Silvana Estrada bosteza mientras responde. No es que le aburran mis preguntas, o no solo, sino que su carrera va tan rápido que apenas tiene tiempo para dormir. Es verano, estamos en la plaza Tirso de Molina (Madrid) y ha agotado entradas en las tres modestas fechas de su gira madrileña: dos en domilicios particulares y la última en el emblemático Café Berlín. Básicamente venía a hacer promoción para su inminente gira de otoño (ver fechas al final de este artículo). Hoy luce en su bolso una pegatina de la zona VIP del concierto de Juan Luis Guerra. La están invitando a sitios por encima de sus posibilidades. Tiene admiradpres como Julieta Venegas, Andreu Buenafuente y Jorge Drexler. Con 22 años y sin un disco publicado, se espera que escriba un nuevo capítulo en la gloriosa tradición de la canción popular mexicana. Quizá es demasiada responsabilidad.
Adora, por ejemplo, a José Alfredo Jiménez, presuntamente música para mayores. “Consiguió generar la banda sonora de la identidad mexicana, por ejemplo el de estar en la cantina. Su música asentó una estética del amor a nuetsro estilo, que se vive con tequila y pidiendo canciones. Definió ese no tener freno para querer ni para echar de menos, la actitud ‘sírvame todo el alcohol porque mi amor se va’. José Alfredo tiene muchas canciones y todas son buenas”, destaca. “Realmente él no sabía tocar la guitarra, tenía un amigo que le iba mostrando acordes y él le indicaba los que le gustaban y los que no. Eso se me hace admirable, construir así una vida desde abajo”, añade. También admira a otros grandes nombres como Agustin Lara, Álvaro Carrillo y María Grever.
Se ha hecho famosa con una versión de Juan Gabriel, “Amor eterno”, lamento universal por la madre muerta. “Fue alguien muy grande. Parece que no tiene sustancia política, pero cambió más cosas de las que parece. Hablamos del primer gay que se convirtió en ídolo de los mexicanos, un país como una fuerte homofobia. Me parece inteligente que no lo hiciera público, conocía a su público y sabía que no era necesario decirlo para que lo supieran. En un mundo tan farandulero, no quiso hacer bandera de su condición ni convertirlo en el centro de su mensaje”, recuerda. “La magia de ‘Juanga’ es que fue trasngeneracional, llega igual a la gente joven y mayor, lo mismo a los pobres que a los más ‘fresas’ o pijos, como dicen aquí. Me encantaría lograr eso con mis canciones”, admite.
Hegemonía latina
Lo primero que destaca del repertorio de Estrada es su madurez. “Ahora estamos en un momento propicio para lo que hago. En los dosmiles las producciones eran muy anglosajonas Se copiaba el ‘happy punk’ gringo, ahora hay más referentes latinos tradicionales, se ve por ejemplo en cómo va cambiando la discografía de Natalia Lafourcade y también la de Café Tacvba. Creo que tuvo algo que ver el éxito del reguetón y el electrolatino. Te gusten más o menos, han abierto muchas puertas para la música en español. Ahora se reconoce la fuerza que tiene”, señala. Luego medita y da otra vuelta al argumento. “En los dosmil se llevaban las letras chistosas tipo Molotov, que es algo que no me atrae, yo quiero hacer un trabajo contundente con la poesía. En México está renaciendo el gusto por el bolero y las historias sencillas pero muy bien escritas. Eso me gusta también. Lo digo sin faltar al respeto a Molotov, que hicieron un trabajo muy lindo de elevar la conciencia política”, matiza.
"Hoy es complicado escuchar canciones que tengan una postura sobre algo, ni siquiera sobre el amor y las relaciones. Se intenta crear un trance de bienestar y de hacer bailar, lo que no deja espacio para expresar otras cosas", lamenta.
¿Cuál es su posición en cuestiones sociales? “Soy muy política en lo personal, pero en la música prefiero hablar de sentimientos. Ahora es complicado escuchar canciones que tengan una postura sobre algo, ni siquiera sobre el amor y las relaciones. Se intenta crear un trance de bienestar y de hacer bailar, lo que no deja mucho espacio para expresar otras cosas. Yo me siento cantautora y me parece que no se cuidan las letras todo lo que se podría”, lamenta. “Me inspira, sobre todo, lo que estoy sintiendo en ele momento. Hay canciones que prefiero guardarme para no crear turbulencias personales. Ahora tengo una pareja y no puedo estar contando cada crisis en directo. Necesito un poco de buena onda entre los dos para atreverme a cantar algo conflictivo, aunque ya se lo haya dicho en privado”, confiesa.
Folclore futurista
En realidad, la música de Estrada tiene tres fuentes: el jazz, la canción mexicana y el folclore de América Latina. De cada una se empapó muy joven, gracias a sus padres. “Los dos tienen formación clásica yestudiaron laudería, lo que ustedes llaman ser luthiers, fabricantes de instrumentos. Conocen a todo el mundo. Ron Carter ha ido de gira con un contrabajo suyo. De pequeña escuché mucha música de cámara, pero también tocaban la guitarra. Les encanta el folclore de Violeta Parra, Soledad Bravo y Mercedes Sosa. También les fascinaba la música brasileña, clásicos como Caetano Veloso y Chico Buarque. Crecí con todo eso. Mi conexión con la música tiene mucho que ver con los clientes de su taller. Me marcaron el camino: primero entré en un coro, luego me pasé al jazz, pero lo que me salía era más pop y folclor. Es con lo que conecto y lo que más me gusta”, proclama.
Termina haciendo una defensa del folclore como género vanguardista. “Se ve muy claro en Violeta Parra. Lo que hizo fue superhonesto y futurista. Me gusta la manera en que usó la décima, que es una métrica supercomplicada. Tocaba muy pocos acordes, con un charango, era muy personal. Aunque cueste creerlo, el folk puede ser innovador, tanto o más que cualquier cosa echa con la tecnología. El último sintetizador de moda es lo que más rápido envejece. En cambio, los instrumentos que más duran son la voz y la guitarra. Ahora es tendencia el trap porque es lo que suena en radio, MTV y películas, pero a un veinteañero le pones un himno folk y también lo disfruta, aunque no venga respaldado por un bombardeo mediático”, concluye.
La gira de Silvana Estrada pasa por Valencia (Convent Carmen, 7 de noviembre), Madrid (Joy Eslava, 8), Barcelona (Tradicionarius, 16) y Sevilla (Joaquín Turina, 16).