Cultura

Sergio C. Fanjul: “La izquierda tampoco acaba con la pobreza”

El periodista publica 'La España invisible' en el que analiza la precariedad, la pobreza y la desigualdad extrema

Hablemos de una raza que se extingue, casi invisible, y que resulta el nervio del periodismo: el reportero en calle. Uno de los mejores en España, superviviente incluso a reportajes en plena pandemia (¡enfermó tres veces de covid!), es Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) que ejerce de cronista urbano en unos tiempos donde la sección de opinión desgraciadamente ocupa más que aquella dedicada a las noticias. Su último libro, La España invisible (Arpa), un recopilatorio de crónicas sobre la pobreza en nuestro país, es un trabajo honesto, con gusto por el detalle, que ha tenido el valor de salir en medio de un gobierno de izquierdas que no acepta traidores: Fanjul, que todavía cree en la verdad, prefiere ejercer como periodista crítico en Lavapiés que salir en La Sexta. No es poco mérito.

Pregunta. ¿Por qué se busca que el pobre sea invisible? 

Respuesta. Creo que la presencia de la desigualdad y de la pobreza nos resulta muy incómoda a todo el mundo, tanto a las autoridades, a la izquierda, a la derecha, a los ciudadanos, a la gente comprometida y a la gente que no es comprometida. Es casi una cosa orgánica. Entonces, yo en el libro lo que describo son diferentes formas en que se invisibilizan todas estas cosas, que va desde la expulsión física de las personas sin hogar de las calles a la arquitectura hostil, que es esta forma de poner pinchitos, etcétera. Voy mirando todo tipo de invisibilizaciones cómo romantizar la pobreza: existen anuncios donde se habla de la vida romántica y salvaje del “rider”

P. Había muchas ofertas de Infojobs donde prometían “enseñarte un trabajo” para evitar la letra pequeña de que pagaban poco o nada

R. Claro. Yo hablo de la cuenta esta, 'Mierda Jobs', la cual habla de todas las formas en las que se romantiza un trabajo precario como algo excitante. De ahí a la persecución del sindicalismo como forma de ocultación, porque se quiere decir que los trabajadores organizados en sindicatos no son necesarios para mejorar las condiciones laborales. De ahí voy a parar hasta el final del libro, que es donde hablo de la ideología del esfuerzo, del pensamiento positivo, y de todas estas cosas que también invisibilizan las injusticias estructurales, y sirven para hacer que cada palo aguante su vela.

P. ¿Puede ser pionero con Jesús Gil de estas técnicas modernas cuando daba dinero a los mendigos para que no estuvieran en Marbella?

R. Bueno, eso sí que es la paguita, ¿no? (risas). Y me recuerda también a esa anécdota cuando ciertos gobernadores republicanos en Estados Unidos cogían a los inmigrantes que llegaban, en la frontera del sur, y los enviaban a New Hampshire donde vivían los ricos demócratas. Era demencial: utilizaban los cuerpos de la gente como denuncia. Entonces, sí, no sé si Jesús Gil fue el pionero, pero vamos, me parece que lo que hacía es una forma muy explícita de lo que ahora se hace de forma más implícita.

En el centro de Madrid las personas sin hogar de la Plaza Mayor han sido expulsadas y el otro día me contó una persona que hay una estrategia de mover a esta gente de una zona a otra para que vayan basculando.  También, a veces, es común poner los centros sociales en sitios muy lejanos para que la gente sin hogar no venga al centro. Esta viene a las ciudades grandes y a sus centros porque es donde es más fácil conseguir comida.

El periodista Sergio C. Fanjul. J.T

P. ¿Existe un desplazamiento por eventos o ferias? Es decir, que se haga una conferencia o un congreso nacional y no se quiera mostrar a gente pidiendo…

R. Sí, los grandes eventos como la boda de los Reyes o unas olimpiadas conllevan una expulsión física de las personas pobres de los centros urbanos. Estos atraen a la gente porque son más seguros, es más seguro dormir. La persona que duerme en la calle tiene que buscar un punto medio entre la soledad y la gente. También es imposible dormir en una ciudad con estos precios de alquiler, sobre todo con la especulación, aunque sí que es fácil mantenerse.

P. La comida es barata, esto es cierto. Algo muy urbano, también…

R. En España nadie se muere de hambre. Hay gente mal alimentada por esa comida, pero lo que no se encuentra es vivienda. Esta no se consigue porque se ha convertido en una hucha, en un objeto financiero, y es muy escasa.

P. Háblame de la brecha digital, algo que todos olvidan y que eres uno de los pocos en citar, especialmente en los más mayores

R. ¿En las personas pobres o en general?

P. En general

R. Voy a empezar por las personas pobres, porque es que me llamó mucho la atención cuando empecé con el libro ver que muchas aún sin hogar tenían una vida digital. Y, de hecho, uno de los principales usos que tienen los albergues es permitir que la gente tenga acceso a Internet. Es decir, que se enchufe el móvil a la corriente, que cargue la batería, que tenga wifi o acceso a un ordenador. La vida digital ya es tan importante que una persona puede no tener casa, pero al menos tiene vida digital, redes sociales. El completo ostracismo es no tener redes sociales…

P. Me fascinó que en la presentación del libro el hombre que llevaba una cuenta de estadísticas de atletismo fuera alguien casi sin hogar. Accedía a Internet a través de una biblioteca…

R. No tuvo acceso a la biblioteca pública en el covid, que era esa misma donde se hacía la presentación. Allí tuiteaba y al no estar abierta, no podía actualizar: la gente pensaba que se había muerto. Cuando medimos la pobreza, la forma más sencilla de medirla es hacerlo con los ingresos, y así se ha hecho muchas veces, pero ahora hay muchísimos más indicadores de riesgo: salud, redes sociales, estado mental, edad, etc.

P. ¿No crees que el acceso de los mayores a Internet, su formación, es un talón de Aquiles del sistema? 

Es que somos de una generación que hemos vivido en nuestra juventud ya la revolución digital. Y yo creo que, a partir de ahí todo el mundo no tendrá esa brecha. La generación de nuestros padres nació en un mundo que estaba muy lejano a la revolución digital y luego les costó montarse en esa ola.

P. Era terrible verlos extraviados en una entidad bancaria digitalizada…

R. Fíjate que yo, ahora que ha fallecido mi madre, he tenido que hacer un montón de trámites administrativos y me resultaban casi imposibles: imagina alguien mayor. Siendo yo, vaya, una persona en plenitud de facultades, de mediana edad, y que maneja Internet. Hay un libro que se llama Silencio Administrativo, de Sara Mesa, que habla de cómo las personas pobres tienen dificultades para acceder a las ayudas sociales, porque es muy difícil conseguirlas por la burocracia y a priori están totalmente digitalizadas. Y aunque no lo estuvieran, aunque fueran en papel, sigue siendo complicado.

P. Cambiando de tema, eres ambiguo con la picaresca española ¿es moral la impudicia del pícaro cuando la sociedad es injusta?

R. Es que yo creo que la inmoralidad del pícaro no es una lucha contra la injusticia, es una cosa por beneficio propio. Pero, vamos, si la sociedad es injusta hay que hacer algo: por ejemplo, un pícaro de hoy en día podrían ser los manteros. Venden en la calle plagios de marcas de manera irregular. En ese sentido, es una picaresca que no es española porque ellos son africanos.

P. La picaresca hispana llega a todos

R. Sí que me parece legítimo, es como robar una gallina. Son gente con unas necesidades y la ocupación no deja de ser eso. Entonces, sí que estoy a favor de la picaresca cuando la situación es de supervivencia. Lo que pasa es que la picaresca española luego ha llegado al mundo en general, y ahora ya son pícaros los políticos, los empresarios y la gente del común, que no le hace tanta falta (risas).

P. Citas a Foucault para defender al pobre y su estigmatización, pero ¿no estás más cerca muchas veces a Paul Lafargue y El derecho a la pereza

R. Yo creo que este libro es más Foucault, aunque es una obra de crónica, no filosofía. Pero las ideas del filósofo francés posmoderno me servían más porque él habla del gran encierro, de la otredad, de la invisibilización, de la marginalización…Y ahí entra muy bien el pobre, aunque él se dirigía también a otras personas como los locos, mundo LGTBi. Sobre El derecho a la pereza ahora hay otra rama de libros que creo que tiene más que ver: por ejemplo, Gozo de Azahara Alonso. El libro no va por ahí, aunque yo también soy fan de esa corriente, del situacionismo, de la abolición del trabajo, del derecho al hedonismo…

P. Quiero que desarrolles el conflicto, muy weberiano, entre vindicación de la pobreza cono modelo de virtud católico y su contrapartida como pecado en sociedades protestantes

R. Tradicionalmente en las sociedades católicas el pobre del pueblo tenía una función social muy clara, y, de hecho, eso hacía que su vida no fuera tan penosa. ¿Cuál era su función? Pues una máquina expendedora de billetes hacia el cielo ya que era el receptor de limosna de los que tenían dinero. Es decir, la gente daba dinero al pobre y así se ganaba el cielo. Era una función social como la del panadero, como la del zapatero, del aguador y toda esa gente. De hecho, como cuento en el libro, cuando los viajeros románticos ingleses venían a España, decían que el pobre español estaba muy contento, lozano, y era querido por sus paisanos.

P. Existe, incluso, aquí un género novelístico sobre el pobre: Misericordia de Galdós

R. Es una especie de modelo de virtud. Y es que la católica es una religión de los pobres, ¿no?

P. Lo es

R. En la rama protestante -según decía Max Weber- el calvinismo está más fundamentado en el trabajo y es menos empático con el pobre. Entonces, en este sentido, el capitalismo, la vertiente neoliberal del capitalismo más bien, está muy obsesionado con el tema de la productividad de raigambre protestante. Allí el pobre deja de ser alguien a quien ayudar y se busca erradicarlo.

P. ¿Cambió el Opus Dei ese tópico del católico pobre en España?

R. Son en cierto sentido protestantes y católicos. No sé si te refieres a cuando el Opus Dei empezó a entrar en el franquismo, ¿no? En el 59. A ver, yo creo que el católico forrado convivía con el pobre, aunque no sé si hay una coincidencia histórica en la influencia del Opus Dei en la política española, por ejemplo. Yo creo que tiene que ver también mucho más con corrientes del pensamiento capitalista, individualista.

P. ¿Desde cuándo estamos en crisis? Pintas un panorama bastante triste, como un continuo de 2009…

R. Antes de eso hubo una etapa de bonanza económica, el milagro español. Aunque yo comento que cuando se recuerdan las cosas las recuerdas más brillantes. Incluso, antes, de la crisis de 2008 existía el “Movimiento V de Vivienda”. Lo que pasa es que todo estalló y ahora estamos ya en una segunda generación con apenas crecimiento donde se ha juntado la inflación, la guerra y la pandemia. Y, entonces, eso va creando diferentes rachas de precariedad que se van haciendo cada vez más profundas y que se invisibilizan mucho porque todavía tenemos la idea de la España de antes. “Yo soy español, ¿a qué quieres que te gane?” (risas). Seguimos pensando en España como en un país que iba hacia arriba y ahora es un país que va hacia abajo o que se mantiene muy precariamente. Ahora, aunque la economía va bien, todavía me preguntan sobre las victorias de la derecha ahora que se están haciendo políticas sociales…

P. De hecho, en el libro se critica constantemente el modelo neoliberal, pero ¿no fue una edad de oro para muchas familias y clase media el periodo que va de 2000 a 2009? Hipotecas plausibles, vida en las ciudades sin todavía alquileres prohibitivos, etc.…

R. Puede ser. Respecto a la diferencia entre liberal y neoliberal, últimamente tengo muchas discusiones. Tú que eres liberal igual me puedes aclarar algo porque entrevisté a Francis Fukuyama el otro día y diferenciaba de manera clara entre los términos liberal y neoliberal. Consideraba que el liberalismo clásico no estaba reñido con las políticas sociales, ni con el sentimiento de solidaridad.

P. El núcleo original de Ciudadanos en Barcelona, el único partido que se tituló liberal en las vallas, era socialdemócrata…

R. Yo creo que el liberalismo, bien entendido, es una opción política razonable: el neoliberalismo actual es el que denuncia Fukuyama. Él dice que ha sido pervertido por el neoliberalismo (“fundamentalismo del mercado” lo llama) y las políticas identitarias. Estoy de acuerdo en esto. Y creo que es completamente nociva la idea privatizadora per se. No me parecen mal políticas liberales más bien moderadas como se han hecho toda la vida. 

P. Una pregunta capciosa ¿Se invisibiliza esta crisis social, el 20% de pobreza que comentas, cuando gobierna la izquierda? Ya no hay esos reportajes tremendistas en Público o Eldiario.es, parece como si no interesaran en la agenda de esos medios…

R. No lo sé. A ver, respecto a mí, yo puedo decir lo que he escrito en mi libro y no, esto no es verdad.  Por ejemplo, cuando yo hablo muchas veces en redes sobre la pobreza la gente me responde “Perro Sanxe”, “Perro Sanxe” La pobreza, incluso, no es un problema especialmente izquierdista: es algo estructural. Ha habido con Aznar, con Zapatero y habrá siempre. Es decir, la izquierda tampoco acaba con la pobreza. Y no debería enfocarse como un problema de derechas o de izquierdas, sino como un tema sistémico que hay que erradicar. Eso sí, la izquierda, en su discurso, está en contra de la desigualdad mientras que la derecha no. Esta última cree que es un motor que sirve para la innovación y la creatividad: es un mal menor que hay que aceptar. En eso no estoy de acuerdo, pero creo que la derecha sí puede estar en contra de la desigualdad extrema.

P. La desigualdad extrema es lo que lleva a los populismos. Esto se ve clarísimamente en Latinoamérica: el criollismo nunca llegó a aceptar una socialdemocracia a la europea

R. Cuando tú hablas con gente en la calle, te puede dar la impresión de que la desigualdad beneficia al rico y perjudica al pobre. Esto es falso. La desigualdad extrema, grande, perjudica a todos. Al rico también. ¿Tú qué prefieres? ¿Ser una persona adinerada en España o en Jamaica? Donde hay un país muy desigual no puedes salir a la calle. En una sociedad muy desigual no hay vida pública, está todo hecho una mierda: es un país subdesarrollado. Entonces, a los ricos también les interesa que la desigualdad esté contenida.

P. Háblame un poco del 'Informe Petras', caballo de batalla del altermundialismo contra el PSOE 

R. En los 80 sucedió la desindustrialización, no me parece descabellado que se perdiera calidad de vida, como dice el informe, porque resultó en una debacle.

P. ¿Hubiera sido posible implementar el famoso “escudo social” sin el covid?

R. Fue útil ¿eh? Por ejemplo, hubo una moratoria de los desahucios. Y, claro, una moratoria de los desahucios es una cosa muy buena, pero no deja de ser un paréntesis. Hubo los ERTE, que como decía Pablo Iglesias, eran la nacionalización de los salarios. Estaría bien que hubiera también escudos sociales cuando no hay pandemia. Todavía, siendo una iniciativa muy loable con resultados positivos, fue francamente mejorable. Ahora lo que me parece muy importante es el cambio de rumbo en las políticas para paliar las crisis respecto a la de 2008, que fue lo contrario. El llamado austericidio: reducir el gasto social y que paguen las clases trabajadoras y populares la crisis. Ahora parece que se están tomando medidas más intervencionistas y hay quien dice que, de hecho, que el neoliberalismo está en retroceso a nivel planetario.

P. Quiero que me hables de las brechas de género y culturales ¿Es la mujer migrante la verdadera diana de la crisis?

R. A ver, siempre se habla de la feminización de la pobreza y yo diría que la pobreza está muy feminizada y también que buena parte de las nuevas clases subalternas son personas migrantes. Solo tienes que irte a los tradicionales barrios obreros (Carabanchel, Usera o Vallecas) y ver que el espacio físico ha sido ocupado por personas migrantes (viven en las mismas casas). Luego estos migrantes son objeto, mayormente, de los trabajos precarios (riders, trabajadoras domésticas, etc.)

P. ¿Qué opinas del concepto del reaganismo de welfare queen? Parece que existe una picaresca de la subvención que llega a España, incluso, con la corrupción de los ERES.

R. Con las ayudas sociales siempre hay cosas que indignan a la población. Y es que, muchas veces, hay irregularidades y también es verdad que en algunos casos esto puede desmotivar. Hay gente que entra en una trampa de la pobreza y le sale más a cuenta vivir de subvenciones que trabajar. Pero, claro, muchas veces conseguir trabajo no es viable: no existe otra opción. Por ejemplo, los 'chavs' en el Reino Unido llegan cuando Margaret Thatcher aplasta los sindicatos, desindustrializa todo el norte. Y, entonces, la gente se pone a vivir de las subvenciones. Eso también es muy rentable porque acaba con la clase trabajadora. La clase trabajadora que recibe subvenciones ya no es clase trabajadora. Ya no tiene orgullo de clase, ni tiene cohesión.

P. ¿No mitificáis el viejo estado del bienestar Ana Iris Simón o tú? Es decir, los reportajes sobre la pobreza en el país aparecían también en los 70 o los 80…

R.Me llama mucho la atención la idea que tenemos, yo mismo, sobre el estado del bienestar porque realmente eran etapas donde había muchos problemas. Entonces pienso, tan bueno no sería si la propia izquierda radical (muchos grupos terroristas del tiempo) estaba intentando socavarlo, ¿no? Pero, todavía así, yo sí que creo que es lo mejor que se ha hecho hasta ahora y me parecía un pacto interesante entre clases: algo aceptable para todos. Ahora ha salido un libro de Margarita León que se llama El arte de pactar que habla de cómo se hizo el estado del bienestar con pactos entre clases y cómo esos ahora son imposibles por la polarización.

P. ¿Por qué has hecho pequeños ensayos en lugar de unificar todo en una gran teoría? El libro sufre por la segmentación de los temas, son pequeños reportajes

R. Sí, pues no sé, porque no dio para más el autor (risas). Para empezar, no quería hacer un libro de ensayo puro, porque además me parece que siempre que se habla de estos temas se habla desde fuera. Hay muchísimos libros de la desigualdad como un concepto abstracto, pero pocos reportajes sobre la pobreza.

P. Eres un de los pocos periodistas progresistas crítico con el gobierno actual del PSOE. De hecho, hay una sensación de desencanto absoluta en las clases necesitadas respecto a Podemos ¿Lo han hecho mal?

R. Esto lo relaciono con lo que te decía antes del porqué no se votan las políticas sociales. Yo creo que las políticas sociales del Gobierno, que es a mí lo que me interesa aquí, son buenas. No son perfectas, pero creo que la labor de Yolanda Díaz ha sido muy buena. Y creo que por eso ha sido el ministro más destacado. Y creo, también, que han cometido muchos errores: Sahara, Melilla, etc. También hay un clima cultural neoliberal en oposición a la cultura de la solidaridad. Ahora, cuando la crisis viene de un clima de mucho conflicto social, de mucho individualismo y desesperanza, puede ser la derecha la que capitalice los votos.

Creo que la izquierda tiene que dar la batalla en el campo de la economía porque es donde la derecha no quiere mirar

P. Háblame de las novedades del nuevo cuerpo electoral: mucha clase trabajadora apoyó a Ayuso.

R. A ver, respecto a la pregunta del millón, ¿qué es lo obrero y lo identitario?, yo creo que es un falso dilema. No hay por qué elegir, y de hecho tiene que ir junto hoy en día. Este gobierno es la prueba: ha hecho caso a las políticas LGTBi, de igualdad y ecologismo, que a veces se mete también en este saco de la izquierda posmoderna e identitaria, y que tampoco tiene nada que ver. Y creo que a quien le beneficia ese falso dilema es a la derecha porque dice “mira, están olvidando a los obreros”  

Y, de hecho, creo que la izquierda tiene que dar la batalla en el campo de la economía porque es donde la derecha no quiere mirar y donde tiene más difícil ganar. Porque si subes el sueldo mínimo, ¿quién va a estar en contra de eso? No creo que a nadie le parezca mal. O consigues ventajas laborales o haces ERTE. Eso a la gente le gusta a todo el mundo, por eso la derecha no puede rascar de ahí. Tiene que rascar de la ley trans. Creo que se puede discutir esa legislación, pero no negar la existencia de lo trans e ir a saco contra las personas trans…

P. Pero también se podría haber pactado una ley trans más de consenso, porque, por ejemplo, ha habido un gran voto feminista que ha perdido la izquierda. Es una realidad.

R. No me voy a meter en decir que es lo bueno de esa ley porque no lo sé. Lo que sí que creo es que, efectivamente, tiene que haber un consenso y eso lo ha reconocido el gobierno, además de la chapuza jurídica. Pero, creo, que lo que no nos puede llevar esto es a que se persigan las personas trans. Que algunos sectores han ido por ahí y también creo que le ha interesado mucho a la derecha poner el foco también en este tema, aunque porcentualmente afectaba a muy poca gente.

P. ¿Es la identidad el último salvavidas por la crisis permanente? Es el caldo de cultivo en el cual se ve el auge de populismos locales, nacionales e internacionales…

R. ¿Te refieres a la identidad nacional?

P. De cualquier cosa: identidad nacional, identidad de género...

R. Con el tema de la identidad también tengo algunas objeciones que hacer porque, en realidad, siempre que se habla de identidad estamos pensando de identidad nacional o en personas LGTBi o en personas racializadas, etc. Pero ¿acaso no se hacen políticas identitarias con respecto al español, al cristiano, o a las políticas de clase? Dicen que la clase social más combativa es la clase alta, porque está súper organizada, y es la que mejor defiende sus derechos ¿No hacen también política identitaria?

Entonces, creo que lo identitario exacerbado es contraproducente, pero juzgo que hoy en día esto tiene que estar ahí y no se puede obviar. Y lo que hay que hacer es juntarlo con los otros problemas de forma transversal y conseguir un nuevo estado de bienestar que encierre todo esto: me parece una quimera operar en el mundo de hoy sin tener en cuenta lo identitario. Las identidades ahora son conscientes, están “woke” (se han despertado) y no se pueden dormir otra vez. 

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