Cultura

Sergio del Molino: "El elitismo todavía es una constante en la izquierda española"

El escritor y periodista inaugura la colección de biografías 'Héroes y villanos', del sello independiente Libros del K.O. Se trata de un libro dedicado a Calomarde, el valido de Fernando VII

A Sergio del Molino le interesa todo aquello a lo que cueste darle orden y lugar. Lo que permanece fuera de sitio o invisibilizado. Sabemos por él que la peor orfandad es aquella que sufren los padres, lo escribió en su novela La hora violeta (2013). Que España se vacía, de la misma forma en la que mengua la memoria de una familia. En esta ocasión, el escritor y periodista elige a un personaje olvidado: el turolense Francisco Tadeo Calomarde (1773- 1842), ministro de Fernando VII, a quien dedica ahora una biografía.

Calomarde. El hijo bastardo de las luces (Libros del K.O) coloca la lupa sobre un personaje del que interesa su naturaleza abyecta y paradójica.  Nacido en una familia de labriegos, en Villel, Calomarde se marcha a estudiar leyes en una Zaragoza ilustrada y pujante. Con ese espíritu llega hasta Madrid. Bajo la protección de Manuel Godoy, generalísimo entre 1800 y 1808, ocupa la Secretaría de Indias. Tras el motín de Aranjuez, intenta unirse a los liberales en las Cortes de Cádiz, pero es rechazado. Los nobles fundadores de sociedades económicas -en cuyo espejo él se reflejaba- lo desprecian por provinciano.

"El episodio de 1810 es clave: cuando Calomarde se acerca a los liberales, ellos se ríen de él y lo desprecian"

Repudiado por los liberales, Calomarde se acerca a los absolutistas y se abre paso hasta entrar en el gobierno de Fernando VII como ministro de Gracia y Justicia. En el decenio que va de 1823 a 1833 Calomarde acumula un poder que usa a su antojo. Ordena la ejecución de María Pineda en Granada y José María de Torrijos y Uriarte en Málaga. Persigue, reprime y fumiga cualquier precepto liberal. Aplasta, y de qué forma, el conato de independencia en Cataluña. Pero a Calomarde no lo mueve la ambición sino el resentimiento y las páginas de esta biografía lo explican. 

El interés de Sergio del Molino por los asuntos mestizos -personajes y hechos a mitad de camino entre la crónica y la historia, la literatura y el periodismo-, delata su mirada escéptica y minuciosa, una forma de razonar que ya demostró en su libro La España vacía (Turner), que ya sobrepasa las veinte ediciones, o también en Lugares fuera de sitio, ensayo ganador del Premio Espasa 2018. A esta biografía sobre Calomarde le imprime también su prosa cargada de humor e ironía.  Sobre los prejuicios de las élites, el estigma de lo rural e incluso sobre una cierta instrumentalización de la idea de la España vacía conversa Sergio del Molino en esta entrevista concedida a Vozpopuli.

De labriego ilustrado a asesino de Fernando VII.  ¿Es Calomarde un personaje de su tiempo, intemporal o atávico?

Una mezcla de las tres cosas. Es un personaje muy de su tiempo, pero, a la vez, era raro. La movilidad social era una cosa muy extraña en España y la serie de de carambolas que él da para llegar de sus orígenes oscurísimos hasta ocupar el mayor puesto de poder en España, resulta inusual y a la vez es una característica de la época. Calomarde conoce y entiende muy bien los resortes del Estado de su tiempo. Es verdad que tiene muchos fracasos, porque acaba donde no quiere estar. Él tiene un pensamiento más liberal, afrancesado. Cuando empieza la guerra  le gustaría estar con José Bonaparte, pero se va con los de Cádiz, porque apoyar a Bonaparte significa estar con Godoy. Y como esas, varias. Él es un superviviente y se adapta a las circunstancias, lo cual también es muy de su tiempo a la vez que universal: el estereotipo del arribista, que ya estaba en la Ilíada y la Odisea. Lo curioso es que un personaje como él solo es posible que surja en esa España, en ese momento histórico. 

Sergio del Molino en entrevista con Vozpópuli

Las élites de las que quería formar parte lo apartaron. A él lo mueve más el resentimiento que la ambición.

En un momento clave de su vida lo mueve el resentimiento. En especial en ese episodio clave de 1810, cuando se acerca a los liberales, ellos se ríen de él y lo desprecian. Calomarde tiene un resentimiento muy profundo que lo empuja a vengarse, pero también fracasa, porque nunca llega a ganarse la confianza de los absolutistas. Calomarde siempre fue un intruso, que acaba despreciado por ambos. Por resentimiento, se acerca a Fernando VII después de que los liberales, el grupo al que él se siente llamado a pertenecer, lo despreciaron por paleto.

No compara a Calomarde con el Sorel de Sthendal, sino con el Bezújov de Tolstoi, a ambos la historia los empujó a un lado que no querían ocupar.

Calomarde tiene ambición de poder. Pero siempre le toca aquel que no desearía tener. Por eso se va adaptando a las circunstancias y se siente marioneta del destino, que alguien lo está llevando a sitios donde no quiere estar. Por eso me recuerda más al Pierre Bezújov de Guerra y paz que a Julián Sorel, un arribista que está siempre conspirando. A Calomarde muchas cosas le salen mal. Se acerca a Godoy, este cae. Se marcha con los liberales, y lo desprecian. Se une a los conservadores, pero tampoco consigue hacer carrera, porque su mentor Larrizábal se vuelve un apestado. Todos sus protectores caen en desgracia uno detrás del otro. Se trata de una serie de catastróficas desdichas en las que Calomarde no tiene arte ni parte, pero de las que saca provecho. Por eso tiene un punto divertido.

Cita a Semprún para ilustrar cómo todo personaje, ya sea bueno o malo, tiene algo novelesco. Calomarde le viene como anillo al dedo.

Para una colección de este tipo es perfecto, sobre todo por lo de empezar con un villano. Hoy no se recuerda demasiado a Calomarde, pero en el imaginario de los liberales del siglo XIX era considerado el demonio, eso dura incluso hasta el siglo XX. Hay un tópico que se repetía hasta no hace mucho en las intervenciones parlamentarias, cuando había sesión de control al gobierno y le reprochaban algo a un ministro, decían: 'Es usted el peor ministro desde Calomarde'. Me apetecía recuperar ese mito, porque se ha desdibujado.

"Calomarde tiene su importancia en la España vacía porque procede de uno de los lugares más despoblados y por eso lo apartan, por paleto"

Encontró a Calomarde mientras escribía La España vacía (Tuner), ¿qué fue exactamente lo que lo condujo hasta él?

Calomarde tiene su importancia en La España vacía porque procede de uno de los lugares más despoblados y por eso lo apartan. Fue un precursor del carlismo, el que preparó todo el terreno y la estructura de Estado que tendrá, y a pesar de eso, es un apestado por elitismo. Ni siquiera los carlistas quieren tener a un labriego como líder. Querían un clérigo o alguien de alcurnia. Él representa esa paradoja del paleto. Puede acaparar todo el poder, pero nunca tendrá reconocimiento, ni respeto, ni el prestigio de sus pares.

¿Qué aires de familia tiene Calomarde? ¿Quiénes son sus antecesores y sus herederos?

Tiene un padre: Godoy, que llegó mucho más lejos que él. Tampoco ha habido tantísimos arribistas dentro de la historia de España, incluso durante la República, la gente que ha acaparado el poder pertenece a la élite. Muy pocos labriegos ocuparon el poder. Hasta que no llega Felipe González ningún personaje de que no provenga de las élites lo consigue. El poder en España siempre ha estado atado a las élites de derecha y de izquierdas. En la República gobiernan los intelectuales, jamás la parte obrerista. En Cataluña las élites catalanas proceden de la burguesía. Tampoco creo que sea una rareza española. Francia nunca ha tenido presidentes proletarios.

Calomarde impulsa la primera ley de escolarización universal…

Su reforma educativa es nefasta. Es cierto que se trata del primer intento de educación universal en España, pero es para dárselo a los curas y crear un sistema que elimine cualquier rastro de ilustración. Lo usa para dar catequesis. Prohíbe a Voltaire. Calomarde reprime todo lo que tenga que reprimir, da igual que sea un noble o un liberal. Cuando se levantan los reaccionarios, en 1827, los persigue y se gana del odio eterno de los absolutistas, que luego serán los carlistas, que no lo quieren ni como líder ni como figura destacada.

"Su reforma educativa es nefasta. Es el primer intento de educación universal en España, pero es para dárselo a los curas"

Asegura que el Calomarde tosco y rural de Galdós es muy distinto del Mesonero Romanos. ¿Es esa una crítica a Galdós o al pensamiento subyacente de su época?

Es algo que tiene que ver con los prejuicios elititistas. La historiografía liberal, basada en el retrato de Galdós, crea un personaje ideologizado. Él construye el mito de Calomarde, recogiéndolo de Mesonero. Insiste mucho en que la década más oscura de España es la década Calomardiana, por eso se crea el mito de Calomarde como el factótum de lo más oscuro de la historia de España. Lo que me parece revelador de eso es un cierto tic del progresismo cultural español, que lo estigmatiza como paleto, por sus orígenes, como si su crimen no fuera ser la cabeza visible de un aparato represor, sino ser un arribista. Eso refleja un elitismo que todavía hoy es una constante en la izquierda española. Se puede ver aún en Podemos. Por eso al final recojo el testimonio de Semprún sobre Alfonso Guerra.

¿Aquello de que el pecado de Guerra era haber salido de Dos hermanas y del Calomarde era haber salido de Villel?

Así es. Eso refleja un elitismo que todavía hoy es una constante en la izquierda española.

"La España vacía ha despertado y no va a volver a dormirse. Se está viendo en el frente agrario, lo cultural... "

Aunque criado en el pensamiento liberal, cualquier vocación de progreso se trunca para él.

Por eso el dibujo tipo cómic: alguien que se ha vuelto malo porque lo han despreciado. Tampoco es que él quisiera serlo. No es un bueno que se volvió malo. A los 15 años llega a estudiar a Zaragoza, que en ese entonces es una de las ciudades más importantes de un país con una riqueza tremenda. En ese momento está el conde de Aranda como mecenas, gente que tiene una preocupación casi obsesiva por el progreso. La élite de la España de ese momento se cree la Ilustración, se sienten ilustrados. Leen a Voltaire. Calomarde crece en ese ambiente, se contagia y cree que su misión en la vida es buscar ese progreso

De ahí que sea un bastardo.

Claro. Cuando se dan cuenta de lo que Calomarde quiere hacer, esas mismas élites le dicen: esto no, paleto.

Su libro La España vacía (Turner) se publicó hace cuatro años. Ya tiene más de  veinte ediciones. Su tesis forma parte de un fenómeno ¿Cómo ve a la España vacía hoy?

La España vacía hace brotar una chispa. Era un estado de ánimo imperceptible en 2016. A nadie le importaban esos temas entonces. Por eso creo que el libro fue un catalizador, activó algo que estaba dormido. Si no hubiese sido por el libro, habría salido por otra cosa. Entonces intuí que algo estaba cambiando, que se percibía en el arte, en la novela, en las nuevas voces. Era una forma distinta de mirar el campo que nos llevaba a algún sitio. Estamos viendo un cambio de sensibilidad amorfo que intenta ser instrumentalizado muy torpemente por los partidos políticos, pero que no es pasajero. Va a sobrevivir a todo tipo de oportunismo. Lo decía Gabilondo: la España vacía ha despertado y no va a volver a dormirse. Se está viendo en el frente agrario, lo cultural. No sé adónde nos llevará, pero nos dirigimos a un cambio de largo aliento.

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