Este 2022 es probablemente el año más fructífero para el cineasta Santiago Mitre. Tras el éxito absoluto de su película Argentina, 1985, premio Fipresci de la crítica internacional en el Festival de Venecia y probablemente una de las cintas que estarán nominadas en la próxima edición de los Oscar, llega ahora a los cines españoles, con menos de tres meses de diferencia, una propuesta radicalmente distinta: la comedia negra Pequeña flor, una suerte de Atrapado en el tiempo (1993) con tintes de terror.
Santiago Mitre ha adaptado a la gran pantalla la novela homónima del autor argentino Iosi Havilio y, a pesar de ser fiel a los acontecimientos que se narran, no está ambientada en su Argentina natal, sino en Francia, uno de los países que coproducen este filme, presentado en la pasada edición del Festival de Sitges.
El protagonista de esta historia es José, un dibujante argentino que vive en Francia junto a su mujer y su hija. Como puede, trata de sobrevivir a la pérdida de su trabajo y a la crisis de pareja que llega con su primogénita. Además, trata de asesinar a su vecino en el bucle infinito de una jornada que se repite una y otra vez. El director argentino ha visitado Madrid para presentar este filme y ha hablado con Vozpópuli sobre algunas de las claves de esta comedia negra "sentimental", así como del éxito de Argentina, 1985.
Pregunta: ¿Cómo llevó a cabo los rodajes de Argentina 1985 y Pequeña flor?
Respuesta: Terminamos de rodar Pequeña flor en febrero de 2020, así que poquitas semanas antes del confinamiento mundial. La película estuvo parada mucho tiempo al igual que estuvo parado el mundo, como estuvieron paradas las salas de cine. Todo se atrasó y se acercó al momento del rodaje de Argentina, 1985. Fue una situación muy anómala para mí, haber estrenado dos películas en un mismo año que fueron rodadas con más de un año de diferencia.
P: ¿Cuál fue el reto de adaptar la novela de Havilio?
R: Fue divertido, y complicado por supuesto, porque siempre lo es escribir un guion, pero la novela estaba muy clara en su forma, en sus personajes y en su propuesta, y a mí y a Mariano Llinás, coautor del guion, nos gustó mucho las posibilidades que nos daba la novela como material para adaptarlo a guion cinematográfico. Tomamos alguna decisiones que se despegan de la novela, una de ellas haber trasladado la acción a Francia, así como la modificación de algunas situaciones. Creo que la película es muy fiel a la novela, siendo completamente distinta.
El corazón de la película para mí siempre fue esa historia de amor, desamor y reenamoramiento de esa pareja", afirma Mitre
P: Parejas que sobreviven a la rutina y asesinatos frustrados ¿Qué les llamó la atención de esta historia?
R: Había algo en la historia de amor que me gustaba. La leí como la posibilidad de contar una historia de amor pero a la vez con componentes y sorpresas, y elementos que me parecían divertidos para poder trabajar, como el elemento fantástico, con esos asesinatos que se repiten una y otra vez, o el uso de la música. Pero el corazón de la película para mí siempre fue esa historia de amor, desamor y reenamoramiento de esa pareja y cómo los dos, a partir de una crisis que se genera por el nacimiento de su primera hija, se reconfigura y encuentran una manera de volver a estar juntos, pero de otra manera.
P: Una vez se introduce en territorio francés, ¿su cine se ha empapado de su tradición cinematográfica?
R: Había algunos elementos en relación a ciertas comedias de Truffaut que me gustaban, pero también películas de otras latitudes que eran influencia, al menos en lo tonal, como La muerte os sienta bien, de Zemeckis, o Atrapado en el tiempo, o alguna película de Buñuel, algo en el tono entre oscuro y divertido que me parecía que se acercaba. Pero es verdad que cuando uno piensa en el cine francés piensa en una tradición de juegos formales y con el género que eran inspiradoras.
Argentina, 1985 habla de la reconstrucción de la democracia en un momento en el que han crecido mucho algunos discursos que parecen despreciarla", señala el director
P: Esta película llega a los cines tras el gran éxito de Argentina, 1985. ¿Esperaba una respuesta similar, una repercusión así?
R: Todo lo que está ocurriendo con esa película es sorprendente y me di cuenta de que puede calar hondo en historias de sociedades diferentes a la argentina pero que tienen alguna herida que debe ser revisada a través de la justicia, o que tiene deudas pendientes. Es una película que habla de la reconstrucción de la democracia en un momento en el que han crecido mucho algunos discursos que parecen despreciar la democracia. Hay algo de eso que está calando fuerte y hace que la película se universalice mucho más de lo que creíamos. Las expectativas con Argentina, 1985 estaban muy vinculadas a cómo la película iba a dialogar con el público argentino, pero también era una película que podía interesar fuera por la dimensión del hecho que está narrando.
P: Estrena en un mismo año dos películas muy diferentes, tanto que parecen de directores sin conexión. ¿Ha pensado en aquello que las une?
R: Pequeña flor surgió por amor al cine, por las ganas de trabajar en un registro diferente al que había trabajado, porque había manejado el fantástico de manera más libre y lúdica. Argentina, 1985 es un proyecto en el que llevaba trabajando mucho tiempo, y tenía mucha necesidad de hacer, porque tenía que ver con mi rol con mi ciudadano, no solo como cineasta. No sé si puedo establecer puntos de comparación. Me parece sorprendente no solo haber estrenado dos películas en un año sino que sean dos películas que representan dos maneras de hacer cine tan diferente.
P: Con el confinamiento, quien no tenía acceso a plataformas ha terminado pagando el acceso a los contenidos. ¿Cree que la crisis de las salas es una consecuencia lógica o que volverá todo a la normalidad?
R: Hay motivos como para ser optimista. Después de ese periodo tan largo en el que los cines estuvieron cerrados, en el que se nos impuso tanto distanciamiento para proteger la salud, era una consecuencia lógica que los números del cine bajaran mucho hasta niveles preocupantes, pero desde hace varios meses que uno ve que la gente está volviendo a las salas y que la experiencia de compartir una película en una sala con otra gente sigue siendo una necesidad de gran parte del público. Se va a llegar a un punto en el que las dos experiencias se puedan retroalimentar y no anular o pensar que son rivales que se están comiendo espectadores unos a otros.
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