Cultura

A sol y sombra: así cierra la Feria del Libro de Madrid su segundo fin de semana

La lluvia se empeña en poner nubarrones, pero el encuentro literario se planta bajo el paraguas cuando descarga el chaparrón y desafía cuando sale el sol 

La Feria del Libro de Madrid llega a su segundo fin de semana marcada por el sambenito del tiempo, ese escapulario penitenciario de las tormentas con ventarrón, que este año se ha cebado con especial inquina con una de las citas culturales más importantes de la ciudad. El escollo metereológico no pilla desprevenidos a los libreros y editores, que han previsto para el arranque de mes -la gente acaba de cobrar- la artillería pesada de sus firmas más potentes.

Escritores de todo tipo y procedencia han acudido al Paseo de Coches del Parque El Retiro para animar el cotarro lector. Llueve, truene o relampaguee, aquí hay firmas... y en principio, libros. Desde el imbatible Fernando Aramburu -autor de la novela Patria, que sobrepasa la 25 ediciones- pasando por los clásicos literarios Javier Marías, los reclamos mediáticos como Almudena Grandes o Elvira Lindo, así como autores como Antonio Muñoz-Molina o Juan José Millás, hasta Ian Gibson y su homenaje a Federico García Lorca.

Para tributo, todo sea dicho, el que recibió Francisco Ibáñez. En la primera jornada del fin de semana, instalado en la carpa de firmas, el maestro del humor dedicó sus clásicos a cientos de lectores. La víspera, el autor de Mortadelo y Filemón -un clásico desde hace 60 años- acudió a un homenaje, acompañado por las caras conocidas del cine, la televisión, la literatura y el periodismo. 

A esa primera comparsa, obligatoriamente variopinta, de este primer fin de semana se sumó una sólida nómina de autores que consolidan su obra: Sergio del Molino, Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo o Juan Tallón, quienes acudieron a firmar ejemplares de sus libros, además de periodistas como Ignacio Camacho, Marta García Aller o Rubén Amón, entre otros personajes cuyo perfil informativo alimenta el interés de los lectores. 

Pero... ¿y las ventas?, ¿y las cifras?, ¿funciona o no la Feria del Libro? A esas preguntas habría que contestar con un primer dato. Después de días de rumores sobre la continuidad de la Feria del Libro en el Parque El Retiro, ha acudido -al fin- la alcaldesa Manuela Carmena para mostrar su compromiso con una de las citas editoriales más importantes de la capital. Lo hace con cierto retraso la alcaldesa , aunque el efecto no deja de ser tranquilizador.

El balance general es complejo. Está lleno de matices. Tras una semana pasada por lluvia -y mociones de censura-, habría que evaluar la situación de la feria. Llovió a cántaros, sí, pero la el evento gozaba de tráfico durante los días de semana. Gente con paraguas que acudía a las librerías especializadas y eventos señalados como el de Mike Shattzkin, uno consultores editoriales más importantes de Estados Unidos, quien visitó España por primera vez para ofrecer una conferencia sobre los cambios digitales en la industria del libro.

La fotografía de fin de semana muestra claros potentísimos: la mañana de sábado y el domingo completo, con larga filas y pasillos atestados. El sábado, en cambio, fue una catástrofe marcada por la lluvia, a pesar de los entusiastas que paraguas en mano, esperaban su turno para mirar los ejemplares y conseguirían firma.

Los organizadores, prudentes siempre, van con cifras por delante, aunque las definitivas las tendrán la próxima semana, fecha en la que clausura la cita (10 de junio). "Hemos recibido alrededor de medio millón de perosnas", dice el director de la feria, Manuel Gil, quien para poder contestar a la llamada telefónica debe refugiarse en su despacho. Ni el bullicio de la multitud ni los altavoces le permitirían escuchar, dice.

Para Manuel Gil es aún es pronto para adelantar cifras. De momento, el diagnóstico es este: a pesar del escollo del tiempo, la feria mantiene la misma cantidad de visitas que recibió, en este mismo periodo, el año pasado. La contraparte, es decir, los editores y libreros, son algo más cautos. Están escaldados, por supuesto, por el metro que les han quitado en sus casetas -este año son 363, 60 más que el año pasado-, aunque ése, claro es otro asunto.

Al ser consultados, algunos editores y libreros hablan de un 20% menos de venta. Los grandes grupos, en cambio, se frotan las manos y hablan de un llenazo total. A juzgar por el tráfico de visitantes, la versión triunfalista prevalece ante  la independiente. Queda aún una semana. Lo que se haya perdido o lo que quede por ganar, difícilmente podría ajustarse.  La sensación, pues, se mueve entre la resiliencia y la expectación. El sol y sombra de mayo y junio, en una edición pasada por agua. 

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