Eran otros tiempos, donde vestuario fuera de la norma te podía buscar problemas con la policía. “Con patillas largas, estrecho pantalón/ Un jersey a rayas, aunque llame la atención…”, cantaban Los Salvajes en su himno “Soy así” (1967). Unos compases después, la canción incorpora un fragmento de “Satisfaction”, el rodillo de los Rolling Stones que se convirtió en banda sonora de la Contracultura.
Esa revolución de las costumbres tardó en llegar a España, pero el grupo barcelonés jugó a fondo la carta de ser “Los Rolling españoles”, por una mezcla de visceralidad (la otra opción era ser de The Beatles) y de estrategia de márketing (adoraban a los Rolling, pero en realidad el grupo aspiraban a ser nuestros The Who). Todo esto y mucho más lo cuenta Delfín Fernández en un libro cuidado y repleto de material gráfico de primera, que se titula Es la edad. Tocando los tambores con Los Salvajes (Chelsea ediciones). Cien por cien recomendable.
El libro narra un viaje alucinante a los inicios del rock español, con el franquismo todavía fuerte y los pioneros de la electricidad inventándose el oficio sobre la marcha. Un ejemplo esclarecedor: cuando los Salvajes adaptan al castellano el “Paint it Black” de los Stones, la mayoría de sus seguidores la escuchan antes que el original y cuando les llega esta avisan al grupo de que unos ingleses les han copiado la canción.
El negocio de la música popular estaba en pañales y eran normales peajes como permitir que un famoso locutor y promotor de conciertos participase en las letras para que cobrase de los ‘royalties’ de la banda a cambio de promoción. En el sindicato de músicos falangista todavía quedaban partidarios de no entregar el carné a los músicos que no supieran solfeo.
La invasión de las melenas
También estamos ante la historia de una Barcelona ansiosa por incorporarse al ritmo cultural del resto de capitales europeas. El trabajo de Los Salvajes en una sala de fiestas de la Costa Brava propició un contrató para girar seis meses en Alemania, que se tradujo en una gira triste y precaria, pero que a la vuelta se vendió como triunfal. Las letras inocentes de Los Salvajes, sobre todo su éxito “Es la edad”, apelan a una juventud que quería ser aceptaba a pesar de romper los estrechos códigos estéticos el nacional-catolicismo. “Cabellos largos, cortos, ¡qué más da!/ La inteligencia se mide por algo más/ Yo lucho y trabajo y tengo mi ilusión/ Y si el barbero se enfada no encuentro la razón”, decían los versos de apertura.
El grupo se forma en Poble Sec, barrio de Barcelona del que también son originarios Serrat, Sisa, Los Mustang y Los Cheyenne
Para comprender la ebullición sonora de la ciudad condal, basta leer este párrafo de Delfín Fernández sobre el barrio donde decidió instalarse su familia. “Pueblo Seco es mi barrio. Y el barrio donde nacieron Los Salvajes. Y también otros muchos músicos. En Poeta Cabanyes, la calle paralela a la mía, vivía Sisa. De hecho, hicimos el colegio juntos, tenemos la misma edad. Él vivía justo enfrente de Joan Manuel Serrat. Los Mustang también eran de Pueblo Seco; Marco Rossi, el guitarra solista, vivía aquí. Y también el rítmica. Los Cheyenne también, sí”, recuerda. La explosión pop de Barcelona estaba a punto de caramelo y ellos fueron uno de los protagonistas.
Centramina hasta las orejas
“Todo lo que sonara moderno y salvaje nos valía”, escribe el batería sobre la etapa final del libro. Por supuesto, eso era una ventaja pero también un problema: Los Salvajes terminaron acusando la tensión de querer asimilar todas las modas, con el agravante de una compañía discográfica que les obligaba a grabar éxitos de moda para hacer caja de manera constante. Desde la psicodelia al soul, pasando por el famoso “sonido mosca” que daban las guitarras ‘fuzz’, el grupo sufrió de cierto recalentamiento. Se convirtieron en modelos de la boutique Garvi, incluyeron a dos gogós británicas en sus conciertos y anticiparon el nacimiento de la gauche divine barcelonesa.
Estrellas actuales como Loquillo, Santiago Auserón y M-Clan han declarado su admiración por Los Salvajes, pioneros del rock español
Sus compromisos les obligaban a dar un concierto en Sevilla el domingo y grabar en Barcelona un lunes, en tiempos donde las carreteras eran bastante más precarias que ahora. “Yo me volví con Julián en el seiscientos. Conducía él. Julián había puesto luces amarillas al coche, como las que se llevaban en Francia. Viajamos toda la noche, íbamos de simpatina y centramina hasta las orejas, para aguantar el ritmo, y él no fumaba pero yo sí. Por carreteras secundarias, con el humo y las luces amarillas…¡Una de mis experiencias más psicodélicas!”, recuerda.
Al final, una mezcla de desorientación pop y el sabotaje del servicio militar obligatorio terminan con el grupo, cuando Delfín Fernández cuenta solo con 22 años, al edad a la que la mayoría de los ídolos pop actuales graban su primer álbum. El legado es un puñado de canciones llenas de ingenuidad y fuerza, aunque no tanta como las de sus míticos directos. Estrellas actuales como Loquillo, Santiago Auserón y M-Clan han declarado su admiración por Los Salvajes, pioneros del rock español. Una historia que merece recordarse.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación