Cultura

Spotify y la cortina de humo feminista

El gigante sueco del 'streaming' decide agitar la bandera feminista para ocultar el empobrecimientl económico que provoca su plataforma

El próximo 22 de septiembre se celebra en el Wizink Center de Madrid el primer concierto organizado en España por el gigante de las reproducciones musicales Spotify. Las artistas participantes son Nathy Peluso, Natalia Lacunza, Petazeta y Judeline. La iniciativa, más publicitaria que activista,  habla de techos de cristal en uno de los mercados más igualitarios que existen, de los pocos donde todavía funciona el ascensor social. Superventas globales como Madonna, Shakira, Beyoncé, Taylor Swift, Rosalía y Mariah Carey saben de sobra que tienen las mismas armas para competir que las estrellas masculinas. No solo lo saben, sino que las han utilizado de manera brillante.

¿Le preocupa realmente a Spotify la igualdad en el mundo de la música? Si fuera así, se podría centrar en revertir una de las consecuencias más nefastas del éxito de su plataforma: la desaparición de la clase media musical, arrasada por el brusco descenso de ingresos con la llegada del 'streaming'. Spotify nació en 2006 en Estocolmo y trunfó gracias a una alianza entre la tecnología digital y las grandes discográficas, que solo dejó las migajas a los artistas.

Aportamos algunos ejemplos con mujeres, extraídos del libro La muerte del artista, de William Deresiewicz, publicado en España por Capitán Swing en 2021. Una rapera estadounidense de mitad de la tabla (Sammus) recibe solamente 6,35 dólares por 14.000 reproducciones, mientras que una artista country consolidada (Rosanne Cash) ingresa 104 por 600.000 escuchas, un abuso.

El último grito de rechazo a Spotify ha venido del cantante del grupo de metal Cradle of Filth: “Tuvimos 25 ó 26 millones de reproducciones el año pasado  y creo que personalmente obtuve 20 libras

Otra artista icónica, Kim Deal de los Pixies, arremetió también contra el deterioro de las condiciones económicas de su sector desde la gran transformación digital de los dosmiles, donde quienes más han ganado son los grandes emporios digitales como el gigante sueco. "Soy como un trabajador del automóvil o del acero: mi industria se ha vuelto arcaica”, explicó Deal.

También hay que mencionar la famosa batalla que mantuvo Taylor Swift entre 2014 y 2017 contra Spotify, plataforma a la que reprochaba que le pagaba poco, en un publicitado

combate mediático que terminó con la artista repoblando su prestigio y credibilidad.

Spotify: fiascos y desigualdad

En Spotify se encuentran cómodos agitando la bandera feminista porque distrae el foco de otros frentes mediáticos que tienen abiertos. Entre ellos, el fiasco de su asalto al mercado del podcast, donde en vez de apostar por artistas con algo sustancia o algo que decir lo hicieron por personajes como Kim Kardashian y Meghan Markle. Se calcula que las pérdidas por esta operación han sido de unos mil millones de dólares, como ha reflejado la prensa económica.

El último grito de rechazo a Spotify ha venido del cantante del grupo de metal Cradle of Filth: “Tuvimos 25 ó 26 millones de reproducciones el año pasado  y creo que personalmente obtuve 20 libras, que es menos que la tarifa por una hora de trabajo”, lamentó en una entrevista con 'Hard Rock Grecia'. No hay nada malo en que una empresa intente maximizar sus beneficios, pero debe tratar justamente a quienes generan sus millones de clics y dejar de tapar sus prácticas con cortinas de humo activistas.

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