El verdadero lujo es irrepetible y efímero. Tener la oportunidad de charlar con el director italiano Paolo Sorrentino sobre su nuevo filme con vistas a la playa de La Concha en uno de los hoteles con más solera de la capital donostiarra, en el marco del Festival de San Sebastián, podría ser uno de esos momentos. El responsable de películas ya icónicas como Il divo (2008) o La grande belleza (2013) estrena este viernes en los cines de España Fue la mano de Dios, su proyecto más íntimo y también el relato acerca de cómo nació su faceta como cineasta.
Además, hablar de su vida pasa inevitablemente por rendir homenaje al futbolista Diego Armando Maradona, la figura que, según cuenta en la película, le salvó la vida y que por desgracia no tuvo la oportunidad de ver esta cinta terminada. El director respondió a las preguntas de varios medios, entre ellos Vozpópuli, en una entrevista compartida en la que confesó cuál es su relación con el fútbol y todos los motivos que le impulsaron a escribir una película tan biográfica en la que expone sin pudor sus defectos y sus dolores.
Pregunta: A diferencia de otras películas suyas, en las que había composiciones muy elaboradas, en esta ocasión hay una mirada más directa a los personajes. ¿Por qué?
Respuesta: Absolutamente. Es una película que está más centrada en sentimientos, en recuerdos, en personas, por eso es más pequeña, más sencilla y compleja, porque los sentimientos no necesitan grandes puestas en escena, sino que se necesita hablar directamente y sin filtros de aquello que está viviendo el protagonista, y para eso no hace falta un estilo muy elaborado.
Llevo 35 años en un diálogo interno sobre mis dolores íntimos sin haber conseguido del más mínimo progreso", confiesa Sorrentino
P: ¿Cuál es su relación actual con el fútbol? ¿Se ha desvirtuado respecto a cuando lo disfrutaba de adolescente?
R: Como yo intento prolongar mi adolescencia el mayor tiempo máximo posible, rechazo esa idea de que el fútbol ya no es como era y hago como si lo fuera.
P: Esta historia parece que ha formado parte de su vida durante mucho tiempo. ¿En qué momento decide que también forme parte de su cine? ¿Por qué la convierte en una película?
R: Se dan pasos pequeñitos. El primero fue ver Roma (2018), de Alfonso Cuarón, que tiene muchas similitudes con lo que quería hacer. Es una película pequeña, personal y privada, y ha sido una inspiración ver cómo se podía hacer esto. Lo he hecho por varias razones. La primera, para que mis hijos entiendan por qué soy como soy y por qué estoy lleno de defectos, para que entendieran por qué con el paso del tiempo aún sigo usando la ironía para esconder estos defectos, como mis padres lo hacen en la escena de la comida, y porque llevo 35 años en un diálogo interno sobre mis dolores íntimos sin haber conseguido del más mínimo progreso, y pensé que con esta película igual podría remover un poco las aguas a ver si cambia algo.
P: ¿Es una película más fiel a los sentimientos que a los hechos?
R: La película es muy fiel a los sentimientos pero también a los hechos de aquella época. La fidelidad a los sentimientos es total y a los hechos en algunas ocasiones hay que calibrarlos para que correspondan a una narrativa cinematográfica, porque unos recuerdos no son una película, hace falta una elaboración.
P: ¿Recurrir a la memoria de los sentimientos o de los hechos le ha abierto la puerta a narrar de otra manera? ¿Ha descubierto otra manera de contar a través del cine?
R: Lo tendremos que ver todavía, pero he descubierto algo que antes no sabía: puedo contar historias de una manera sencilla.
La población de Nápoles piensa que el mundo es esta ciudad y que lo que ocurre fuera no es interesante y no importa, y en parte por eso me fui: lo que a veces es un recurso en otro momento puede llegar a ser una limitación", cuenta el director
P: ¿Siente que le debía una película a Nápoles, su ciudad natal?
R: Sentirme en deuda con Nápoles no lo tengo muy claro, pero lo que es cierto es que la primera parte de mi vida ya transcurrido allí y a Nápoles se lo debo todo, he aprendido a ver el mundo en esta ciudad. Al principio además, cuando eres un niño, piensas que el mundo solo es Nápoles. Aunque lo cierto es que también cuando uno no es tan niño, porque todavía hoy gran parte de la población de Nápoles piensa que el mundo es esta ciudad y que lo que ocurre fuera no es interesante y no importa, y en parte por eso me fui: lo que a veces es un recurso en otro momento puede llegar a ser una limitación y a sofocarte un poco.
P: ¿Qué peso tiene en la película Érase una vez en América, de Sergio Leone?
R. Siempre ha tenido un gran significado porque es una película gracias a la cual he podido comprender la fuerza que tiene la épica en el cine
P: ¿Es este su homenaje definitivo a Fellini? ¿Cómo fue el casting? ¿Le ha ocurrido como a Fellini, que busca a las personas por su físico y que no eran necesariamente actores?
R: Soy más tradicional y busco actores, no tengo la grandeza de Fellini. Esta película no es un homenaje al director. Aparece porque mi hermano fue a hacer una prueba como extra para una película de Fellini, y en esa experiencia acabó en estas localizaciones de palacios antiguos. Es cierto que Fellini, cuando era niño, fue a buscar extras a Nápoles, pero es más un homenaje a los chavales de esa época y cómo lo vivieron.
P: ¿Por qué decide no mostrar a Fellini, no buscar a un actor para interpretarlo?
R: En aquella época solo lo escuché y no llegué a verlo, así que no sabía cómo era.
P: En la película se dice que Maradona es el mejor jugador de la historia. ¿Lo piensa o era en realidad el más carismático? ¿Era mejor que Messi?
R: Las dos cosas. Maradona juega como Messi, pero un tipo de fútbol que se jugaba en aquella época que era más lento. Ahora Messi juega con Ronaldo y otros jugadores que juegan a otro tipo de fútbol. Y del carisma ya ni hablamos, para qué vamos a discutir. Nos llevaría horas.
Cada vez que escucho que el cine se está muriendo o que el fútbol ya no es lo que era pienso que no es correcto. Nunca va a morir esa necesidad individual de creer que puede existir otro mundo", afirma Sorrentino
P: ¿Hasta qué punto el fútbol le ha salvado de las tragedias de su vida?
R: Más que el fútbol ha sido Maradona. Aportó una idea desconocida en aquella época a toda la ciudad de Nápoles. Hay que tener en cuenta que en aquel momento la ciudad había vivido una serie de acontecimientos históricos que le habían hecho atravesar una fase muy difícil -el terremoto de 1980, la ciudad estaba empobrecida, había una guerra de bandas de la camorra, la gente tenía mucho miedo y no salían de casa-.
La aparición de Maradona fue la liberación, como cuando aparecieron los americanos después de la Segunda Guerra Mundial. Aportó alegría y más que ser una persona era un icono religioso, porque además Maradona no llegaba, aparecía. Se le veía por las calles de Roma en coches pequeños y uno nunca sabía si era él. Se paseaba por Nápoles en un Fiat Panda. La imagen era aplastante.
P: ¿Cuál es el vínculo entre el fútbol y el cine? ¿Tienen ambos la función de sacar de una existencia mediocre?
R: Los dos son una historia de hora y media que no sabes cómo va a terminar, y los dos ofrecen algo paralelo a la realidad. Hay tanta gente que está esperando el domingo de partido y también hay muchísima gente en situaciones vitales muy insatisfactorias que descubren otro mundo. Cada vez que escucho que el cine se está muriendo o que el fútbol ya no es lo que era pienso que no es correcto. Nunca va a morir esa necesidad individual de creer que puede existir otro mundo.
P: ¿Es este su gran homenaje a Maradona?
R: Cuando murió Maradona estaba en la fase de montaje y efectivamente esta película es un homenaje y también una muestra de gratitud, porque estoy convencido de que Maradona me salvó la vida. La pena es que no ha podido ver la película terminada.
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