El cineasta iraní Mohammad Rasoulof espera desde hace varios años su sentencia de cárcel pendiente de ejecución como castigo a su cine crítico con la represión que se vive en su país. Debido a su arresto, el director no pudo asistir a la 70º edición de la Berlinale, celebrada entre finales de febrero y principios de marzo de 2020, en la que fue galardonado con el Oso de Oro por su película La vida de los demás (There is no evil), así como con el el Premio del Jurado Ecuménico y el Guild Film Prize (Premio de los Exhibidores).
El responsable de Manuscripts dont burn, A Man of Integrity o La isla del hierro, crítico en sus películas con las políticas de Irán, se adentra en esta ocasión en las paradojas del pueblo iraní a través de cuatro historias de la vida cotidiana del país y su relación con la pena de muerte. Este filme, que llega este viernes a los cines españoles, recoge la mejor tradición cinematográfica iraní y va un paso más allá en su crudo retrato sobre las injusticias y las posibilidades de resistir ante el poder. Al igual que le ha ocurrido a otros compatriotas, como el alabado director Jafar Panahi, su compromiso tiene un precio muy caro que, sin embargo, está dispuesto a seguir pagando, según ha señalado en una entrevista telemática concedida a Vozpópuli desde Teherán (Irán).
Pregunta: ¿Qué sentimientos buscaba despertar con esta película?
Respuesta: Es una película que trata sobre las complejidades humanas en un contexto totalitario. A partir del momento en el que una persona está sometida de modo constante a la intervención de un poder totalitario en su vida, me interesar ver cómo se establece su propia relación con su responsabilidad como individuo.
En dos de las historias de esta película, usted plantea un dilema universal interesante, en especial, cuando el joven que comienza el servicio militar tiene que enfrentarse al terror que le produce matar a otra persona con sentencia de pena capital. ¿Cómo se pueden mantener las manos limpias? ¿Es posible comprar la inocencia?
Las cuatro historias de esta película gravitan sobre este tema. Cuando uno se enfrenta a una obligación, a algo que le imponen, que no hubiera hecho por sí mismo, pero le piden que lo haga, ¿hasta qué punto puede resistir y cómo reacciona cuando está en esta situación de contraste, cómo se sale de la complejidad? En la primera historia el personaje se somete, acepta la obligación. En la segunda, dice que no y resiste. En la tercera, hay una alternativa y, entre dos personajes, uno resiste y otro se somete. Y la cuarta está más consagrada a la belleza de la resistencia, a pesar de la dificultad y del sufrimiento que eso supone.
El cine es una industria de entretenimiento y en un sistema totalitario sirve para no dejar a la gente pensar, así que con estas películas resisto a la posibilidad de hacerme cómplice del sistema. Quiero seguir haciendo este cine que, al menos en el acto de la creación, no se somete a lo que me piden"
Usted es un director incómodo en su país y, de hecho, se encuentra bajo arresto a la espera de su sentencia. ¿Se siente de alguna manera parte de esa resistencia? ¿Intenta no ser cómplice de todo eso que critica?
Creo que mi trabajo hasta ahora lo demuestra de un modo bastante evidente, porque he hecho muchas películas y ninguna se ha podido estrenar en Irán, mi propio país. No me he sometido a las reglas y siempre he priorizado mis valores ante lo que me imponían. Lo he hecho hasta ahora y espero poder seguir haciéndolo. Es un poco delicado y difícil comparar el cine y el modo de tomar decisiones profesionales, con las situaciones a las que se enfrentan los personajes de la película, pero el motivo por el que elegí esta cuestión de la pena capital era para mostrar estas elecciones personales y estas líneas poco claras entre el sí y las consecuencias muy graves que pueden tener, cómo pulsar un botón puede bastar para matar a una persona.
El cine es una industria de entretenimiento y en un sistema totalitario sirve para no dejar a la gente pensar, así que con estas películas resisto a la posibilidad de hacerme cómplice del sistema. Quiero seguir haciendo este cine que, al menos en el acto de la creación, no se somete a lo que me piden.
¿Qué problemas tuvo a la hora de rodar La vida de los demás?
Los obstáculos son la definición misma de mi trabajo, porque no tengo derecho a rodar y mis rodajes tienen que ser clandestinos. Pero yo ya no reflexiono en términos de problemas, sino de soluciones y oportunidades, y lo más importante para mí es no dejar de soñar y de dejar de tener deseos de creación. Esta película era muy ambiciosa, sobre todo con las escenas de la cárcel o del aeropuerto, para lo que tuve que convencer a mis productores. Finalmente, las soluciones fueron sencillas pero lejos del modo de hacer cine: desde elegir edificios abandonados a llevar a cabo escenas muy ensayadas y rodadas sin mi presencia.
Sigo esperando, mi situación no ha cambiado, me mantengo entre dos realidades. Lo único que ha cambiado es que tengo cada vez más amigos en prisión. Ellos dicen que hasta ahora no han ejecutado esta sentencia por el coronavirus, pero eso no les ha impedido condenar a otras personas"
No pudo recoger el oso de Oro en la Berlinale, acudió su hija en su lugar. ¿Cuál es a día de hoy su situación judicial?
Sigo esperando, mi situación no ha cambiado, me mantengo entre dos realidades. Lo único que ha cambiado es que tengo cada vez más amigos en prisión. Ellos dicen que hasta ahora no han ejecutado esta sentencia por el coronavirus, pero eso no les ha impedido condenar a otras personas.
¿Se ha planteado rodar en otro país para evitar otra sentencia? ¿Sería más fácil denunciar desde fuera?
Es un poco difícil, porque abordar un problema y querer denunciarlo y describirlo es más fácil cuando estás dentro, cuando estás cerca. Observar desde lejos es un proceso más difícil y complicado. Y la emigración es un asunto, no es tan fácil. Cuando estaba físicamente fuera, mi mente estaba de modo constante involucrado en lo que pasaba aquí, y pensaba: '¿Qué sentido tiene estar fuera y estar solo en la perspectiva de volver?'. Tal y como lo veía, era mejor quedarme en Irán, porque así me veo obligado a controlar más mi ira.
¿Es optimista acerca de si habrá cambios en su país en los próximos años?
Sigo siendo optimista, es mi naturaleza, y considero que sigue habiendo cosas que hacer, pero al mismo tiempo me siento completamente incapaz de prever lo que va a surgir y de qué modos concretos van a cambiar las cosas. Estoy en una posición de espera y de ver cuál sería mi destino como cineasta y como ciudadano. Pero no estoy pasivo, sigo tratando de trabajar como puedo. No sé qué consecuencias tendría la divergencia entre los grupos en el poder, todos los grupos son equivalentes porque todos entran en una contradicción profunda en la constitución iraní, que es la contradicción entre los dos términos de la definición de este país: es una república, pero islámica.
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