la mejor cosecha del cine del año y que demuestra que las ficciones facturadas por mujeres abarcan un arco tan complejo y variado como el de los cineastas. Con cuotas o sin ellas, la producción cinematográfica con nombre femenino de todo el mundo está a punto de alcanzar su edad de oro.

¿Dónde residen nuestros mayores temores, qué nos hace temblar, qué nos estremece y nos angustia, qué nos asusta y nos paraliza? La directora de 'Saint Maud' lo sabe muy bien y lo plasma a la perfección en su ópera prima, que muestra lo aterradora que puede resultar la vida interior de cualquiera si se pone un poco de atención. En ella, la joven enfermera Maud -interpretada por Morfydd Clark- se encarga de cuidar a Amanda, una bailarina que sufre una enfermedad que la mantiene postrada en su casa. La joven, una devota religiosa que vive atormentada por un violento secreto, está convencida de que ha sido enviada para salvar a su paciente.

Glass ha señalado en una entrevista telefónica a Vozpópuli que el punto de partida de esta película de terror fue "la distancia" y "el contraste" que existe entre lo que alguien tiene en su cabeza y la realidad que muestra a los demás, porque siempre se ha sentido atraída por "aquellas historias en las que existen presiones psicológicas íntimas". En definitiva, lo que más aterra al espectador es, precisamente, lo que no ve, lo que no entiende o lo que se le oculta, y eso, con dosis tenues y dosificadas de información, puede resultar terrorífico, incluso cuando en realidad no hay nada por lo que asustarse.

Fotograma de 'Saint Maud'

Fotograma de 'Saint Maud'

Para lograr la tensión, el principal objetivo era conseguir que el público empatizara con Maud, una chica dulce, perdida, en cierto modo desasosegante pero aparentemente sin ninguna maldad, sino simplemente una predisposición exagerada a servir a Dios, con quien mantiene una comunicación constante que la lleva al éxtasis en varios momentos de la película. Como le ocurre a Santa Teresa de Jesús, ella también siente el calor penetrante de Dios, solo que, en esta cinta, de aspecto lúgubre, la imagen es muy diferente a la que cualquiera puede tener de, por ejemplo, la estatua de Bernini que se puede visitar en Roma. Aquí, las revelaciones son tan tétricas y ambiguas que es fácil confundir si el interlocutor es divino o es el mismísimo diablo.

Todo el mundo vive vidas separadas más allá de la vida propia, vidas online que se muestran al mundo y necesitan la validación de algo invisible"

En esencia, lo que la directora británica consigue con este personaje es un retrato de la soledad, del olvido y de las consecuencias más extremas de el ensimismamiento. Aunque muestra una mirada un tanto enfermiza y exagerada, 'Saint Maud' no deja de ser el más triste signo del olvido, de la soledad y de la indiferencia. De hecho, Glass compara la relación que Maud mantiene con Dios con la dependencia que existe en la actualidad entre los ciudadanos y las redes sociales.

"No digo que las redes sociales en sí mismas sean malas, pero supongo que quizás la relación psicológica que acarrea es parecida a la que muestra Maud. Todo el mundo vive vidas separadas más allá de la vida propia, vidas online que se muestran al mundo y necesitan la validación de algo invisible", cuenta Glass, quien también hace referencia a un "egoísmo" virtual, en el que "todo el mundo está pendiente de sus posesiones y de sus historias".

Uno de los desafíos era conseguir que el espectador empatizara con la protagonista y con "algo tan horrible como lo que hace ella". "Estamos acostumbrados a leer en la prensa las cosas horrorosas que hacen algunas personas y siempre pensamos en si están locos. Nadie es nunca consciente de lo que somos capaces de hacer en ciertas circunstancias de nuestra vida, así que era interesante pensar los motivos que hay detrás, fue un reto divertido", agrega.

De manera intencionada, hay en 'Saint Maud' un juego con el espectador porque la directora se recrea en las posibilidades que da la perspectiva. En esta película "siempre hay dos cosas que ocurren al mismo tiempo: por un lado, la misión que tiene de salvar a Amanda, pero también hay una línea narrativa que cuenta que Maud es una persona que se encuentra sola, alineada, que probablemente no recibe la ayuda que necesita y a la que nadie presta atención". Y el miedo que rezuma esta historia bebe, precisamente, de los propios temores de la cineasta, quien admite que su mayor temor es "no confiar en la propia percepción".

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