La Espía, que ha estado rondando los aledaños de The Globe, el mítico teatro en el que se estrenaron las obras de William en Londres, no podía dejar pasar esta teoría sin contárosla a vosotros, estimados lectores. Derek Jacobi escribió un par de libros apoyando la teoría oxfordiana, es decir, cuestionando la autoría de William en favor de Edward de Vere, conde de Oxford. Algunos ya habréis visto la película Anonymous, en la que se argumenta esta línea teórica y es el propio Jacobi quien da vida a un autor teatral que plantea la teoría en la ficción. En la realidad, Derek no se quedó solo porque su ‘Declaración de Duda Razonable’ fue firmada por 1.700 personas, entre las que se contaban más de 300 académicos.
¿Quién era el Conde de Oxford? Edward era un poeta y autor teatral que formaba parte de la corte de Isabel I de Inglaterra. Le tocó, a la pobre, pelearse con los españoles a la vez que frenaba las ambiciones del Conde de Essex quien quería, nada menos, que arrebatarle el trono. Y ahí se batía el cobre el de Oxford. Escribiendo obras, alimentando el patronazgo a varios autores y cobrando de la corte una pensión de1.000 libras anuales.
Pero Edward no es el único candidato. Francis Bacon o Christopher Marlowe también están en el pensamiento de los anti-stratfordianos (En Stratford nació y murió Shakespeare). En realidad, estas elucubraciones surgieron ya 150 años después de la muerte del dramaturgo. Surgen ante la escasa información sobre la vida del autor y la incredulidad de que un genio prolífico hasta la saciedad no pudo hacerlo solo, dada su carente formación universitaria. Por no decir que muchos opinan que un actor de Stratford on Avon, la compañía en la que trabajaba Shakespeare como actor, no podía tener semejante cultura.
William fue absolutamente autodidacta y un voraz lector. Era muy amigo de un librero que le proporcionaba todo tipo de obras extrañas y sugerentes Y quizá por eso Shakespeare se mostró tan original e innovador, al margen de la tradición. Más que si hubiera sometido su ingenio a la fábrica de las ideas de la época.
En cualquier caso, después del incendio del Globe Theatre y a pesar de que se perdieron muchos textos, ahí quedó el First Folio, publicado ocho años después de su muerte por dos actores de su compañía: John Heminges y Henry Condell. Ahí se recoge la mayor parte de su producción literaria. Gracias a ellos conservamos al menos la mitad de la obra dramática de William, al que, por cierto, poco le importaba pasar a la posteridad como dramaturgo.
Desde luego, quien quiera, puede rendir su tributo a William y acudir a la iglesia de la SantísimaTrinidad de Stratford, donde su monumento funerario tiene escrito un epitafio del propio autor:
Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras,
y maldito el que remueva mis huesos.
A ver quién se atreve.
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