Escuchar a Eduardo Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1943) es como asistir a clase de historia de la música. La mayoría de los españoles le conocen por sus años al frente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), un periodo intensamente conflictivo marcado por los cambios que permitieron a grandes corporaciones tecnológicas destruir buena parte del tejido cultural del país. Su gestión le ganó poderosas antipatías, pero el paso del tiempo ha dejado claro que los partidarios de la llamada “cultura libre” no tenían tanta razón como parecía. “Llegó un punto en vida en el que me di cuenta que había que escoger entre ser eficaz o ser simpático, así que me quedé con lo primero”, dice con media sonrisa.
Lleva ocho años esperando un sentencia de la Audiencia Nacional por el 'caso Saga', un proceso inaceptablemente largo del que tiene confianza en salir absuelto, como ocurrió con las acusaciones a su compañero Ramoncín. “Me asiste lo que los psicólogos llaman la convicción del inocente. No solo sé que no hice nada mal, también confío en la absolución del resto de investigados en este proceso”, afirma.
Una de las facturas de su fama mediática es el eclipse de su carrera musical. Los Canarios fueron un grupo clave para el pop español, sus trabajos en solitario se adelantaron a su tiempo y es uno de los productores con más recursos de nuestra música popular. Hoy ha revitalizado su carrera musical, sobre todo con proyectos fuera de España. “La música es lo más importante de mi vida, con mucha diferencia, es el refugio de mi espíritu. Cuando superé el trauma del asalto policial a la sede de la SGAE me tomé un año sabático para ponerme al día con el factor tecnológico. También tuve que estar muchos meses haciendo seis o siete horas de piano diarias para recuperar el nivel. A partir de ahí, fueron saliendo cosas y una de ellas la mandé a mi amigo Haruomi Hosono, de la Yellow Magic Orchestra, que tiene un sello discográfico. Él ya había hecho la edición para Japón, China y Corea de mi disco ’Ciclos’ (1974), que es la obra que más ingresos me ha generado porque es un disco de culto en Asia. Hosono está comprometido con Greenpeace y metió mis nuevas composiciones en un documental contra los cazadores furtivos de ballenas, que ganó un premio en el festival de Tokio. También he hecho bandas sonoras para una serie de biografías en la BBC2 y para un documental sobre la guerra civil estadounidense para la PBS, junto con otros dos compositores estadounidenses”, explica. La siguiente conversación es un resumen de varias horas de charla en una cafetería de Madrid y una entrevista pública en la ICC Week de Orense.
Durante muchos años, se convirtió en una especie de supervillano de la cultura española. Entre la gente joven, se puso de moda insultarle. ¿Cómo recuerda aquel periodo?
Mi papel de villano empieza en 2004, cuando explota una visión que dice que la cultura debe de ser gratuita, con plena disponibilidad para cualquiera. Recuerdo la respuesta que solía dar al periodista Ignacio Escolar, cuando él estaba a sueldo de Jaume Roures, que no es precisamente un obrero. Le decía ‘Coño, Ignacio, la idea está muy bien, yo también me apunto a la cultura gratis cuando dejen de cobrar a los músicos por la educación, la vivienda, la sanidad y la comida’. Si a cada compositor le pagamos suficiente para que críe a sus hijos, podemos empezar a plantear que la cultura circule gratis. La mayor satisfacción de un músico no es el dinero, sino la complicidad con el público.
Yo comencé tocando rock and roll a los quince años y que pincharan mi música en la radio me parecía algo de un valor incalculable. Ahora hay distorsiones en el mundo de la música porque la gente prefiere pasar un çásting de Operación Triunfo a estar ocho horas diarias ensayando en un local. Son los tiempos que vivimos y no he venido a cambiarlos, pero sí he tratado de defender los intereses de los trabajadores del sector cultural. Tenemos un estatus singular porque nuestra labor es más cómoda y segura que la de un albañil, pero nuestros derechos laborales están mucho menos protegidos.
¿Cómo se pudo llegar al punto de que la SGAE fuera la institución más odiada del país?
Cuando empezamos a recibir ataques brutales, contratamos a la mejor agencia de comunicación de España, Llorente & Cuenca. Firmaron un contrato sustancioso y decidieron implicarse hasta el punto de no gestionar el encargo de su oficina, sino hacer un implante y tener a sus trabajadores en la propia SGAE. Destinaron a un periodista prestigioso, José Antonio Zarzalejos, para analizar los flujos de información y mejorar la comunicación con el público. Cuesta creerlo, pero el nivel de hostilidad era tal que Zarzalejos acabó renunciando al encargo. Luego contratamos a la agencia que llevaba a Telefónica y tampoco fueron capaces.
Es verdad que era un trabajo complicado para una empresa de comunicación, ya que sus otros clientes eran grandes tecnológicas y cadenas hoteleras que se habían posicionado contra la SGAE porque no querían pagar derechos de autor. También tengo que decir que todo esto es un conflicto específico de Españ, cuando hablaba con directivos del equivalente alemán a SGAE alucinaban con la resistencia general a pagar; el único problema que tenían ellos era con algunos bares turcos que se resistían a sus tarifas. También recuerdo que en 2006 nos invadieron Anonymous y se metieron en mi despacho. Llamamos a delegación del gobierno y nos dijeron que no iban a intervenir porque no los consideraban gente seria. Esa invasión fue acompañada por Jordi Évole, grabando para un programa de televisión. No me parece normal que se permitan cosas así.
¿Las grandes empresas tecnológicas tenían interés en la caída de Teddy Bautista?
Contestar que sí podría sonar presuntuoso. Lo que sí conviene hacer es un cálculo de cuánto han ganado estas corporaciones desde que desmontaron el modelo proactivo y asertivo de la SGAE. En el primer consejo de ministros del PP se cargan el canon por copia privada, con lo que se ahorran 120 millones de euros al año. La presión para que bajaran las tarifas hizo que se redujeran hasta casi un 25%. En los ocho años que han pasado desde la entrada policial en la SGAE se pueden haber ahorrado fácilmente más de mill millones de euros. Me parece evidente lo que ha ocurrido, aunque yo soy un daño colateral, no un objetivo principal de estas empresas. Lo que buscaban era cargarse a la SGAE. Si al mismo tiempo se quitaban de enmedio a la directiva, pues mejor que mejor. Se debería escribir un ensayo calculando con rigor cuánto ganaron estas empresas desde que logran desactivar la defensa de los autores.
¿Cree que hoy miramos de modo menos naíf a los grandes emporios tecnológicos?
Afortunadamente sí. También se les empieza a plantar cara desde Bruselas. Cuando se plantea al Parlamento Europeo abrir un debate sobre la neutralidad en la red, responden que también hay que hablar de cómo las empresas de Silicon Valley crean cadenas de valor sin atender a qué porcentaje cada eslabón. Me parece un avance la aprobación del articulo 13, por eso los lobbys de Google intentan oponerse y mantener su situación de ventaja. El público se va dando cuenta de que Silicon Valley no son los reyes magos.
Es muy triste que nuestro ministerio de Cultura presente como una gran operación cultural que Google entre en el Museo del Prado para fotografiar todos los fondos. ¿De quién son ahora esas imágenes. Son de Google, no del gobierno ni de los herederos de los pintores. Plataformas como Instagram se apropian de nuestras fotografías sin ningún derecho. Yo no tengo inconveniente en que un autor regale su música, por generosidad o por solidaridad, pero eso no puede convertirse en una obligación para el resto de autores.
"Las dos puertas de la sede de la SGAE estaban abiertas, pero la Guardia Civil decidió saltar la verja, supongo que por el espectáculo", lamenta Bautista
¿Cómo ha vivido estos años pendiente de la sentencia del caso Saga?
He guardado un silencio respetuoso, casi seráfico, durante siete años. Me las he estado tragando dobladas junto con mi familia. No quiero entrar en temas personales ni sentimentalizar la situación porque podría pensarse que intento manipular. Solo diré que un famoso programa de investigación de Antena 3 perseguía con cámaras a mi hijo de catorce años hasta la puerta del colegio. Hablamos de un menor sin culpa ninguna; creo que eso no debe mencionarse. ¿Sigo creyendo en el sistema? Hombre, sé que no es perfecto. Tampoco ayuda estar en la Audiencia Nacional y ver esas las montañas de papeles junto a la pared porque muchos archivos no están digitalizados.
Me ha ocurrido pedir un documento y que lo busquen entre unas telarañas. Lo que juzga la Audiencia Nacional es una cuestión técnica , denunciada por la Asociación de Internautas, la Asociación de Víctimas del Canon y el abogado Josep Juvert. Nos denuncian por desviar dinero del patrimonio de la SGAE a una actividad que no se realiza. Eso no se ha demostrado porque no es verdad y, ocho años más tarde, la SGAE funciona con las mismas herramientas que se usaban en 2011.
Ha descrito como “un trauma” el asalto policial a la sede de la SGAE en 2011. ¿Cómo recuerda aquel día?
A las nueves menos cuarto, antes de que ocurriera, ya estaban allí eran las furgonetas de todos los medios de comunicación con sus antenas parabólicas. Yo llegué temprano porque tenía que ir al funeral de mi amigo Antonio Delgado, alguien muy importante para los autores que hizo la primera Ley de Propiedad Intelectual de 1967. Cuando vi las furgonetas pensé, muy ingenuamente, que venían a entrevistar a Víctor Manuel y a José Luis Borau porque habían ganado unas elecciones de la entidad. Cuando estaba en el coche, camino del tanatorio, me llaman diciendo que ha entrado en nuestra sede la guardia civil con pistolas, chalecos antibalas y un helicóptero sobrevolando. Fue una cosa tan exagerada, tan desproporcionada, que me extraña que los periodistas no vieran lo que estaba pasando.
Ese mismo día, un alto mando de la Guardia Civil me confesó que ellos no hacían nunca las cosas así, que el protocolo es mandar cuatro expertos que precintan los servidores informáticos y después sacan de ahí toda la información. En nuestro caso, las dos puertas de la sede estaban abiertas, pero la Guardia Civil decidió saltar la verja, supongo que por el espectáculo. Mi forma de superarlo fue ponerme a escribir, ya que son momentos importantes y quizá históricos. Tengo planeado publicar las memorias después de que salga la sentencia del caso Saga.
Uno de sus proyectos más controvertidos fue Arteria, la red de centros culturales de la SGAE. En el plano empresarial, parece una decisión sensata, ya que en los últimos años la industria musical ha dejado claro que dominar la distribución y la infraestructura te da mucho más poder que el control de los contenidos musicales.
Sé que mucha gente no acepta que se gestione la SGAE con criterios empresariales, con exigencia de resultados y buscando una tasa de retorno. Yo lo tengo claro: es árido gestionar una empresa de 500 empleados, ocho oficinas internacionales y una facturación cercana a los 400 millones de euros anuales, pero era mi obligación. Arteria es una red que funge yacimientos e incubadoras. Hablamos de centros culturales con aulas, laboratorios y estudios de grabación. Su objetivo era que el músico del siglo XXI conociera las herramientas del siglo XXI, las económicas, las tecnológicas y las profesionales.
Arteria era un mecanismo para ofrecer un valor añadido al socio. Cualquiera puede administrar derechos de autor, desde un banco a un despacho de abogados, pero no pueden dar este tipo de herramientas sofisticadas para que avance una carrera musical. Mi opinión es que la SGAE no podía quedarse en un simple instrumento administrativo si quería sobrevivir. Ahora hay quien dice que Arteria no tenía un plan negocio, pero manejábamos uno perfectamente claro que incluía proyectos con los creadores del Circo del Sol a sesiones con los principales discjockeys de Ibiza, además del trabajo de formación y apoyo a los socios.
"Nunca se había escuchado tanta música como ahora y nunca los autores han cobrado tan poco por ella. Me parece una auténtica vergüenza lo que pagan las plataformas tipo Youtube y Spotify por el uso del repertorio", denuncia
Aunque no tenga que ver con su gestión, ya que había abandonado la entidad, me interesa saber su opinión sobre la rueda.
Me parece un problema menor comparado con otros que tiene la SGAE. Han pasado años sin que se modernicen las estructuras de la entidad y sin que se amplíe la base de actividad. Además España tiene unas tarifas de derechos de autor por debajo de la media europea. Para que te hagas una idea; en el periodo en que la SGAE pasa de facturar 400 millones anuales a quedarse en 300 la SACEM francesa pasa de facturar 600 millones a 1400. Es un dato tremendo, sobre todo si tenemos en cuenta los millones de personas que hablan español en el mundo frente a quienes hablan francés. El problema de la rueda es que permitió acumular un gran numero de votos en cierto sector de la entidad, desequilibrando el conjunto. Alguien de la SGAE debería haber detectado la distorsión y buscar una salida.
Los músicos siempre han tocado donde les han dejado y si hoy se pelean por actuar de madrugada es porque no les dejan salir en televisión a las siete de la tarde. Mientras todos los medios se escandalizaban con la rueda, las grandes cadenas de telvisón han conseguido una rebaja en las tarifas de SGAE amparándose en la condición de ‘actividad cultural’. Eso no es justo para los músicos, debemos ser más proactivos. La rueda es un problema que perjudica al prestigio de de la SGAE, pero lo encuentro menor respecto a otras cuestiones que hay sobre la mesa.
¿Cuál diría que es la batalla importante ahora mismo?
Nunca se había escuchado tanta música como ahora y nunca los autores han cobrado tan poco por ella. Me parece una auténtica vergüenza lo que pagan las plataformas tipo Youtube y Spotify por el uso del repertorio. Para empezar, deberíamos cobrarles por el hecho de incluir nuestros catálogos en sus base de datos. Les estamos dejando decidir las condiciones del intercambio económico. Te hablo claro: la culpa de todo eso es nuestra, de las sociedades de gestión, que vendimos demasiado barato nuestro catálogo a esas plataformas. Yo estuve en la mesa de negociación en 2005 y casi me expulsan de una reunión porque no daba mi brazo a torcer, tenía muy claro que en un futuro cercano esto iba a generar una enorme cantidad de dinero. El crecimiento de las grandes corporaciones tecnológicas es obsceno, porcentajes anuales de dos cifras en un periodo de crisis económica.
Mucha gente desconoce sus años de militancia comunista. De hecho, compuso la primera versión electrónica de “La Internacional” y fue detenido en Callao en 1973 por vender el disco donde estaba incluida. Hoy parece tremenda la imagen de Teddy Bautista arrestado en la calle por hacer labores similares a los ‘manteros’.
Qué pena que nadie hiciera una foto. La verdad es que solo estuve dos días en el calabozo. En aquella época, yo formaba parte del frente de arte y cultura del Partido Comunista de España. La idea del ‘disco rojo’ fue de Víctor Manuel, que entonces usaba como músicos de sesión a todos los rockeros españoles, gente de Coz y Barón Rojo. He tocado en muchos conciertos sindicales de la cuenca minera para CNT, UGT y Comisiones Obreras; la guardia civil nunca faltaba a nuestras actuaciones. Presentamos ese disco en Torrelodones y vino Santiago Carrillo con su peluca.
Nos cayó un aguacero que nos hizo dudar de si Dios estaba de nuestra parte. Hoy cuesta creerlo, pero esa noche vinieron a vernos medio millón de personas. Después de aquel exitazo, se instituyó la famosa fiesta del PCE en la Casa de Campo. Ese disco se hizo para poder sostener los gastos de la dirección en el exterior. Ofrecí mi versión de ‘La internacional’ al PCE, pero Carrillo la rechazó diciendo que era una mariconada. Al PSOE, en cambio, le encantó y la pinchaban en todos sus mítines de la época.
Me gustaría saber qué aprendió en esos años de militancia.
Muchas cosas. Ahora mismo me encuentro en un lugar donde podría parafrasear a Manuel Vázquez Montalbán cuando dijo a un periodista ‘soy un marxista en fase de descompresión anarquista’. Se pueden recuperar muchas cosas de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y de las comunas de la ribera del Ebro, que fueron pioneras y ejemplares. Cada vez admiro más a Rosa Luxemburgo porque sus escritos fueron proféticos y mucho más lúcidos que los de otros pensadores comunistas. Siempre me interesaron ella y Antonio Gramsci.
Lo que se aprende del marxismo es a analizar los conflictos materiales. Las grandes plataformas de Silicon Valley (Youtube, Spotify, iTunes…) son muy voraces y ya están pensando en fórmula para comprar el la totalidad del trabajo creativo. Me refiero a ‘buyout’ total, algo así como comprar la capacidad de creación de un artista. Funcionaría ofreciendo una cantidad de dinero por cualquier cosa que se le ocurra a un músico durante cierto periodo de tiempo. Es como alquilar su cerebro. Me parece un paso atrás, pero en eso trabajan ahora.
¿Es tan importante la política cultural?
Antes de responder, conviene tener clara una idea de país, que para mí es algo más que instituciones y fronteras. Un país es un pueblo que marcha hacia un futuro incierto. En esa situación, puedes avanzar o puedes pegarte una hostia. Hay que tener una mentalidad pobre o incluso obtusa para pensar que ese camino se puede hacer sin cultura. Te pongo un ejemplo: Irlanda y Dinamarca, dos países de tamaño parecido. Irlanda es un vivero de creatividad que ha dado grandísimos novelistas, poetas y músicos. Dinamarca, en cambio, tiene un modelo endogámico con unas universidades donde se estudia con libros en inglés porque es más barato que traducirlos. Los daneses disfrutan de un alto nivel de vida y de prestigiosas instituciones, pero los irlandeses son más felices y han inundado el mundo con siete generaciones de inmigrantes. Tienen cultura y conciencia nacional, que defienden a ultranza. Han conseguido que todo el mundo cante ‘Danny Boy’. Eso es importante.
¿Y en el caso español?
Nuestro país estuvo de moda en los años ochenta , incluso más allá, hasta 1992 ó 1993. Luego llegó una crisis económica terrible, que se llevó todo por delante, entre otras cosas el ideario cultural del PSOE, que era su bandera de enganche. No hemos vuelto a tener ministros de cultura como Javier Solana o Jorge Semprún. Bueno, Carmen Albroch y Jordi Solé Tura se acercaron. Igual ahora la decisión sensata hoy en día sería nombrar a Mario Vargas Llosa. Se acusó muchas veces a la SGAE de ser un ministerio de Cultura; en realidad, lo que querían decir es que éramos un peligro. Lo curioso es que ese comentario fastidiaba mucho al propio Ministerio de Cultura. No le gustaba que hubiera un institución cuya iniciativa fuese por delante de la suya. Lo que puedo decir es que no fue el gobierno quien llevó a Camarón a tocar a Nueva York, ni a Paco de Lucía a Montreaux, ni a Enrique Morente al MIDEM cuando organizamos la edición dedicada a España.
No fue el Gobierno quien montó la muestra de cine español en la cinemateca de Los Ángeles. Tampoco fue el gobierno quien llevo a Joaquín Cortés a bailar a Pekín. Sí fue el gobierno el que llevó la exposición de Dalí a China, pero porque se lo sugerimos nosotros. No somos una lengua en vías de extinción, sino en plena expansión global, eso hay que cuidarlo. Cuando Joaquín Sabina da una conferencia en el Congreso de la Lengua en Argentina tiene el poder de llegar a 500 millones de personas. Tenemos que volver a pensar con perspectiva: una vez le preguntaron a Françoise Mitterand quién iba a ser ministro de Cultura y respondió que todo su gabinete, aunque el presupuesto de cultura lo administrase Jack Lang. Me parece la mejor mentalidad.
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