Cultura

La segunda vida de ‘El camino’, una película maldita del cine español

Francia rescata del olvido la película de Ana Mariscal y la relanza como hito del cine europeo, e incluso la edita en DVD. La primera adaptación al cine de una obra de Miguel Delibes apenas había sido vista en España salvo en filmotecas y festivales.

¿El camino una película maldita? quizás se pregunte el lector. Pues sí. Por mucho que pueda sorprender, la primera adaptación al cine de la novela de Miguel Delibes apenas fue vista en su momento y luego ha llevado una vida oculta durante décadas. Apenas algún pase por televisión, festivales o filmotecas han permitido dar a conocer mínimamente una obra importante de nuestro cine, dirigida por la primera cineasta española con carrera propia, Ana Mariscal, cuya obra ha seguido un destino parejo al de su meritoria película. Porque también Mariscal es una directora maldita. O, al menos, lo era hasta hace muy poco, dado que en apenas un año todo parece haber cambiado.

Lo explicaba recientemente el hijo de la directora, David García, en la última edición del Festival de Cine de Las Palmas, que es uno de los que ha participaron en la ‘operación de rescate’ proyectando El camino en su sección Déja Vu. Todo comenzó en el año 2020. En diciembre, la Filmoteca de Navarra le dedicó un homenaje a Joaquín Roa, el actor que hace el papel de cura bonachón en El camino. En este contexto se proyectó la película, con tan buena suerte que la vio el distribuidor de Karma Films Francia y se mostró interesado en ella. “Me dijo que le gustaba mucho y a mí me conquistó, claro, porque yo lo que quiero es que se vean las películas de mi madre”, recuerda David García. 

Eso le animó para afrontar la restauración por iniciativa propia y, una vez completada, el distribuidor francés la presentó en la sección Classics del festival de Cannes en julio del año pasado. Aquello resultó todo un aldabonazo y la película ignorada, e incluso despreciada, en su propio país –“infumable” la calificó el crítico Carlos F. Heredero- repentinamente volvió a despertar interés. Otros festivales y filmotecas organizaron pases de El camino y Televisión Española aprovechó para volverla a emitir.

Ana Mariscal junto a Miguel Delibes en el rodaje de 'El Camino'.

"Una segunda vida"

Incluso estaba previsto proyectarla en el festival de cine de Shanghái, pero hubo que suspenderla por el resurgir de la pandemia en aquel país. “Está teniendo una segunda vida”, reconoce el hijo de Ana Mariscal. “Se está viendo ahora veinte veces más que cuando se estrenó”. Y muy probablemente se quede bastante corto.

Aunque hay que reconocer que esa ‘segunda vida’ está siendo especialmente intensa en Francia, donde 50 cines de París han organizado proyecciones y donde se ha exhibido en colegios. En el país vecino han realizado incluso una edición en DVD de la película, que no existe en España, ni ha existido jamás. Aquí cuando se habla de El camino sólo se piensa en la miniserie para televisión que realizó Josefina Molina (que sí se editó en DVD) pero no en la primera y muy atractiva versión de Mariscal.

Mark Cousins no tuvo ningún reparo en calificar a Ana Mariscal -aquella a la que se ignoraba en su propio país- como una de las más grandes directoras del siglo XX

Le hemos atribuido el mérito del rescate a Francia, pero eso no es del todo justo y conviene matizarlo. En realidad, el iniciador de esta nueva ola de recuperación es el cineasta e investigador de cine Mark Cousins, que incluyó la obra de Ana Mariscal en su monumental serie Mujeres que hacen películas. Era la única cinta española representada entre una selección de 180 de todos los lugares del mundo. En castellano la serie se editó en 2020, un año mágico para la directora española. 

Mark Cousins no tuvo ningún reparo en calificar a Ana Mariscal -aquella a la que se ignoraba en su propio país- como una de las más grandes directoras del siglo XX. Y aseguró: “El encuadre de sus películas está al nivel de los grandes directores de Hollywood y hay un rigor en la iluminación y composición del plano altísimo”. De modo que, quizás, después de todo, el gran artífice de la nueva vida de El camino, y de su realizadora, sea este peculiar irlandés. Un hombre con suficiente criterio propio como para reivindicar a una valiosa cineasta conservadora allí donde sus compatriotas -con honrosas excepciones como Fernando Méndez Leite - estaban empeñados en ver sólo una “franquista”.

Protagonista de 'Raza'

“Éste es uno de los problemas que ha tenido”, reconoce su hijo David García. “Como actriz, protagonizó Raza y eso la marcó muchísimo, aunque ni su obra ni su vida tienen nada que ver”. Tampoco Raza, en realidad, debería ‘mancharla’ pues ella, como la inmensa mayoría de los involucrados, desconocían al iniciar el rodaje que la historia había sido escrita por el mismísimo Francisco Franco, si bien con el pseudónimo Jaime de Andrade. 

La popularidad como actriz que le otorgaron aquella exitosa película, y otras muchas, no le sirvió demasiado a la hora de enfrentarse con la censura, cuando tuvo que defender sus obras más personales. Más bien al contrario, casi se diría que su honestidad a la hora de reflejar la pobreza real que persistía en la España de la época (muy visible en su ópera prima Segundo López. Aventurero urbano y también en El camino) llevó a considerarla una especie de traidora a una causa en la que, en realidad, Ana Mariscal nunca militó. “Su cine más personal estaba muy alejado del cine grandilocuente de la época”, explica David García. Y cualquier espectador que vea las películas citadas, o Con la vida hicieron fuego, su otra gran obra, en la que apostó por la autocrítica de la Guerra Civil y el camino de la reconciliación nacional, lo podrá comprobar por sí mismo.

“El quid de la cuestión es que mi madre no era de izquierdas. Era conservadora. Y, además, creyente y religiosa. Y cuando llegó la Transición no quiso renegar de nada de lo que había hecho y no se apuntó a las nuevas tendencias”, explica su hijo. Según la filosofía que le transmitió “eres libre de hacer lo que quieras, pero debes asumir las consecuencias”, recuerda. Desde ese punto de vista, “si has hecho algo tras meditarlo, no cabía en su cabeza el arrepentimiento”. Y ella no se arrepintió de nada.

De modo que la cineasta que había sido masacrada por el franquismo -sus obras más personales sufrieron muchas dificultades de censura y de distribución- no se encontró entre las figuras recuperadas por la nueva ola de aperturismo del país. Y, como no había simpatizado con el feminismo, aunque ella había sido pionera (la primera mujer con una carrera propia en España) y emprendedora, tampoco se beneficiaría del renovado interés por las mujeres ‘ocultas’ de la historia, ni por el afán por redescubrir el talento creativo femenino. Mariscal, que, además, había sido una gran actriz durante los años 40 y 50, se encontraba atrapada en una especie de tormenta perfecta de desinterés y olvido hacia su trayectoria profesional, lo que la sumió en una cierta amargura durante sus últimos años.

A ello hay que añadir que, debido a las dificultades económicas de la empresa que constituyó con su marido, Valentín Javier García, para producir sus películas, al comienzo de los años 70 tuvo que abandonar la industria del cine. Sus últimos años de actividad se los entregaría al teatro, cuyos menores costes de producción facilitaban la supervivencia. No estaba ya por tanto en activo la cineasta Ana Mariscal cuando llegó la Transición. Ni nadie puso ningún interés en que volviera a estarlo. 

La directora Ana Mariscal

Ostracismo de 'El camino'

Pero, en concreto, ¿qué es lo que pasó con El camino? ¿Por qué se vio sometida al ostracismo tras su estreno? “Se rodó en el verano de 1963 en Candeleda, pero apenas se proyectó más que allí y en pueblos del entorno. Las distribuidoras decían que una película en la que muere un niño no era comercial y se negaron a proyectarla en las salas”, explica el hijo de Ana Mariscal. 

Aquello era una tragedia. Que después de tanto esfuerzo invertido, y tantas peleas con la censura por nimiedades, la película no pudiera verse era lo peor que podía ocurrir. Tanto desde el punto de vista artístico como económico, pues, como se ha dicho, Mariscal invertía su propio dinero en sus películas. De modo que la realizadora tiró de ingenio. No era la primera vez que se veía obligada, pues también su ópera prima, Segundo López, tuvo muchas dificultades de exhibición y ella y su marido fueron personalmente localidad por localidad ofreciéndola casi como vendedores ambulantes y aprovechando como gancho la popularidad que acumulaba Mariscal por sus trabajos como actriz. Así lograron salvar mínimamente una película que la crítica había ensalzado, pero que la censura y la distribución entorpecían.

En el caso de El camino, Ana Mariscal decidió realizar la continuación una de esas obras de vocación comercial que salpican su filmografía, y que utilizaba para recuperarse de las pérdidas de sus películas personales. Y tuvo la fortuna de que aquella, Los duendes de Andalucía, fuera un éxito. “Esa se la quitaban de las manos, y mis padres aprovecharon para imponer El camino en el mismo paquete. Quien quería una, tenía que comprar la otra. Pero ni aun así. Pagaban los derechos de distribución pero no la exhibían”, explica David García. “Era desesperante. Pero al menos recuperaron parte del dinero”.

Mariscal consideraba que El camino era, de todas sus películas con ambición artística, la más personal y aquella en la que había hecho menos concesiones

Era especialmente descorazonador porque, pese a las batallas con la censura, Mariscal consideraba que El camino era, de todas sus películas con ambición artística, la más personal y aquella en la que había hecho menos concesiones. Por no hacerlas, no se las hizo ni siquiera al autor de la novela, Miguel Delibes, quien colaboró en la adaptación. “Hubo cierta tensión creativa, como reflejan las cartas que se cruzaron, pero siempre desde el respeto y la admiración”, admite el hijo de la cineasta. “En una de ellas mi madre le recuerda a Delibes que es ella la que tiene la responsabilidad de la película y reivindica su labor”.

Uno de los motivos de conflicto fue la decisión de Mariscal de excluir de su versión el episodio del suicidio de una de las novias del padre de la Uca. “Mi madre dulcificó un poco la visión de Delibes e hizo una película más amable”, aunque, al parecer de los distribuidores, seguía siendo, por lo visto, terriblemente anticomercial. Con motivo de un homenaje que la Seminci brindó a Miguel Delibes y su trayectoria cinematográfica, Ana Mariscal escribió un texto en el que reivindica que su película “está venturosamente joven después de más de treinta años de su realización (casi 60 en la actualidad) y sacando de la novela toda la poesía que quizás el autor no buscó, pero sí inspiró”. 

Esa mirada bondadosa, compasiva, hacia sus personajes es muy característica del cine de Ana Mariscal, siempre dispuesto a desvelar la inocencia, e incluso la pureza, de sus personajes (de aquellos que lo permiten) sin que ello la lleve a negar la crudeza de la existencia. De algún modo, su mirada conecta con una de las vetas del neorrealismo italiano de Vittorio de Sica. No la dura de Ladrón de bicicletas, sino la amable de Milagro en Milán.  

Hace apenas dos años, David García se encontró con las hijas de Miguel Delibes en una exposición de homenaje al escritor organizada por el Ayuntamiento de Valladolid y la Biblioteca Nacional con motivo del centenario de su nacimiento. “Pude hablar con ellas y me dijeron que su padre tenía en mucha estima la película”. Lo que no quita para que lamentara en más de una ocasión que su primera incursión en el cine hubiera sido tan desafortunada en materia de distribución y de público. 

Si viviera hoy le agradaría descubrir que aquella película olvidada estaba teniendo una vigorosa segunda oportunidad, aunque en su propio país todavía quede camino por recorrer. Desde hace muy poco las películas clave de Mariscal (Segundo López, El camino y Con la vida hicieron fuego) están accesibles para todo el mundo en YouTube. Hace un año no había más forma de verlas que acudiendo a consultas en la Filmoteca Nacional. Algo hemos ganado los espectadores. Y la memoria de Ana Mariscal. 

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