Con los recuerdos de la Historia ocurre una curiosa circunstancia, cuando alguien piensa en los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX, sus protagonistas o las principales batallas, lo hace con una imagen en blanco y negro. Sin embargo, con los hechos de los que nos separan milenios, las imágenes mentales son en color, incrustadas en nuestra mente por las recreaciones de películas y libros. Recordamos a Hitler en blanco y negro y a Cleopatra en vivos colores. Nuestros recuerdos del principal acontecimiento español también están privados de sus tonos originales y velados por el gris, para enmendarlo la editorial Desperta Ferro ha publicado Sangre en la frente. La guerra civil en color.
El libro comienza con la famosa instantánea ‘Muerte en Triana’ que encabeza este texto en la que varios hombres yacen muertos en el suelo en la calle Rodrigo de Triana de Sevilla, asesinados por el bando golpista. Las tropas del comandante Antonio Castejón, procedentes de Marruecos, entraron sin contemplaciones en la capital andaluza exterminando los núcleos de resistencia concentrados en zonas obreras como en barrio de Triana.
La imagen, llena de dramatismo por la mujer desesperada que se acerca a los cadáveres con una toalla blanca, se vuelve, literalmente, más visceral con la aplicación del color. La tragedia es más trágica cuando los ojos se centran en el rojo intenso del charco al lado de la cabeza del fallecido, en primer plano, y desvela detalles que en blanco y negro casi pasan desapercibidos. Junto al cadáver de la derecha, se observa un enorme salpicón descendente en la pared que revela el lugar en el que fue asesinado, un detalle que en la imagen en blanco y negro pasa desapercibido.
Desde su creación en el siglo XIX, la fotografía se convirtió en un potentísimo medio comunicativo y expresivo que estuvo encarcelado en tonos grises y ocres por motivos técnicos durante más de un siglo. Hace unas décadas, comenzaron a desarrolarse interesantes proyectos de colorización tanto de fotografías como vídeos, que liberan de los grises a algunas de las imágenes más conocidas de la historia. En ‘Sangre en la frente’ Jordi Bru, fotógrafo profesional dedicado a la recreación de ejércitos y batallas históricas; y Jesús Jiménez, licenciado en Historia especializado en los conflictos del siglo XX, han trabajado mano a mano para “dar vida” al conflicto fratricida.
Auténticos iconos como el retrato de la miliciana de 17 años Mariana Ginestà en la azotea del Hotel Colón de Barcelona. La militante de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña posó para Hans Guttmann el mismo día que asesinaban a los tres hombres de Triana. El color nos acerca más a la Barcelona de aquellos días, con detalles que con el blanco y negro se escapan como el azul del cielo de verano que también explica las sandalias de cuero marrones de la joven. “Hay que considerar si se trata de un día nublado o luminoso y, sobre todo, tener en cuenta las texturas e interpretar la hora del día”, señala Bru. El proceso de coloreado es el último tras la fase de digitalización, limpieza, y restauración de la imagen. Antes de aplicar el color también se produce un una exhaustiva labor de documentación para captar el color real de todos aquellos elementos de los que están acreditados sus colores originales.
Una gama cromática en la que brillan las latas de conservas de la empresa estatal pesquera Dalgosrybrest de Vladivostok que suministraba al frente republicano; las flores y banderines con la rojigualda del cortejo fúnebre del general Mola pasando ante Millán Astray en Pamplona; el dorado del trigo de la abundante cosecha del año 1937, segado por enormes hoces de arriñonados agricultores en camisa y boina; o el escarlata del cardenal primado Isidro Gomá en septiembre de 1937, meses después de firmar la ‘Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España’ en la que justificaba el golpe contra la República y se posicionaba con el bando sublevado.
La obra concluye con tres imágenes que resumen las consecuencias del conflicto. La primera de ellas, la más impactante y explícita de todo el volumen, muestra la brutalidad de la guerra con el cadáver de un combatiente con la cabeza desintegrada en una en la trinchera de Quinto de Ebro, en Zaragoza. La siguiente, la de los fastos del desfile de la victoria del 19 de mayo de 1939 en Madrid, con un orgulloso Franco viendo desfilar a las unidades vencedoras de la contienda, desde una tribuna del paseo de la Castellana decorada con el símbolo del vítor. Y la última, el cuadro de los derrotados en campos de refugiados en las playas del sur de Francia. Exiliados que posan con el puño en alto, que malvivieron en condiciones infrahumanas de hambre, temperaturas extremas, y enfermedades, y que muchos de ellos nunca más pudieron volver a pisar su patria.
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