Cultura

Sant Jordi o por qué si vuelves a casa sin un libro eres un mierda

Es la fecha marcada. El pistoletazo de salida. El silbato. Llamadlo como queráis. El 23 de abril, señalado como el Día del Libro –el aniversario oficial de la muerte de

  • Una pareja con una rosa imita el gesto de Messi y Ronaldo en el el graffiti del artista TvBoy durante la tradicional Diada de Sant Jordi.

Es la fecha marcada. El pistoletazo de salida. El silbato. Llamadlo como queráis. El 23 de abril, señalado como el Día del Libro –el aniversario oficial de la muerte de Cervantes- coincide con Sant Jordi, efeméride autonómica pero también cita editorial por excelencia a partir de la cual, año tras año, la industria literaria catalana y nacional toma el pulso a las ventas. Es su principal campaña de novedades, porque marca el meridiano del año -queda por delante Madrid, en mayo-. Esta edición, sin duda, ha sido excepcional. Comenzó pegando fuerte, con nombres potentes: desde el Cervantes 2016 Eduardo Mendoza, hasta el recién premiado con el Nacional de la Crítica, Fernando Aramburu –cuyas largas colas se perdían por el Paseo De Gracia-, pasando por Marta Sanz, Dolores Redondo –La mujer Baztán y Premio Planeta- o Javier Cercas, hasta autores como Siri Husvedt, Donna Leon, Petroz Márkaris y James Rhodes.

"Si vuelves a casa sin un libro en Sant Jordi eres un mierda", dice Anna, una chica que no pasa de los 25 y que conoce el mundo del libro de cerca, muy de cerca

"Si vuelves a casa sin un libro en Sant Jordi eres un mierda", dice Anna, una chica que no pasa de los 25 y que conoce el mundo del libro de cerca, muy de cerca. O al menos así lo explica ella en el paso cebra que desemboca de Roselló a Diagonal. Anna, que se mueve como pez en el agua, hace entender que este año, todavía más, está lleno de expectativas y de apuestas. El sector necesita crecer. Hacer caja. Despertarse. La ciudad bulle, crepita como una sartén. Hace calor. Sol. Tiempo propicio para el safari literario. Los autores, mucho más apretados que en la feria del Libro Madrid, atienden a las firmas de sus sellos y librerías. Según datos del ISBN hay 86.000 nuevos títulos. ¿Quién gana esa pelea? Todos o nadie. Aunque depende de la trinchera.

Planeta ha ido a la ofensiva, claro está –Mendoza, Márkaris, Husvedt, Aramburu, Ignacio Martínez de Pisón, Dolores Redondo, Care Santos- pero Anagrama saca pecho con Marta Sanz y David Trueba. Los sellos independientes, Blackie Books y Turner se cuelan. ¡Ay, Rhodhes!, ese pianista que trae a todos de cabeza de dos años para acá y Sergio del Molino, que con su España vacía lleva ya un año recorriendo ferias y acumulando galones. Bien por él, porque cada día demuestra más solvencia.

Este año, a Sant Jordi lo acompaña un reclamo: la petición de que se convierta en Patrimonio Inmaterial de la Unesco. En esa fila, muchos piden número: desde el Pacto Nacional por el Referéndum impulsado por Puigdemont, que aprovechó la ocasión para recolectar firmas, hasta la presencia de fuerzas políticas como Ciudadanos –acudió Inés Arrimadas a la cita de este año- como el PP (anémico, casi invisible) o el PSOE. Esta última, tuvo por cara pública –cómo no- a Miquel Iceta (PSC), que aprovechó el mediodía primaveral para retratarse con Ian Gibson, aunque poco después se topó con Pedro Sánchez. Y… ¡Buenoooo, un brindis por los días malos... que nadie querría recordar!

La candidatura de la fiesta del libro y la rosa de Sant Jordi como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco juega el papel de un raro cebo que todos pican y a todos pica: un objetivo que comparten el Gobierno y la Generalitat, pero que la visita a Cataluña el pasado viernes de la vicepresidenta del Ejecutivo central, Soraya Sáenz de Santamaría, en la previa de la festividad, despertó recelos en las filas soberanistas. Si distraían el asunto personajes como el actor Richard Gere -quien, por elFestival de Cine de Barcelona, hasta se permitió recomendar el viernes a Jorge Luis Borges como su libro para Sant Jordi-, otros temas -el de Madrid,- todavía más. Eso sin hablar del clásico, que tenía los rieles de la estación de Sants a todo tren. Pero eso, claro, como la política ‘nada’ tiene que ver con el libro. ¿Nada?

Generalidades a un lado, toca hablar del sector. El año pasado, los libreros catalanes esperaban vender 1,4 millones de libros que les permitieran facturar 18,4 millones de euros. Este año esperan alcanzar los 22 millones tras haber crecido más de un 4% en 2016. Sant Jordi –todo sea dicho- había comenzado un poco antes, algunas firmas aisladas, la víspera, para calentar el ambiente. Ya desde el sábado en la tarde, e incluso el viernes de la mañana, los muchos saraos, los muchos previos, perfilaban. EL agasajo de RTVE el día viernes y el sábado la tradicional fiesta de La Vanguardia, que trajo a Los Manolos como quien invoca el espíritu de tiempos mejores.

Más de ochenta mil títulos, un día feriado –cae domingo este año- para animar el cotarro. A eso se suman eventos que tensaron la cuerda internacional. La Agencia Literaria Pontas, que este 2017celebra 25 años, trajo a buena parte de su catálogo Entre los casi 50 autores que asistieron a la celebración: los indonesios Eka Kurniawan y Clarissa Goenawan, los congoleños Fiston Mwanza Mujila y JJ Bola, el francés Olivier Truc, el argentino Federico Axat, el mexicano Jorge Zepeda (Premio Planeta 2’13) , la sueca Sara Lövestam… y también, los españoles Milena Busquets, Kirmen Uribe (Premio Nacional de la Crítica en Euskera este año) y Dolores Redondo, que ha acumulado colas de hasta quinientos lectores en cada punto de la ciudad donde firmó. Todas las apuestas en un día.

La ciudad intransitable, desde muy pronto. Prodigiosa. Literaria. Sin duda, Anna lleva razón, el que vuelve a casa sin un libro… A pesar de quienes quieren decir libro para decir proselitismo. A pesar de que Jordi Cruz acumule más entusiastas que lectores. A pesar de que el selfie impere sobre la lectura. A pesar de que algo se caiga a pedazos y que la necesidad -a gritos- de reinvención caiga sobre el sector, siempre será mejor apostar por el libro. El libro es ciudadanía, una forma de multitud menos lesiva. Y porque, como dice Anna, el que no lleva un libro a casa hoy, mejor que entre por la puerta de atrás.

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