Cultura

Sandra Gamarra y la mirada colonial: Cultura sigue alimentando la polémica del pasado español en América

La artista peruana sintoniza con las tesis de Urtasun en su proyecto de 400.000 euros públicos para la Bienal de Venecia

Sandra Gamarra (Lima, 1972) es la primera artista no nacida en España que representa a nuestro país en la Bienal de Venecia. Lo hace con un proyecto de 400.000 euros titulado Pinacoteca migrante, que parte de cuadros y objetos de nuestros museos nacionales para denunciar nuestra mirada colonial. El pabellón español consta de cinco cinco salas que desembocan en el jardín del edificio. Cada una lleva un título: "Tierra Virgen", "Gabinete de la extinción", "Gabinete de Racismo ilustrado", "Máscaras Mestizas", "Retablo de la Naturaleza Moribunda" y para finalizar, el espacio exterior, "Jardín Migrante". Todas las obras han sido realizadas ex profeso para la muestra y cada una continente una denuncia, desvelamiento o desmontaje del pasado colonial español. No es la primera vez que Gamarra expone en la Bienal, ya que en 2009 representó a su país de origen, Perú. Nadie discute prestigio internacional de una artista que ha expuesto en la Bienal de Berlín, el Museo Contemporáneo de Tokio y la Tate Modern, entre otros lugares emblemáticos.

La posición de Gamarra es que el colonialismo es un problema social estructural, como expuso en una entrevista con la revista Coolt: “Desde el colegio nos han enseñado a medir, entender, analizar el mundo que nos rodea, desde los paradigmas de nuestra cultura, desde la confianza en el progreso. Cuando vemos que este progreso no llega, y no solo por la inoperancia de nuestros gobiernos, sino porque el propio sistema económico genera y favorece esas desigualdades, es ineludible no mirar todo aquello que se ha visto como errado, atrasado, ignorado, y darnos cuenta que sus conocimientos han seguido actualizándose al margen de la cultura hegemónica”, explicaba en otoño de 2021.

En ese mismo año, se produce una polémica institucional por su exposición Buen gobierno en las sala Alcalá 31. La cabecera digital Eldiario.es desveló que la Comunidad de Madrid había exigido retirar dos palabras de un texto informativo a los visitantes. Estos dos términos fueron "racismo" y "restitución", algo que llevaba a este digital progresista a hablar de "censura" cuando es debatible que lo sea, ya que no se prohíben las obras sino la orientación del recinto a los espectadores. La artista se posicionó entonces en el debate del colonialismo usando una metáfora cruda pero conciliadora:  "A veces siento que somos hijos de una violación de la que salieron muchos hijos. Habrá hijos que están con la madre y otros con el padre, esas son las historias divididas que hay que reconciliar. ¿Cómo? Reconociendo al padre y la madre por igual. España no reconoce el dolor que ha originado”, denunciaba hace tres años.

La artista peruana Sandra Gamarra. EFE
Gamarra no es una artista polémica sino de consenso. Se le han encargado grandes proyectos tanto desde gobiernos del PSOE como del PP

Prestigiosa representante del arte apropiacionista, es normal que las obras de Gamarra generen discusión, ya que aspiran a cuestionar nociones asentadas. "Su práctica examina los mecanismos dentro de exposiciones, instituciones y modos visuales de distribución del arte que se convierten en metáforas para la construcción de la identidad individual", explicaba en 2015 la revista Phaidon . Según la propia artista, en esa misma pieza, su objetivo es 'exponer, reflejar y alterar estructuras asumidas". El debate quizá debería reorientarse a preguntarnos por qué la boyante burbuja del arte institucional se siente siempre tan cómoda y acogedora con discursos como los de Gamarra. ¿Es simplemente una moda que acabará caducando? ¿Una estrategia de las élites progresistas para distinguirse de las conservadoras? ¿Quizá sea el activismo la forma en que el sector del arte se enfrenta al agotamiento de las propuestas estéticas estimulantes desde la muerte de las vanguardias?

Lo que está claro es que Gamarra no es una artista polémica sino de consenso. Se le han encargado grandes proyectos tanto desde gobiernos del PSOE como del PP. Por amargos que sean los debates en el mundo del arte contemporáneo, raramente tienen eco fuera de su propio invernadero. El hecho de que la artista (como tantos otros) haya escogido España como lugar para vivir y trabajar habla también a las claras de que esta polémica es más tensa en las salas de los museos que en el mundo real.

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