La mañana venía cargada y el cielo gris. La tormenta estaba a punto de romper en Alcalá de Henares; ya lo había hecho en el país de origen del escritor Sergio Ramírez, Nicaragua, que en estos días vive aquejado por la violenta represión policial y militar que el presidente Daniel Ortega ha desplegado contra los ciudadanos que protestan por sus medidas de gobierno. Así, a punto de descargar la tempestad, recibió Ramírez el Premio Cervantes de manos del rey Felipe VI, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).
Había tormenta en la tierra del escritor, Nicaragua, y en Alcalá de Henares, donde coincidieron Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes
Sergio Ramírez, el primer escritor centroamericano reconocido con el galardón más importante que se concede a un autor en habla española, pronunció su discurso ante las autoridades, entre las que encontraban los reyes de España, el presidente de gobierno Mariano Rajoy y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, quienes coincidieron casi un mes después de estallar el escándalo sobre las irregularidades en la obtención de un master de la universidad Rey Juan Carlos, un asunto que mantiene en vilo la permanencia de la popular al frente de la comunidad y que amenaza la propia salud electoral de los populares. El saludo de Rajoy y Cifuentes a la llegada a Alcalá de Henares fue discreto y correcto. Protocolar. Ese pálido beso era el gesto que la prensa esperaba, apostada en el patio de la Universidad, desde hacía más de una hora.
Presidida por los reyes, la ceremonia contó con la presencia del ministro de Educación, Cultura y Deportes Íñigo Méndez de Vigo, así como representantes de las instituciones culturales, académicas e intelectuales, entre ellos representantes de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), que forma parte del jurado que concede el premio, y cuyo presidente, Roberto Fernández, reconoció hace unas semanas que si la dirigente del PP no acreditaba con las debidas pruebas que ha cursado el posgrado, debería dimitir. La tormenta, a punto de descargar, esta vez puertas para adentro. A diferencia del año pasado, no acudió la vicepresidenta de Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, este lunes en Cataluña por Sant Jordi. Tampoco acudió el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en su lugar acudió la escritora y diputada de Ciudadanos, Marta Rivera de la Cruz.
Cervantino, dariano y ex revolucionario
Sergio Ramírez dedicó el premio a los nicaragüenses asesinados esta semana y manifestó su anhelo de que el país centroamericano volviese a ser una "república". El novelista pronunció un discurso que se comportó como un elogio a la naturaleza civil del poder. Fue fuel al espíritu político de su pluma y su biografía, ambas emparentadas con el carácter cervantino del premio que lo distingue. En la vida de Sergio Ramírez coinciden las armas y las letras; la acción y el verbo.
Sergio Ramírez -como recordó el ministro Íñigo Mendez de Vigo en su discurso- formó parte de la revolución sandinista y fue vicepresidente del Gobierno de Nicaragua entre 1984 y 1990. Decepcionado con la deriva autoritaria de su partido y de su presidente, Daniel Ortega –quien gobierna el poder en la actualidad-, abandonó el sandinismo del que hoy es uno de sus mayores críticos. Desde esa experiencia vital extrajo lo más jugoso de su discurso: el elogio civil del poeta Rubén Darío, así como el verdadero poder de los escritores como Gabriel García Márquez o Alejo Carpentier, que hicieron del Caribe un territorio de la imaginación de la misma manera que Miguel de Cervantes lo había hecho con la Mancha cuatro siglos antes.
Sergio Ramírez dedicó el premio a los nicaragüenses asesinados esta semana
"Cervantino y dariano", así se definió Sergio Ramírez refiriéndose a la sombra tutelar de Rubén Darío -y la de Migue de Cervantes- que se extiende sobre su obra. En sus palabras, el autor de Castigo divino, Adiós muchachos o la más reciente Ya nadie llora por mí (en Alfaguara) extrajo la pulpa política de la literatura, pero no porque las novelas -dijo- se escriban "a favor o en contra de alguien o algo", sino porque sigue nutriéndose de la realidad "que tanto nos abruma", dijo el escritor.
Así prosiguió en un discurso más metafórico que específico y en el que, sin mencionar a Daniel Ortega, podría decirse que algo aludía a la presencia de quien fue su compañero político y a quien hoy Ramírez realiza durísimas críticas, la más reciente este fin de semana cuando el Premio Cervantes apareció en la Puerta del Sol madrileña durante las protestas de un grupo de manifestantes y ciudadanos nicaragüenses, quienes clamaron contra las reformas del Instituto Nacional de la Seguridad Social emprendidas por el Gobierno nicaragüense y contra la "violación de los derechos humanos" en su país.
"Y lo que calla o mal escribe la historia, lo dirá la imaginación, dueña y señora de la libertad, por la que se puede y se debe aventurar la vida"
De pie, en el Paraninfo de la Universidad Alcalá de Henares, Sergio Ramírez optó por la metáfora, no menos directa: "Caudillos enlutados antes, caudillos como magos de feria hoy, disfrazados de libertadores, que ofrecen remedio para todos los males". Su denuncia fue más allá y se extendió hacia las otras formas de violencia que aquejan su país y al resto de Centroamérica: "Y los caudillos del narcotráfico vestidos como reyes de la baraja. Y el exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos impuesto por la marginación y la miseria, y el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de bestia herida, y la violencia como la más funesta de nuestras deidades, adorada en los altares de la Santa Muerte. Las fosas clandestinas que se siguen abriendo, los basureros convertidos en cementerios (...) Todo irá a desembocar tarde o temprano en el relato, todo entrará sin remedio en las aguas de la novela".
"Y lo que calla o mal escribe la historia, lo dirá la imaginación, dueña y señora de la libertad, por la que se puede y se debe aventurar la vida, pues no hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura, en mengua de sí misma cuando paga tributos al poder el que, cuando no es democrático, sólo quiere fidelidades incondicionales. Somos más bien testigos de cargo. Nuestro oficio es levantar piedras, decía Saramago; si debajo lo que hallamos son monstruos, no es nuestra culpa", leyó Sergio Ramírez poco antes de referirse a su capítulo revolucionario de juventud y a la necesidad, ahora en la madurez, de presidir la artillería de la imaginación y la literatura.
Discursos políticos, pero no el del Rey
El discurso más político con respecto a Nicaragua lo hizo el ministro Íñigo Méndez de Vigo, quien al referirse al país de origen de Sergio Ramírez, y de la fuerte impronta que éste tiene en su obra, señaló que ese país vive "horas difíciles", razón por la cual, "abogamos por la concordia en libertad y democracia como símbolo de esperanza para responder a los anhelos de los ciudadanos". El portavoz y titular de educación se refería a las 30 víctimas mortales de estos últimos días a causa de la represión ordenada por el presidente Daniel Ortega contra las protestas ciudadanas.
El rey Felipe VI se limitó a hacer referencia a "las duras horas que vive Nicaragua", pero no ahondó en el tema. Tras lamentar la pérdida del Premio Cervantes mexicano Sergio Pitol, fallecido hace una semana, elogió la obra de Sergio Ramírez y señaló la naturaleza de puente implícita en las páginas de su obra. "Sergio Ramírez representa, en la literatura que se hace en América, la continuidad de una tradición que alberga nombres propios de enorme relevancia y de influencia decisiva en las distintas generaciones literarias en lengua español, desde el siglo XVI hasta la actualidad". Tras esbozar la biografía de Ramírez, Felipe VI aseguró que Ramírez "ha seguido escribiendo la gran novela centroamericana, dotándola de modernidad y amplitud".
Al igual que la ceremonia pasada, el rey Felipe VI ha optado por un discurso afeitado de actualidad y política, volcado por completo en el perfil biográfico y literario del premiado. Un discurso esterilizado, sin una pizca de política ... internacional o doméstica. No hubo mención o alusión directa ni al malestar en el país del premiado, Nicaragua, ni a los sucesos políticos en España... y eso que el monarca tenía, repartidos a su derecha y su izquierda, al presidente de gobierno Mariano Rajoy y a la señalada Cristina Cifuentes, a punto de ser objeto de una moción de censura comandada por la oposición, en Madrid. Ha sido, en toda regla, una glosa a la obra del nicaragüense.
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